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La vindicación de la duda: retomando a Descartes

Desde la infancia hasta la edad adulta se nos ha enseñado que la duda es negativa, corroe el alma y amarga la existencia. Aunque la sociedad condene al dudoso y al que cuestiona, el dudar necesariamente nos lleva a pensar, repensar, poner todo patas arriba y volver a ordenar. ¿Cuán importante es dudar para la humanidad?

“El buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, pues cada cual piensa que posee tan buena provisión de él, que aún los más descontentos respecto de cualquier otra cosa no suelen apetecer más del que ya tienen”, esta frase, publicada en 1637 por el filósofo y matemático René Descartes da inicio al Discurso del método.

El autor estaba refiriéndose claramente a la capacidad de raciocinio que posee todo ser humano y que lo faculta para juzgar y distinguir lo verdadero de lo falso. Pese a que todos razonamos, no lo hacemos de la misma manera; nuestra razón está condicionada por determinadas experiencias personales.

“La diversidad de nuestras opiniones no proviene de que unos sean más razonables que otros, sino tan sólo de que dirigimos nuestros pensamientos por derroteros diferentes y no consideramos las mismas cosas”. Descartes planteó en la anterior idea una de las mejores explicaciones de lo que posteriormente fue objeto de estudio en la filosofía: la subjetividad del conocimiento, y lo complejo que puede ser en algunos casos determinar lo que es verdad y lo que es falso.

A través de sus ideas es posible apreciar a un hombre sumamente sensato, marcado por una época de crisis en torno a las creencias de su época, puesto que fue justo en ese tiempo, en el que se dio la transición entre un mundo explicado por la fe y la mitología hacia una nueva concepción de la humanidad y la naturaleza que buscaba fundamentar sus bases en el conocimiento científico.

Cabe señalar que Descartes no sólo era un hombre de ciencia, matemático y filósofo, también era un religioso que creía fervientemente en la idea de Dios. René Descartes fue educado en el colegio de La Fleche, dirigido por jesuitas.

El aporte de Descartes: Un método seguro para hallar verdades en la ciencia y fundamentado en la razón fue revolucionario en tiempos donde la oscuridad empezaba a disiparse. Tal fue su impacto que más adelante fue catalogado como el padre de la Modernidad. Con su filosofía se inauguró un período brillante para el desarrollo del conocimiento científico.

René Descartes, (1596-1650) retrato de Frans Hals en 1649.

La duda y el método cartesiano

El punto de partida del método cartesiano es la duda. La duda en Descartes obedece a razones históricas: el hombre de la época renacentista perdió sus convicciones. Las verdades impuestas por la iglesia católica en torno a la posición de la tierra se desmoronaron gradualmente a causa de los descubrimientos científicos de Nicolás Copérnico, expuestos en la teoría heliocéntrica, que posteriormente fueron confirmados por Galileo Galilei. La naturaleza y sus diversos fenómenos requerían de una explicación más humana que divina.

La idea de Dios es desplazada por la idea del hombre. Los ojos de la humanidad dejan de contemplar el cielo para detener su mirada en las obras terrenales junto con todas las contradicciones que supone la vida.

Aunque el pensamiento cartesiano está dirigido a un campo específico de aplicación (las ciencias), es posible ampliar sus reflexiones a otros contextos como la cotidianidad del ser humano, que atraviesa diversas perplejidades durante las diferentes etapas de su existencia.

El método no sólo nos habla de ciencia, también de la vida misma. Sus principios, concebidos para ser aplicados en la búsqueda de un saber científico, sobrepasan ese campo al ser también pertinentes cuando se trata de conocer y comprender otro tipo de conocimientos, otro tipo de realidades y de fenómenos.

Los principios del método cartesiano son aplicables a cualquier hecho o circunstancia en la cual lo mejor es someter a prueba lo que parece evidente a nuestros ojos, pero que en algunos casos carece de veracidad.

