Alemania,  Textos de autor

La ideología del inodoro alemán

La primera experiencia frente a un típico inodoro alemán puede ser traumática para espíritus extremadamente sensibles.

En su libro El acoso de las fantasías, el filósofo esloveno Slavoj Žižek dice que “la ideología impregna los estratos de la vida cotidiana supuestamente ajenos a la ideología”. Un buen ejemplo de esto es el inodoro. Los tres modelos de inodoro más frecuentes en el mundo occidental, el francés, el angloamericano y el alemán, revelarían la manera cómo conciben el mundo estos tres pueblos.

No puedo resistirme citar directamente a Žižek sobre los tres modelos: “En un inodoro alemán tradicional, el agujero por el que desaparece la mierda cuando tiramos de la cadena está en la parte frontal, para que primero podamos olerla e inspeccionarla, no sea que presente síntomas de alguna enfermedad; … en el típico inodoro francés el agujero se encuentra en la parte posterior, para que la mierda desaparezca lo más rápidamente posible; por último, el inodoro anglosajón presenta algo así como una síntesis, una mediación entre esos dos polos opuestos: la taza del inodoro está llena de agua, de modo que la mierda flota en ella y resulta visible, pero no se presta a la inspección”.

Modelos alemán, aglo-américano y francés.

Pero además de poder inspeccionar la materia fecal, lo que quiere involuntariamente el modelo alemán es confrontar directamente al individuo con su propia mierda, la inmundicia que hace unos instantes hacía parte de su cuerpo. Quiere que la vea de cerca y la huela. Un pequeño castigo cotidiano porque no todo es placentero en la vida. Y un acto de humildad que sirve para recordarle su abyecta materialidad.

Este modelo fue adoptado en buena parte de los países del norte de Europa. De hecho, mi primera experiencia frente a un inodoro de estilo alemán fue hace mucho tiempo en Ámsterdam. Hasta ese momento yo solo conocía el modelo francés y el angloamericano. Este último es el que se usa en todo el continente americano. Recuerdo que esa vez pensé, bueno, ¿cuál es la idea aquí? ¿Qué necesidad hay de dejar claramente a la vista lo que no hay necesidad de ver? Me tomaría más tiempo entender que ese modelo (al igual que los otros) evidencia una profunda filosofía.

El modelo del inodoro alemán tradicional es tan chocante que incluso en Alemania tiende a desaparecer. Un efecto colateral de la globalización. En Berlín todavía se lo encuentra uno por ahí en las casas viejas que no han sido renovadas en los últimos veinte años, o en los servicios de cines viejos y semi destartalados en donde se ven buenas películas, pero en los que es mejor no tener necesidad de ir al baño. Y si todavía los fabrican, debe ser en cantidades reducidas, posiblemente para un mercado de alemanes fascistoides obstinados en mantener una Alemania pura. Esta gente podría reivindicar el rol del inodoro alemán como representativo de la autenticidad de los valores alemanes.

Pero no todo es malo en este inodoro. Algo muy bueno que tiene este tipo de WC es que necesita menos agua para funcionar –algo que le viene bien al medio ambiente– y al mismo tiempo es más efectivo en su misión de hacer desaparecer la caca, porque está diseñado para que el agua de la cisterna baje con mucha más fuerza que, por ejemplo, en el modelo angloamericano, que en esto, en particular, es un verdadero fracaso. Así, este inodoro es un buen ejemplo de la eficiencia alemana. Y, un detalle práctico que se agradece, al no caer la mierda en un pozo de agua, como en el anglo, no salpica las nalgas con la caída.

El modelo tenía tantas cosas positivas que en realidad los alemanes modernos no se deshicieron completamente del modelo tradicional. El inodoro de hoy, el que se ve con más frecuencia en las ciudades alemanas, en casas y baños públicos, combina aspectos del alemán tradicional con aspectos del francés. Aclaro que estoy hablando del francés moderno, no del horroroso modelo ‘turco’, muy popular en Francia hasta hace poco. Este inodoro híbrido franco-alemán podría ser un perfecto representante de la fraternidad europea (como los besitos que se dan Macron y Merkel cada vez que se reúnen), un nuevo modelo de inodoro que excluye completamente el estilo inglés. Algo que se ajusta, además, a estos tiempos de Brexit.

