Textos de autor

Paul Celan y Martin Heidegger: la admiración y el disgusto

Paul Celan es el más importante poeta lírico alemán de la segunda mitad del siglo XX. Era judío y sobrevivió a la reclusión en un campo de trabajo forzado nazi en la región de Moldavia. Tuvo una breve pero intensa amistad con Martin Heidegger. Tan es así que fue acogido por el filósofo en varias ocasiones en la cabaña que este poseía en el poblado de Todtnauberg, en aquellos años pleno corazón de la Selva Negra, situada en el estado federado de Baden-Württemberg.

La admiración de Heidegger por la poesía de Celan (a quien escuchó en un recital multitudinario el 24 de julio de 1967 en la Universidad de Friburgo de Brisgovia de la que fuera rector) era tan grande como la que Celan sentía por el filósofo, cuya obra estudiaba con entusiasmo. También se sabe que la invitación de Heidegger tuvo como propósito principal guiar al poeta por algunas de las rutas y lugares que casi un siglo antes recorriera Hölderlin, sobre cuya poesía Heidegger escribió extensos e intensos estudios.

Las reuniones entre nuestros personajes se produjeron entre julio y agosto de 1967. Fuentes muy confiables informan que durante esos encuentros Celan abrigó la expectativa de que su anfitrión mostrara arrepentimiento por haber militado en el Partido Nacionalsocialista, y que aceptara como crimen el genocidio conocido como la solución final.

Pero la esperanza de Celan se frustró durante sus permanencias en la casa de Heidegger (algunas de varios días). El filósofo nunca se refirió en lo más mínimo, directa, o indirectamente al holocausto, tampoco expresó arrepentimiento por su pasado nazi, ni mucho menos evidenció empatía alguna que indiciara una condena de la aniquilación (la palabra preferida de Hitler) de los judíos. Como es sabido, jamás lo hizo en ningún momento posterior.

El último encuentro de estos dos gigantes ocurrió en marzo de 1970. Celan se suicidó en París un mes después (el 20 de abril), arrojándose al río Sena desde el puente Mirabeau. Heidegger vivió durante seis años más. Moriría plácidamente el 26 de mayo de 1976, haciendo honor a una de sus enigmáticas fórmulas: avanzar hacia una estrella, sólo eso, la cual hace de epitafio en la lápida de su tumba.

Paul Celan (1920 – 1970)

El 25 de julio de 1967, un día después de su apoteósico recital en la Universidad de Friburgo, mientras permanecía como invitado en la cabaña de Heidegger, el poeta escribió Todtnauberg, un texto alusivo a dicha visita. Igual que todos sus poemas es de un hermetismo que lo hace casi inabordable.

A pesar de ese rasgo definitorio de su poética, conocedores e intérpretes de la misma coinciden en afirmar que en su sentido enraíza la frustración experimentada por el silencio de Heidegger sobre las razones de haber militado en el NSDAP (sigla del partido Nazi), tanto como por el mutismo cómplice con la solución final.  He aquí una de las traducciones que existen de dicho texto.

                                          TODTNAUBERG

Árnica, eufrasia,
el trago del pozo coronado un dado con una estrella en la cabaña
la línea escrita en el libro
-¿qué nombre escogió
antes que el mío?-
la línea escrita en
el libro, sobre
una esperanza, hoy,
en la futura (inminente)
palabra del corazón de un pensador.

Césped húmedo del bosque, desnivelado
orquídea y orquídea, aisladas
lo crudo, más tarde, durante el viaje,
claro,
quien nos conduce,
el hombre que escucha lo que se habla,
los a medias
recorridos senderos de estacas en la turbera alta humedad,
mucha.

 Traducción de Andrés Sanchez Pascual. Tomada de Poesía, intemperie.

En la actualidad, Baden-Württemberg es una región turística muy frecuentada, siendo el antiguo bunker de Heidegger uno de sus destinos más exóticos y visitados; sobre todo por intelectuales y estudiantes de todo el planeta que han hecho de éste un verdadero santuario.

Curiosamente, durante el último encuentro de Heidegger con Celan ocurrido el 3 de agosto de 1967 en el refugio del filósofo en Todtnauberg, el poeta se negó a ser fotografiado con su muy distinguido huésped. Testigos afirman que el desaire perturbó mucho a Heidegger, aunque también señalan que lo superó casi enseguida.

Todo indica que el hijo de Messkirch no se andaba por las ramas a la hora de recuperar la compostura cuando algo lo incomodaba. Si pudo superar su indiferencia tolerante ante el genocidio cometido por los nazis contra los judíos, así como su culpa (si la tuvo) por haber dado la espalda a sus colegas, amigos, e intelectuales perseguidos por la Gestapo, ¿por qué no habría de sobreponerse al disgusto que le provocara un poeta?

Fotografía de entrada: Martin Heidegger en su cabaña, en la Selva Negra.