Nadar en el vacío de la nada
Al principio, actúa por un instinto de superioridad, pero no podemos evitar empatizar con él en el transcurso de su desamparada odisea.
La concupiscencia de una señora de 80 años, un cuento de Eduardo Viladés
En efecto, fui puta, sigo siéndolo, para mí es un piropo. ¿Pasa algo? Si no te gusta, te jodes.
El seductor, un cuento de Amelia Beatriz Bartozzi
Lloraba como un chico. Anduvo toda la noche buscándola en los hospitales, en las comisarías, en su casa. Dos días después seguía sin aparecer.
Ojos color fuego, un cuento de Ramiro Rodríguez
Las horas se derritieron con la calma de un velón en una iglesia, y sin saber cuántas habían pasado, con la vista nublada y un mareo insoportable, pudo ver cómo a su alrededor tres “médicos” asentían entre ellos y finalmente se acercaron a él.
Los grises ojos del pistolero, un cuento de Rodolfo Lara Mendoza
Mamá está de pie, junto a la ventana, planchando una camisa, y ha dejado la plancha sobre aquella prenda que, en mi recuerdo, años después, sigue sin quemarse: ¡Es increíble la pericia de mamá!
La gorda bajo la higuera, un cuento de Amelia Beatriz Bartozzi
Al llegar a la casa, vi una señora muy gorda en el jardín, debajo de una higuera, estaba amacándose en una mecedora de esas de antes. Tenía la mirada perdida, parecía no verme ni escucharme; ni siquiera dijo una palabra.
Heriberto y el Mago Robaviento, un cuento de Jaime Arturo Martínez Salgado
Un repentino estruendo se escuchó entonces y por las puertas de la casa empezaron a salir los vientos adormilados. Cuando tuvieron conciencia de encontrarse libres, buscaron orientación, y como una tromba empezaron a salir del fondo de la laguna.
En el bosque, un cuento de Ryunosuke Akutagawa
¡Ah, ese silencio! Ni siquiera cantaba un pájaro en el cielo de aquel bosque. Sólo caía, a través de los bambúes y los abetos, un último rayo de sol que desaparecía… Luego ya no vi bambúes ni abetos. Tendido en tierra, fui envuelto por un denso silencio.
El vuelo del zeppelin, un cuento de Andrea Martínez Rodríguez
Monté en avión y vi las nubes. Son mucho más grandes de lo que parecen a lo lejos, son como inmensos copos de algodón flotando en el cielo.
Solos, Maluma y yo; un cuento de Daniel Moris
Nos quedamos solos, Maluma y yo, en aquella lúgubre contradicción de la medicina posmoderna, en aquella ventana de tiempo que parecía extenderse hasta los inconfundibles confines del desasosiego.