Arte y Letras,  Textos de autor

Dylan y la caótica gira Rolling Thunder Revue

Un 30 de octubre de 1975 en Plymouth, Massachusetts, Estados Unidos, comenzaría una de las giras más emblemáticas y caóticas de la historia de la música popular: la Rolling Thunder Revue.

Es el otoño de 1975 en EE.UU. El país buscaba levantarse después de la catástrofe de Vietnam. Faltaban meses para el Bicentenario de la Declaración de Independencia, y en la población se vivía un sentimiento latente de volver a renacer. En este contexto, Bob Dylan había regresado, dejando atrás sus años sesentosos de versos antibélicos como bandera del movimiento hippie. Los tiempos de todos estaban cambiando. Después de años alejado de la música, regresaría gracias a su popular gira con The Band, de 1974, consagrando luego su regreso absoluto con el lanzamiento de su obra maestra, el magistral y melancólico disco Blood on the Tracks.

El genio de Minnesota decidió reclutar a varios de sus viejos amigos y socios, dentro de los cuales se encontraban Bobby Neuwirth, Roger McGuinn, Ramblin’ Jack Elliott. Además, la gira contó con diversos invitados de la talla de Joni Mitchell, la violinista Scarlet Rivera, Mick Ronson (ex guitarrista de David Bowie), entre otros. Como era de esperarse, la literatura jugó un papel sustancial en esta gira con la incorporación de Sam Shepard convocado para registrar detalladamente el caos artístico e interdisciplinario del ambiente, expresándolo en lo que sería su libro “’Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera” publicado en 1977, convirtiéndose en un todo un clásico de la literatura-rock.

Por último, y no menos importante, la gira contó con la participación preponderante de uno de los máximos exponentes de la Generación Beat, el enorme poeta Allen Ginsberg, cumpliendo el rol de gurú espiritual de la ruta, con amplios pergaminos en el rubro.

La Rolling Thunder Revue fue completamente diferente de cualquier otra gira de la época. Los precios de las entradas serían bajos y los recitales no se anunciarían hasta un par de días antes. Se dice que Dylan tenía pensado no anunciar los conciertos para dar una sorpresa en cada pueblo, pero le disuadieron de semejante locura. Su nombre no aparecía ni en las entradas, él era sólo uno de los músicos que tocaban en el transcurso de estos conciertos que muchas veces duraban más de tres horas. En síntesis, la idea era ofrecer un espectáculo itinerante, repleto de artistas provenientes de diferentes rubros; músicos, periodistas, poetas, artistas plásticos, montando un circo ambulante a la antigua, una extensión musical de la comedia del arte, como las compañías teatrales italianas callejeras, todos viajando en autobuses y caravanas para recorrer el nordeste del país.

Los conciertos fueron alucinantes, ante la perplejidad lógica de un público no acostumbrado a semejante circo. Una banda formada por enormes músicos de nivel mundial reinventaba clásicos de Dylan, mientras los poetas glorificaban sus versos al ritmo del blues y el folk, escondidos detrás de disfraces, sombreros y máscaras. Con una pasión feroz, se ofrecieron algunas de las interpretaciones más espectaculares de su carrera, mezclando clásicos como «A Hard Rain’s a-Gonna Fall», “Mr. Tambourine Man”, con un puñado de temas de “Blood on the Tracks”, y una selección de Desire, su álbum que aún no había sido editado. Todas las noches rugían versiones apabullantes que generaban un ambiente surrealista, pocas veces visto en la historia de la música popular.

Junto a Joan Baez.//Netflix

«Era un autobús repleto de músicos y cantantes y pintores, lanzado a toda marcha a altas horas de la noche, alimentados con petas de colombiana y otras cosas, haciendo una película, escribiendo canciones y tocando una de las piezas de rock & roll más incendiarias, intensas e inspiradas». Así de contundentes fueron las declaraciones del músico T-Bone Burnett.

Howard Sounes, periodista y autor británico, en su libro Bob Dylan: la biografía admitía que «había un cierto toque anticuado y vodevilesco en la forma en que se escenificaban los conciertos. Una cortina amarilla, estarcida con letras de circo, era descorrida y revelaba a los músicos (…) mientras tocaban mandolinas, violines y antiguas y grandes guitarras acústicas».

Un trovador en el Madison

De todas las ciudades visitadas, en Nueva York surgiría el mito en todo su resplandor. Un 9 de diciembre de 1975, luego de recorrer Canadá y otras ciudades norteamericanas, Bob se presentó en el Madison Square Garden, dejando atrás la idea original de presentarse en lugares pequeños. Dentro de un público eufórico, destacó la presencia de Patti Smith y Muhhamad Ali. El circo rodante había llegado a la capital más cosmopolita del planeta, ofreciendo un concierto vanguardista y excéntrico, digno de recordar. Si bien el tour duraría hasta mayo de 1976, es en la ciudad de las luces donde emergería su carácter épico.

La Generación Beat y Dylan

Uno de los hechos más importantes de la gira se dio en Lowell, en el Condado de Middlesex, Massachusetts. Allí junto a Ginsberg, visitarían la tumba del escritor, novelista, poeta y fundador de la Generación Beat Jack Kerouac, regalándonos una de las postales más emblemáticas de la historia del rock. Cantando y leyendo versos, citando a Shakespeare, mientras sonaban algunos acordes, rendirían tributo a una de las plumas más importantes del siglo XX, dando nuevamente un guiño a la literatura.

De público conocimiento es su homenaje al escritor Dylan Thomas, utilizándolo en parte como nombre artístico. La conexión con la literatura se manifestaría en innumerables ocasiones, no sólo plasmándola con sus enormes versos proféticos, sino también con estos gestos del gran cantautor americano, ganador del premio Nobel de Literatura en 2016.

La gira no fue para nada un éxito a escala comercial, en muchas oportunidades perdieron dinero. No obstante, queda y quedará en el inconsciente colectivo ese circo rodante donde se fusionaron las más diversas expresiones del arte, donde un puñado de músicos geniales cantaron durante meses hasta altas horas de la noche, mientras los poetas, cómplices, escribían sin parar versos eternos, todo en un clímax de jolgorio y desenfreno fluyendo por la interminable ruta, buscando esa sensación de libertad fugaz.

En las propias palabras de Dylan, «la vida no va de buscarse a sí mismo ni de buscar nada. Se trata de crearse»; y me tomo el atrevimiento de agregar que para poder crearse primero es necesario perderse un poco.

Abogado para vivir. Letras, música y cine para intentar encontrar sentido a aquello que no lo tiene.