  1. No admitir como verdadero algo sin tener clara evidencia que lo es.
  2. Dividir cada una de las dificultades a examinar en cuantas partes sea posible.
  3. Conducir ordenadamente el pensamiento empezando por aquello que es más fácil y simple de comprender hasta llegar a lo más complejo.
  4. Revisar e integrar cada dificultad o asunto tratado hasta estar seguros de que no omitimos ningún detalle que pueda ser importante.
Galileo ante el Santo Oficio, obra de Joseph-Nicolas Robert-Fleury, 1847.

Descartes propone su duda metódica como el inicio de la ardua búsqueda del conocimiento. La duda, que no es escepticismo sino cautela, se expresa a través de cuestionamientos que buscan ser resueltos con certezas. La duda ha sido el punto de partida de los cambios transcendentales de la historia humana.

Cuando la humanidad o alguna parte de ella ha cuestionado visiones imperantes del mundo, estamentos, formas de gobierno, concepciones dominantes sobre el modo de llevar los intereses de la mayoría, se originaron revoluciones, cayeron imperios, monarquías; sistemas económicos, sociales y políticos. ¿Qué sería de la humanidad si no se cuestionara a sí misma, sus obras, sus invenciones, sus sistemas y realidades?

La duda convertida en cuestionamiento es magnífica cuando despierta en las personas un infinito interés por conocer el cómo, el porqué de las cosas y los hechos, al tiempo que insta a buscar respuestas donde sólo existe incertidumbre.

Con Descartes aprendimos que los sentidos nos engañan. Por ello podría ser provechoso reivindicar la duda en estos tiempos de abundancia de información y desinformación, en tiempos de opiniones expertas e inexpertas sobre cualquier asunto de interés social. Retomar el dudar no sólo cómo punto de partida de un método para la ciencia, sino como un vehículo para indagar con mayor profundidad y comprender las dinámicas de la vida económica, social y política que afrontamos día a día.

Dudar más allá del ámbito científico

Desde el terreno de las creencias personales, la duda convertida en pensamiento crítico también nos puede llevar a reafirmar lo que somos, lo que creemos y la realidad que aceptamos como verdadera de acuerdo a nuestra ética, principios y experiencias, por tanto creer en Dios no significa que no se pueda cuestionar la idea de Dios que nos han enseñado.

Creer en nuestros padres, en nuestro país, en determinados líderes y partidos políticos, no significa que no podamos someter a crítica todo aquello que representan. Creer en nuestras costumbres, tradiciones y haber crecido en un determinado sistema nunca significará que no se pueda poner en tela de juicio el soporte ideológico que lo sustenta.

La presencia de diversas opiniones sobre temas de corte político y social que tienen lugar en las denominadas redes sociales y que algunas veces terminan en intensos debates ideológicos son un ejemplo de que el mundo ha perdido el deseo de dudar y que la autocrítica no es una cualidad de algunos sectores de la sociedad.

Todos afirmamos verdades, pocos cuestionan. Pocos se autocritican. Todos señalan las supuestas debilidades de quienes se muestran opuestos a sus creencias y tradiciones. Sobre el fuerte arraigo a las tradiciones aprendidas durante la vida y reproducidas culturalmente, Descartes afirmó: “de suerte que más son la costumbre y el ejemplo los que nos persuaden que un conocimiento cierto”.

En las ciencias es posible hallar verdades universales e indiscutibles, hasta cierto punto, a través de rigurosos métodos donde la duda es indispensable. En contraste, hallar una verdad absoluta desde las creencias, costumbres y concepciones personales sobre el mundo, basadas en la experiencia, siempre será una utopía.

Que una perspectiva en particular sea mostrada como verdad, no significa que lo sea y que aplique para el resto de los mortales.

¿Qué nos queda? Pues la duda y el cuestionamiento. Bien dirigidos pueden llevarnos por caminos difíciles de transitar en los cuales nuestra ignorancia quedará al descubierto, como le sucedió a Descartes.

Los principios citados del método cartesiano aparecen ante nosotros como pasos simples, pero ¿qué tan dispuestos y abiertos estamos a dudar y cuestionar cuando abrimos los ojos todas las mañanas con el pensamiento de que es un día más para sobrevivir en el vasto e inmenso universo, del cual sólo somos un punto más entre tantos?

René Descartes interpretado por Ugo Cardea, en Cartesius (un filme de 1974).

Imágenes: Archico.