Ciencia y Tecnología

Ondas gravitacionales: un descubrimiento que esperó por 100 años

Hace 100 años, desde un despacho sencillo de la Oficina de Patentes el físico Albert Einstein imaginó lo que Lawrence M. Krauss y los miembros del equipo de LIGO (Sigla en inglés del Observatorio de Interferometría Láser de Ondas gravitacionales) descubrieron a principios de enero: que las ondas gravitacionales son una comprobable realidad y no un truco matemático para hacer cuadrar las ecuaciones que describían la célebre Teoría de la Relatividad.

Es tal vez el mayor descubrimiento desde que Galileo Galileili desarrolló la tecnología del telescopio, utilizado para ofrecer una prueba de sus hallazgos astronómicos, y el mundo se enteró gracias a un tuit de Krauss del 11 de enero de 2016, que fue replicado y difundido por miles de personas en todo el mundo.

El LIGO es una serie de sofisticados equipos que han costado unos 620 millones de dólares, pero que le han abierto a la humanidad una puerta sin precedentes en la exploración astrofísica.

Esos costosos equipos permitieron hallar lo que Einstein había predicho en 1916 cuando formuló la teoría que habría de cambiar la física y posibilitarnos incontables progresos.

En pocas palabras, las ondas gravitacionales se produjeron en los equipos que conforman el LIGO, después de colisiones muy violentas de subpartículas y que dejan salir una enorme energía, casi tanto como millones de bombas atómicas juntas.

Las ondas detectadas por los sofisticados aparatos, concretamente, son el resultado del choque de dos agujeros negros hace mucho tiempo y viajaron por el universo hasta atravesar la Tierra. Su identificación es como si se captara el movimiento de un cabello situado entre nuestro planeta y la estrella más cercana, distinta del sol. Así de sensibles son estos equipos.

Ondas Gravitacionales, gráfica de seniorennet.be

Pero, ¿qué son las Ondas Gravitacionales?

Son una ondulación del espacio-tiempo producida por un cuerpo masivo (como un agujero negro) que viaja a gran velocidad y se acelera enormemente. Según la Teoría de la Relatividad, este tipo de ondas se transmiten a la velocidad de la luz. Además de constatar la teoría de Einstein, al comprobar directamente su existencia, permiten afirmar que la radiación que causan estas ondas se genera desde un objeto o desde varios objetos que se mueven entre sí.

Anteriormente al descubrimiento, sólo se conocían evidencias indirectas de ellas, como el decaimiento del periodo orbital observado en un púlsar binario. En marzo de 2014, el experimento BICEP2 anunció la detección de ciertos modos en la polarización del llamado fondo cósmico de microondas que fue detectado por el observatorio espacial COBE y que les valió a sus descubridores el Premio Nobel, lo que sugería una prueba indirecta de ondas gravitacionales primordiales. Los estudios combinados con el telescopio PLANCK desvelaron que los resultados de BICEP2 podían ser explicados por la interferencia del polvo cósmico, por lo que se dejaron de lado a falta de más evidencia.

Es importante que se haya comprobado que existen las ondas gravitacionales porque, científicos habían intentado, sin éxito, durante décadas detectar estas ondas, fundamentales para entender las leyes del Universo y que muestran cómo los objetos hacen que el espacio-tiempo se curve.

Según Einstein, todo cuerpo en movimiento emite esas ondas que, de la misma forma que una piedra afecta el agua donde cae, producen perturbaciones en el espacio. Y fue el 25 de noviembre de 1915 cuando Albert Einstein presentó la versión final de sus ecuaciones del campo ante la Academia Prusiana de las Ciencias.

Aunque inicialmente no se hacen aplicaciones prácticas de un descubrimiento como este, ya se ha usado, por ejemplo, en los sistemas de navegación satelital.

Artículo publicado por el periodista Germán Mendoza Diago el 14 de febrero de 2016.