La obra del Tuerto es un buen ejemplo de que para hacer poesía no se necesita recurrir a temas románticos como fuente de inspiración.
Monté en avión y vi las nubes. Son mucho más grandes de lo que parecen a lo lejos, son como inmensos copos de algodón flotando en el cielo.
Sin métricas o camisas de fuerza, el autor describe los paisajes y las emociones que ocupan su atención, bajo la mirada de quien narra su tiempo.
Mendoza es como una joven dama conservadora que tiene sus pecadillos. Luce radiante, hermosa, optimista e ingenua. Esa ingenuidad que la caracteriza es propia de su naturaleza bucólica.
Cuántos años hacen falta para olvidar una mirada, un reto, una desilusión, un reproche, un fracaso, un sopapo, un examen, un pecado, un olvido, un exabrupto, un llanto, un error, un momento.
Como si la condicion de local pesara angustiosamente sobre los hombros de los protagonistas, el Clásico de Otoño finalizó sin que los locales pudieran vencer en sus propios estadios.
Es una mujer guapa, inteligente, de esas de rompe y rasga, cautivadora, aunque su principal problema es que no se lo cree y se boicotea continuamente.
Yo le puedo asegurar que no vi una sola rata de carne y hueso durante los dos días que estuve en este poblado de casas de entramado y de piedra arsénica, la mayoría renacentistas.
Aquella tarde corrieron a resguardarse del viento y la lluvia bajo un pequeño techito. Y ahí se quedaron un rato, el tiempo suficiente para caer ante el embrujo del amor en cuerpo y alma. Cuando volvió a su casa, su marido tenía sólo media mujer.
Algunos se atreven a decir que es el espectro de un hombre delgado, de estatura mediana, vestido con traje oscuro. También hay quienes aseguran que se trata de un hombre que solía subir siempre a este colectivo.