Opinión

En agosto nos vemos

Escrito por Amira Armenta

A raíz de la publicación de En agosto nos vemos, me he estado acordando de algunas cosas que siempre he sabido de Gabriel García Márquez. Una de ellas es que escribió una obra maestra, Cien años de soledad, publicada en 1967, cuando el autor tenía cuarenta años. A los cuarenta, un escritor es todavía un joven escritor. De modo que a GGM le quedaban por lo menos otros cuarenta años más para producir novelas que (necesariamente) iban a ser inferiores a la de 1967. No tenían que ser malas, solo inferiores. Porque, ¿quién ha escrito dos obras maestras en su vida?

Ni siquiera Cervantes. Si la primera parte del Quijote es magistral, la segunda deja bastante que desear. Con el perdón de quienes piensen que esto es un despropósito. Lo mismo podría decirse del Fausto de Goethe. Si no le hubiera dado tiempo a escribir la segunda parte (que también apareció de manera póstuma), el mundo no se hubiera perdido de nada. Menciono también a una de mis autoras preferidas, Virginia Woolf. Dentro del género, técnica y estilo que ella desarrolló, La señora Dalloway es una obra maestra. Ese único libro habría servido para ponerla en el pedestal de los grandes. Y otros libros suyos como, Las Olas, o Una habitación propia, son muy buenos, también manejan una técnica impecable y renovadora, son piezas clave del puzzle que conforma toda la obra de VW, pero, en mi opinión, no alcanzan la cima de Mrs Dalloway.

Pero si hay que comparar a GGM con alguien es con Kafka. El Castillo y El Proceso, son obras inconclusas, publicadas póstumamente, y que conocemos gracia a la desobediencia de su amigo Max Brod, que no destruyó los manuscritos como le había pedido Kafka que hiciera. Su novela breve, La metamorfosis (1915) inaugura en la literatura universal una estética inédita, a tal punto que no había palabra para definirla. Tuvieron que inventarla. Desde entonces se habla de lo ‘kafkiano’. El Castillo y El Proceso son kafkianos. Los entendemos porque hemos entendido La Metamorfosis. Si bien, En agosto nos vemos no tiene en lo más mínimo la trascendencia de las dos obras póstumas citadas de Kafka, sí tiene lo que se llamaría, el aura garcimarquiana, que se desprende del ambiente de ese lugar en el Caribe en donde se desarrolla la historia, del calor, de las descripciones del paisaje y del trayecto en el barco, de la música, el baile, el alcohol, el sexo consumado con fuerza entre sábanas de hoteles baratos, y del mensaje póstumo de una madre muerta y enterrada hace años.

Comparo a Kafka con GGM, desde la perspectiva de la totalidad de su obra. Hay partes imperfectas, pero también éstas forman parte de un todo, de un mundo real-fantástico en el caso de Kafka, y de un mundo real-mágico en el caso de GGM. Y aunque no haya fantasía ni magia en todas sus narraciones, hay un perfume, una sensación, sugerencias, descripciones que remiten mentalmente a un ambiente de fantasía y de magia.

Si la segunda parte del Quijote no hace honor a la primera, no importa, forma parte, no obstante, de un mundo quijotesco, y en eso radica ya su valor.

En agosto nos vemos no era una obra necesaria. Los hijos de GGM han podido incinerar el manuscrito, y el mundo literario no se hubiera perdido de gran cosa. Las razones para publicarla, aunque nos las podemos imaginar, $$$) no tienen ninguna importancia para el lector. Como cuando un pintor decide añadir una uva más, pequeñita, insignificante, en su último enorme bodegón de frutas en una bandeja bajo un rayo de sol.

A propósito de la aparición de En agosto nos vemos, a pesar de la prohibición expresada por el autor antes de morir, las opiniones se dividen entre quienes creen que hay que respetar el deseo del autor y quienes creen que no. Entre estos últimos, el ejemplo de Max Brod siempre sale al ruedo para justificar la traición. Pero el argumento es vacío. Si Brod hubiera quemado los manuscritos de Kafka, ahora nadie conocería esos libros maravillosos. Es verdad. Pero esto no tendría ninguna importancia, porque uno no echa en falta lo que no conoce, lo que no existe. Cuando no sabemos de lo que nos perdemos, no nos perdemos de nada. Personalmente, me inclino por respetar los deseos de los moribundos.

En agosto nos vemos, una pieza menor del universo garcimarquiano, ha tenido la suerte de sobrevivir. Si llega a convertirse en un bestseller (no hay que olvidar que los libros que mejor venden no suelen ser los mejores) no me extrañaría que el título se vuelva tan popular, que terminaremos por parafrasearlo en otros contextos, del mismo modo como se habla de muertes anunciadas, o de amor en tiempos del sida o del corona. Nos despediremos diciendo, en agosto nos vemos. O en septiembre, o en cualquier otro mes, sabiendo que hay una referencia a un título novelesco.

Amira Armenta

Todo me interesa... en mayor o menor medida. Amira Armenta comenta sobre temas de actualidad política, cultural y social.