Opinión,  Textos de autor

Joker: algunos disfrutan pisoteando un sueño

I said, that’s life (that’s life) and as funny as it may seem
Some people get their kicks
Stompin’ on a dream
But I don’t let it, let it get me down
‘Cause this fine old world it keeps spinnin’ around

Frank Sinatra

Elegí comenzar esta reseña con nada menos que el final, o mejor dicho, con el tema musical que viene a cerrar esta auténtica obra maestra del cine, basada en el personaje de DC Comics. La canción: That’s life, de Frank Sinatra.

The Joker es, ante todo, un salto temporal por encima del cine de Hollywood que ha venido predominando, para situarse cerca de aquel arte oscuro y metálico de los 70 y 80. Es también un cachetazo y un “aquí estoy yo” de un sorprendente Todd Phillips (¿Qué pasó ayer?), quien dirije la que tal vez sea la mejor película de “superhéroes” de la década.

Y digo que es una vuelta atrás porque, no costará notarlo. Este filme acude al lenguaje cinematográfico de décadas pasadas, y a la violencia como eje central e indispensable del argumento, presente en referentes fuertes como podrían ser sin dudas Taxi Driver o La Naranja Mecánica.

Es también un cachetazo porque, en una época marcada por la corrección política y una bajada de línea constante por parte de quienes realizan cine para las masas, sorprenden la crudeza, la violencia y la demencia con que despliega Phillips en pantalla su propia versión del Joker. Y es a su vez un recordatorio para aquellos productores, de que el cine entendido como arte debiera a veces aspirar a algo más que mero entretenimiento «palomitero».

Porque si miramos en el fondo, esta cinta es también una denuncia, un grito reaccionario ante tanta crueldad que existe, no ya en la ficticia Gotham, sino en un mundo del cual todos somos parte. Pues en una sociedad consumida por la decadencia, el egoísmo y la lucha de clases, para algunos miserables la locura no es otra cosa que el catalizador inevitable de tanta violencia y sufrimiento.

Este guasón, que llega de la mano de un genio como Joaquin Phoenix (quien debería ser, pero seguramente no, ganador del Óscar por esta interpretación), nos acerca a Arthur Fleck, un hombre perturbado, enfermo y discriminado. Un ser humano. Pero no uno cualquiera, sino más bien uno de esos que la sociedad vomita fuera de sí. Aquellos «freaks» que en lugar de ser contenidos y tratados, terminan siendo objeto de burlas y ridiculizaciones, y hasta víctimas de un Estado que termina por darles también la espalda. Porque paradójicamente, cuando de recortar se trata, los de abajo son los primeros en sufrir.

Y Arthur es un demente y un desafortunado que intenta abrirse paso en una ciudad que no tolera y no perdona. Una ciudad decadente donde quienes se supone vienen a salvarnos, son los mismos que nos atacan frente a un micrófono. Los que hablan de conciliar a través de la confrontación, en este caso encarnada con acierto en la figura de un personaje fundamental en la historia de Batman.

Así, en la primera parte del film resulta fácil sentir empatía con él. Porque después de todo, es un hombre que, pese al dolor que atraviesa, busca sacar adelante su sueño. Un sueño que no es otro que el de llevarle algo de alegría a un mundo que parece reservarla sólo para unos pocos afortunados.

Y en esa búsqueda vana de convertirse en un humorista, comenzará su descenso a los infiernos. Entonces, esa risa patológica que no consigue ser llanto, terminará siendo el punto de inicio para la liberación del psicópata que lleva dormido, pero creciendo dentro; porque aunque suene a cliché, la violencia sólo puede engendrar violencia. Y Arthur encuentra en ella un contexto social muy caliente de por medio, el reconocimiento que tanto se le ha negado.

Es aquí donde aparece el valor de la gran interpretación de Phoenix, porque si en la primera parte sentimos lástima y simpatía por él, es a partir de este quiebre donde surge la personalidad psicótica, aterradora e impredecible de un Joker que guarda aquí bastante semejanzas con aquel inolvidablemente interpretado por Heath Ledger, sin dejar de tener sus marcas propias que lo elevan a otra dimensión.

Y es aquí también donde la película más se luce, resultando en un in crescendo de secuencias donde la violencia no es mostrada como recurso de divertimento o acción, sino como algo desgarrador. Hay una gran virtud aquí por parte del director que consigue escenas viscerales que impactan y perduran. Cada disparo, cada asesinato, duele, y duele de verdad.

La fotografía, en consecuencia, es estupenda, con planos y secuencias que se quedan grabadas en la retina por su trascendencia, junto a primeros planos que hacen lucir la tremenda interpretación de Phoenix. Se retrata una Gotham sucia y decadente, con tonos verdosos e insaturados, muy familiares al cine de Scorsese, del cual claramente este filme se nutre. La banda sonora acompaña con gran acierto el ritmo ascendente sobre todo del final, logrando estremecer en esta parte.

El guión tal vez sea, en algunos puntos, su costado más flaco, pues si bien es una historia bien narrada, hay algunas escenas que quedan algo inconexas, y aunque el coqueteo con cierto personaje del mundo de DC resulte interesante, no deja de sentirse algo forzado por momentos. Y cuando parece que la película va a despegar en ritmo, cae en cierta meseta hacia la mitad.

No obstante, The Joker es, pese a algunas críticas que recibió políticamente correctas, una historia humanista, lejos de aquella reivindicación de la violencia social que algunos le adjudican. Es una película tan realista, que nos alarmamos con lo que podría pasar, pues retrata nada menos lo que hoy en día sucede a menudo, cuando idolatramos “payasos” y los erigimos como bandera, como líderes de un movimiento, o lo que es más grave, hasta de un país.

Pero, ¿podemos entender, y hasta sentirnos movilizados con el costado humano de este Joker? Sí claro, deberíamos. ¿Debemos glorificar o justificar la violencia como única respuesta posible? Por supuesto que no. Pero sí deberíamos ser conscientes de que nuestra sociedad muchas veces es la que propicia y festeja el nacimiento de estos personajes, sólo para terminar viendo con horror el monstruo en el que acaban convirtiendose.

Y esta cinta nos ofrece ese enfoque para entender el nacimiento de uno de los mayores villanos de la cultura popular. Y nos interpela de manera directa, haciendo un mea culpa. Porque este guasón es consecuencia directa de una sociedad con desigualdades e injusticias. Es victimario y víctima de un mundo donde la falta de compasión y el desamor son capaces de arruinar y ridiculizar hasta el más puro de los deseos.

Porque, como canta Sinatra, y por curioso que parezca, algunas personas disfrutan pisoteando un sueño. Y entonces descubrimos que reír tal vez no sea muy distinto a llorar.

Arquitecto de profesión y fotógrafo aficionado. Amante del buen cine, la filosofía y la literatura. También fanático de Boca Juniors.