En ochenta años de existencia, ha sido representada la historia del hombre murciélago varias decenas de veces, pero Gotham conservará durante algún tiempo la distinción de haber contado la vida del niño que perdió a sus padres en un asesinato a la salida del teatro.
Obtener una beca en Zipaquirá, diría luego Gabo, fue como ganarse un tigre en una rifa. «El colegio fue un castigo y ese pueblo helado fue una injusticia», le dijo Gabo a un suplemento literario en Madrid, España.
El Guadalquivir ennegrece pese al claro de luna. Ha sido un día complejo, colmado de texturas y luces y sabores; uno de mis recuerdos más nítidos, ahora, cinco años después, cuando escribo esto que aquí les cuento.
Un gran historial de aciertos y milagrosas intervenciones lo precede. Anda de un lado para otro “componiendo” a los accidentados y, en algunos casos, revitalizando a los pacientes de casos clínicos cuyos traumatólogos han dado por perdidos.
Dios se encuentra notoriamente cansado de observar las malas decisiones humanas, no le apetece contestar una numerosa cantidad de plegarias y menciona con nostalgia que los terrícolas han dejado de sacrificar corderos en agradecimiento.
Finch se había adelantado a sus pasos, concluyó. No solo eran parecidos, también, revisando su carrera, descubría que Finneas Finch había cursado cada cosa que a Gutmann podía interesarle.
No nos importaba un carajo si íbamos a comer o no. Nosotros queríamos hacer teatro aunque costara lo que fuera. Si nos tocaba vender enciclopedias para poder financiar nuestro teatro, lo hacíamos.
Lucho tenía la inquebrantable convicción de que su vehículo sería el escogido para que Gabriel García Márquez, acompañado de su esposa Mercedes Barcha, paseara por las calles de su infancia.
Al cerciorarse de que sí respiraba se aventuró a preguntarle que quién lo había apuñalado. Julius sólo dijo: — Pathé!
Miles de hombres y mujeres jóvenes dejaron sus trabajos, educación, familias y todas sus posesiones materiales para unirse a la secta los Niños de Dios.