Narrativa

Extinción; once minicuentos de Rubén Darío Álvarez

Peste

“Este es el paraíso que nos prometió la revolución científica”, dice el abuelo a los nietos, mientras todos se acomodan los tapabocas que anoche recomendó el Presidente de la República.

Tarde neoyorkina

Son las 4 de la tarde en la avenida Broadway. Un anciano gordo intenta cruzar el primer carril, pero resbala y cae sentado junto a dos contenedores de basura. El tumulto fluye impasible. Un cuarteto callejero improvisa una pieza de jazz en la acera de enfrente. De repente, aparecen dos policías y levantan al gordo sin emitir palabra. Luego, la patrulla se esfuma en el pavimento interminable, mientras la banda sigue ejecutando un tributo a Coltrane.

Extinción

Espantado ante la brutal soledad de las calles, lamentó que el toque de queda no le hubiera dado tiempo de confinarse en su residencia antes de la hora cero. Aún no sabía que era el único humano que le quedaba al planeta.

Histrionismo

Fue tan convincente su manera de fingirse muerto, entre más de diez masacrados, que cuando quiso levantarse ya hacía parte del rimero de cadáveres que los verdugos habían sepultado en una fosa común.

Tocando el cielo

El peón está enamorado de la esposa del hacendado. En la noche, amparados por luz intranquila de un mechón, los tres juegan al dominó mientras se acerca la obligación del sueño. En medio de la semioscuridad, el jornalero presiente que su amor es correspondido: la patrona le acaricia las botas con la ternura de sus finas sandalias.

Impertinencia

Se necesitaron más de veinte años para que el funcionario –¡por fin!– se atreviera a interrogar al limosnero que diariamente se apostaba a los pies del edificio estatal:

–¿No cree que, después de tanto tiempo recibiendo la caridad de los transeúntes, es para que usted hubiera alcanzado una vida más digna?

–No lo crea –replicó el callejero—. La vida no siempre es tan lógica como se quisiera: ustedes llevan más de dos siglos desangrando el erario, y cada vez se muestran más indignos que un pordiosero.

Karma

Acostado de mala manera sobre la camilla de un hospital rural, el senador sentía que la vida se le escapaba a través de las heridas que le había dejado el accidente automovilístico. Sólo una enfermera reconoció en aquel rostro ensangrentado al protagonista de un sonado escándalo, que tenía que ver con algo así como un desfalco a la red hospitalaria nacional.

Protocolo

Cada domingo una viuda de alta alcurnia riega con lágrimas las flores de plástico de la tumba del esposo. A veces entrega unas monedas a dos viejas plañideras, para que le dediquen oraciones o trozos de algún canto responsorial, así sea mal entonado. A las puertas del cementerio, el amante desconcertado la increpa sin consideración:

–No entiendo el porqué de esas lágrimas, si se supone que lo odiabas con todas tus fuerzas.

–Lloro –confiesa la dama–, porque no sé hasta cuándo tendré que seguir comportándome como una viuda ejemplar.

Gregorio Samsa

Tres zapatazos y una ráfaga de insecticida no fueron tan letales como el hecho de haber descubierto que, para su familia y su jefe, él no era más que una necesidad andante, que de vez en cuando producía ganancias monetarias.

En la penumbra

Al fondo de un bar de baja estofa, y ante un reguero de mesas desocupadas, una mujer borracha espera a cualquier cliente, mientras en la pequeña tarima un cantante de tangos se hace acompañar de cuatro músicos que intentan llamar la atención de los transeúntes. Soñando despierta, la mujer borracha juega a creer que aquel repertorio de historias sórdidas fue escrito especialmente para ella.

El cambio

Llevaba tantos años cumpliendo su cadena perpetua que cuando falleció, sus compañeros de reclusorio pensaron que, por lo menos así, había recuperado su libertad. La carcajada de Satanás estremeció el inframundo.

Foto: Instant Karma
         
Rubén Darío Álvarez

Escritor y periodista colombiano. Autor de dos antologías de crónicas: Noticias de un poco de gente que nadie conoce, (Ed. Pluma de Mompox, 2007) y Crónicas de la región más invisible (Universidad de Cartagena 2010). Es uno de los conductores del programa radial Música del Patio, que se emite por la emisora UDC Radio, de la Universidad de Cartagena.