Cartagena,  Opinión

Mi pelo también vale, feminismo negro

Situada en el Caribe colombiano, Cartagena de Indias fue en la época de la Colonia un puerto negrero y hoy en día es reconocida como un importante destino turístico de América Latina.

Ahora bien, Cartagena, de Indias tiene muy poco, y si le vamos a poner apellido a la ciudad, debería ser ‘de Negras’.

Me atrevo a decir esto porque haber sido el puerto negrero más importante de América Latina influyó en nuestra cultura y porque lo que se vende de esta ciudad está cimentado en las raíces africanas.

Cómo afirman muchos estudios académicos, han existido procesos que claramente han querido blanquear la historia, lo cual ha hecho complejo que «lo afro» se reivindique verdaderamente, más allá de que el 35% de la población cartagenera se considere afrodescendiente.

Sólo basta con bajarse del avión, del barco o incluso llegar por carretera para darse cuenta de que esta ciudad es negra. La mayoría de los cartageneros o cartageneras «tenemos el negro por algún lado», ese es un dicho popular que se escucha muy a menudo.

Yo pensaba que lo tenía claro, pero no fue hasta hace poco que entendí que lo afro estaba atravesado en mí, y fue mi pelo el que me hizo dar cuenta. ¿Pero qué tiene que ver el pelo con algo tan serio como lo es la identidad?

Para nosotras las mujeres, el pelo tiene un enorme significado, desde lo más banal hasta la herencia que muchas de las culturas ancestrales han tejido alrededor de este “accesorio” del cuerpo.

Para los afrodescendientes también tiene su historia. Su connotación reivindicatoria. La tradición oral cuenta que a través del trenzado que se hacían los negros esclavos se tejían las rutas para el escape hacia los palenques.

Feminismo negro

El pelo afro ha sido simbólico en mujeres que han hechos grandes aportes a la humanidad. Mujeres que han emprendido diversas iniciativas ciudadanas que tienen como objetivo empoderarlas por medio de su identidad afro. Sin embargo, ha sido un largo camino.

Entendí la importancia de reconocernos como mujeres con nuestras diferencias, cuando leí el capítulo Why black feminist thought? de Patricia Hill Collins en Intellectual activism; me enseñó la importancia de reivindicar la historia y el presente de las mujeres afroamericanas, a partir de sus propios discursos, a través de sus propias voces para salirse de los estereotipos que les han planteado a través de los años.

Es necesario que se hable de feminismo negro, pero desde las mismas voces que han estado silenciadas por mucho tiempo. Luego de quince años de no vivir en Cartagena me encuentro, al regresar, con que hay muchas más mujeres con afro, con trenzas, con sus rizos y la mayoría de ellas son mujeres negras y mestizas que han aceptado y reivindicado su pelo afro.

En Cartagena el cabello rizado también es llamado pelo «rucho», y esta mala connotación caló con fuerza en la ciudad, sólo los palenqueros, los artistas y la gente con look alternativo se atrevía a llevar su pelo así. Solían ser muy pocas las peluquerías especializadas este tipo de pelo.

Crisis de identidad

Durante mi época del colegio nunca quise mi pelo porque era rizado y abundante. Requería un tiempo peinarlo. Mis amigas y yo hablábamos sobre la necesidad de alisarnos el pelo y de eliminar los rizos; sin embargo, conté con la suerte de que mi mamá ya había pasado por esto y sabía que no había nada bueno en alisarse el pelo.

En el contexto laboral, mis amigas reconocían estar cansadas de usar planchas y químicos para ir «bien presentada» al trabajo o para ir «bien peinadas» a una entrevista de trabajo, ambas cosas equivalían a eliminar los rizos o tu afro.

En Bogotá, una antigua jefe me dijo que debía recogerme el pelo porque mis rizos distraían. En ese momento entendí que no todo lo tenía claro. No supe cómo argumentarle el hecho de dejar mis rizos al aire. No es fácil defender algo cuando tú no estás empoderada y desconoces que es válido ser diferente.

Acciones de cambio

Iniciativas como «Pelo Bueno», liderada por Cirley Tatis, busca inspirar a niñas y mujeres para que lleven con orgullo su pelo afro o rizado. Esta iniciativa, que lleva más de un año en Cartagena, ha utilizado diferentes redes sociales y ha sido exitosa porque no sólo se ha quedado en el activismo por la web.

A través de conversatorios y talleres intentan enviar un mensaje de amor propio y de resaltar la estética negra, obviamente distinta de los patrones de belleza que se venían imponiendo en la ciudad.

Al igual que Cirley, existen mujeres como las chicas de Rizos Cartagena, una peluquería experta en cabellos rizados y pelos afro, quienes acompañan a otras mujeres en el proceso de transición, un proceso en donde se renuncia a usar productos químicos para alisar el cabello.

Una mujer en este proceso de transición me cuenta que al inicio fue muy difícil; asegura que ahora tiene su afro, y aunque a muchos no les convence esta nueva apariencia, ella está feliz porque entiende que no sólo es un look, sino que es el renacer de una nueva mujer que representa su identidad afrodescendiente.

Es así como, poco a poco, las mujeres en Cartagena validan otras estéticas logrando que la discriminación por género, por raza y clase, se aborden desde la perspectiva del feminismo negro.

Estos abordajes abren los ojos ante un fenómeno social que hoy se comienza a ver reflejado en ciudades como la mía. Se lucha para que cada vez más se reivindique la identidad de la mujer afrocaribeña.

Hoy más mujeres pueden ir al «quinceañero» con su afro, a una entrevista de trabajo con sus trenzas, pueden atender a clientes con turbantes, o simplemente las niñas pueden ir tranquilamente al colegio con sus rizos al aire.