Viajes y encuentros, un relato de Fernán Correale
Uno viaja para conocer a una mujer o para olvidarla. No recuerda cómo empezó a escribir ni por qué, pero sí recuerda cómo escribía en hojas rayadas cuando era adolescente...
Espejo horizontal: tres cuentos de Balansi
El tiempo pasa y al arbusto en el que nos colgamos los secretos se le rompen las ramas o se quema por accidente, yo me hago arbustos con lápices pero no sirve de mucho, si os sirve de ejemplo.
Me hundiré en el duelo de mí mismo, un cuento de Fernán Correale
Pensaba en su esposa muerta, o simplemente se había separado, pero algo había muerto.
El cachirulo que vibra
Llevaba en paro veinte años. Vivía en España, no lo olvidemos, cuna de parásitos retóricos que se nutren de envidia y mediocridad. Por eso, cuando vio el anuncio se emocionó.
Los lectores, un cuento de Andrés Pinzón-Sinuco
El proyectil, precedido del sonido metálico del silenciador, perfora sin esfuerzo el esternón y el tendón intermedio del cuello de Phillip. El cuerpo cae al suelo en lo que tarda un suspiro en disiparse.
La calle con olor a salitre, un relato de Eduardo Viladés
Si yo pudiese, creo que saldría a pasear todas las mañanas por la playa de Las Arenas luciendo pantorrilla y escote. Remedios fue novia durante un tiempo de Ezequiel, el chaval que trae el género a mis padres con el camión.
Las Águedas, un relato de Eduardo Viladés
En Sicilia, aunque gocemos de un clima mediterráneo y tendamos al histrionismo, somos muy cautos a la hora de entablar conversación con las chicas, quizá fruto de la insularidad y de que la mamma siempre nos tiene bajo control.
El evangelio de los perros, un cuento de Rodolfo Lara Mendoza
Lo demás era noche cerrada. Silencio en el que no tenía cabida voz humana alguna, aquel engreído juguete de Dios que desde hacía tiempo yacía hecho pedazos. Los perros, en cambio, seguían incólumes.
Veinte gramos, un relato de Elkin García
Tengo un gato negro (mis amigos dicen que llevo encima la mala suerte). Actualmente vivo en un apartamento que comparto con mi novia que es una exprostituta y ahora no le parece bien chuparme el pene porque se ha vuelto moralista.
Hotel abandonado, un cuento de Fernán Correale
Pero no, sos débil como una anciana cruzando Rivadavia con dos mochilas al hombro. Al menos llegó a vieja, mirate a vos, un piojo metido en su estuche de goma a punto de reventar y quedar sordo.