En este nuevo modelo, el hueco está en la parte de atrás, como en el francés, pero los alemanes no suprimieron completamente la zona plana horizontal, una especie de plataforma (la verdad es que no encuentro una palabra en español para designar esta área) que es donde caen y quedan expuestos los excrementos. Solo le redujeron el área a esta zona de manera que la caca se desliza enseguida hacia el hueco y no queda tan expuesta a los ojos del cliente, aunque la zona queda manchada. De este modo, si bien el usuario pierde de vista la crudeza de la totalidad del producto, se enfrenta de todos modos a las huellas (manchas) dejadas por su presencia.

Es por esto que no hay baño en toda Alemania (incluso en los cines y cafés destartalados de Kreutzberg, en Berlín) en los que no haya un cepillo al lado de la taza del inodoro. Hay que saber que los alemanes tienen fama de preocuparse mucho por la higiene del sanitario, y esperan que la persona use la escobilla para borrar la más mínima señal de lo que haya estado depositado allí. Esto es algo solamente apto para los ojos del responsable, no para los del próximo parroquiano.

En la cultura alemana, el WC (ir al baño) no está asociado con la vergüenza, como es el caso en la cultura angloamericana (la gente dice que va a peinarse), o asociado con la repugnancia, como sucede con los franceses (que, como mucho, dicen que van a “faire pipi”). Con esta última cultura tengo alguna experiencia porque viví unos años en Francia. Es tal la aversión de los franceses hacia el retrete que lo mejor es que les toilettes estén lo más alejado posible de la vista de la gente. En algunos cafés de París, para llegar aux toilettes hay que atravesar todo un laberinto de escaleras y corredores penumbrosos. Yo viví algún tiempo en una chambre de bonne sin baño propio sino solamente un toilette en el corredor para compartir con otras cinco o seis chambres. Era un lugar horroroso al que se entraba por pura necesidad, ¡cómo no!, y cuando no había necesidad, entonces uno apuraba el paso para evitar al máximo no solo la pestilencia sino hasta la vista de la puerta marcada con la palabra Toilette. Monique, una amiga francesa, una vez tuvo la oportunidad de alquilar una habitación con toilette propio, un estudio, como le llaman, pero lo rechazó porque ella prefería que ese lugar le quedara por fuera del cuarto para no tener que verlo.

Un dato más cargado de ideología: mientras en Alemania la gente limpia el baño después de usarlo pensando en el próximo usuario, en Francia, el baño es un lugar sucio por naturaleza, no tiene caso limpiarlo, por eso cada vez está más sucio. Un lugar a evitar en lo posible. Algo imposible, claro. Hace poco leí un artículo en el que alguien describe la cara que puso su amigo alemán después de salir del WC de un bistró parisino. El tipo se veía tan aterrado que parecía un cuadro de Edvard Munch. Lo creo.

Pero también los baños franceses han cambiado con la globalización (el turismo). Ya no son tan sucios y apestosos como eran en los años ochenta cuando yo vivía en París. Sería bueno también que los angloamericanos revisaran su modelo poco eficaz y excesivo consumidor de agua (porque a más agua, más se neutraliza el olor y se mantiene mejor la distancia) y que se dejaran inspirar en el francés (en el diseño, no en los hábitos de limpieza).

Siguiendo con el tema de la ideología tras el inodoro, Žižek cita a la escritora estadounidense Erica Jong quien en su famosa novela Miedo a Volar pone que, “En los inodoros alemanes está la verdadera clave de los horrores del Tercer Reich. Un pueblo capaz de construir inodoros como esos es capaz de todo”. No sé. Creo que se le ha ido la mano. Sin embargo, algo cierto es que, cuando tienes uno de esos WC en casa muy pronto te acostumbras al horror cotidiano, al punto de que ya no lo ves.

Este artículo fue publicado en el blog de su autora, la escritora freelance, traductora y editora de textos: Amira Armenta. La fotografía de portada, así como las del interior del artículo son originales de la cuenta de instagram @berlinertoiletten Agradecemos también las facilidades de nuestra revista aliada Desbandada.

Todo me interesa... en mayor o menor medida. Amira Armenta comenta sobre temas de actualidad política, cultural y social.