Música

Algunas huellas del Kraken

Publicado por Alejandro García García

A Elkin.

En los últimos años me resulta conflictivo o innecesario brindar escenas emocionales de mi pasado, pero resulta a veces importante (paradójicamente) en favor de la “objetividad” del contexto. Hace quince años, cuando murió mi padre, me refugié en las cuerdas de mi guitarra. Algunos amigos de él se ofrecieron a pagarme clases de música por un tiempo. Ángeles en la tierra. Sí practicaba con asiduidad y la técnica se afianzó en mí, pero nunca fui mentalmente serio: sólo me gustaba sentir la música y el mensaje subyacente de los artistas. Ahondar en su psicología, en sus perspectivas, en su tiempo; transportarme. Para esos años conocí un grupo colombiano muy bueno: Kraken. Conseguir música rara en los 2000 era una ardua tarea en donde había que trabajar: administrar la hora del internet, buscar en Ares, esquivar troyanos, comprar pirata por algún lado o ahorrar más y comprar el original. Con frecuencia se intercambiaba música y cds con otras personas. Luego se deleitaba la música como un exquisito descubrimiento, como la misma llama múltiple de la vida hecha de tantas caras.

Durante esos años, en mi colegio, el rock era satánico, o por lo menos mal visto. Para esa época, esa moralidad me era secundaria cuando mi corazón sentía un llamado fuerte. No le hacía daño a nadie. En cierto punto Kraken es un gran grito a la libertad y a la creatividad personal, aunque ésta no sea aceptada socialmente. Sus letras: majestuosas. Sus melodías: equilibradas entre el coraje y la sensibilidad. Al escuchar Frágil al viento por primera vez comprendí que tenían una extraordinaria capacidad estética para entrelazar el lirismo de letras que se enfrentaban sin temor con grandes heridas humanas (la pérdida de todo, al final) con melodías que daban excelentes gambetas de épica: “¿Dónde queda? Todo aquello que viví… ¿dónde quedará?”, “Si hoy me duele comprender el ayer que ya se fue, y que jamás regresará haciendo distinto: huella y camino”. Ese impulso artístico de atravesar con decisión emociones densas y salir regenerado de ellas al final me parecía muy bien logrado. Huella y camino. Libres.

En el arte, como en política, cada decisión o creación va insinuando un sentido, unas influencias y un manejo personal o grupal de un tema; es decir: se evidencia la síntesis del grupo o de la persona en lo que se ha hecho. Se toma partido. No necesariamente es blanco o negro, sino que se condensa en el momento lo que es el grupo o la persona. Kraken en su auge, en medio de una época y un país bastante convulsos (mediados de los 80 hasta entrados los 2000), no era ajeno a esta situación: “Aquí está la sociedad, segura de poder triunfar (sobre ti)”. Escudo y Espada (1987). Pero uno de sus primeros sencillos que inaugura sin timidez los ideales de la banda es Muere libre (1986): “No seas la presa que esperan matar”, donde me parece hay una referencia social clara para salir del ciclo de la violencia, “No vivas para ser, por temor, la presa de otros sueños… se vive una vez para ser eternamente libres”, otra vez el sello de la banda: sobreponerse a las miserias de la vida y hallar la plenitud en un ideal etéreo (la libertad) no exento del asedio de las complejidades de la vida humana pero donde existe la posibilidad de vivirla. Por eso me parece que Kraken remonta estas mareas sin ahogarse, quizás luego de un tiempo no quieras sumergirte con ellos, sino ir a pasear sobre la arena, perderte en otros cantos, pero sabrás reconocer a un buen buzo. Por algo el nombre mitológico: supieron sondear con vigor aguas profundas.

El poder, sobre todo latinoamericano, le cuesta autoevaluarse, reconocer sus desaciertos por estar presos de un chovinismo anquilosado en la corrupción y demás vectores que sobrepasan este escrito. Indefectiblemente, de las grietas de la injusticia aparecen los parias. El dolor de quienes asumen el peso del sistema sin saberlo. Quienes nunca tendrán voz. Kraken les dedica una canción hermosísima: «Seres de barro y miedo, donde existe cierta idealización pero una verdad clave: son parte de la sociedad humana». Hay una clara referencia también a las víctimas silenciosas del conflicto armado colombiano:

“Crecen allí, oh triste suerte, es su hogar el frío, cemento inerte
en el se pierden, en el se sienten
¡también son gente!

Despojados sin esperanzas, huelen a olvido
mezcla de piel y de dolor
Son… ángeles mutilados, hombres ignorados, seres de barro y miedo
lo que nunca han sido sociedad, hablan como espejo.

Han cortado sus alas, violencia y tormento
El sistema así habla, su don es ser ciego
Ángeles mutilados, flores de invierno
de un sembrado que ha creado mi nación
Que indiferente, todo lo pierde
y poco a poco igual su gente
¡Pero yo soy la gente!
Son hombres que huelen a olvido
con el derecho negado
siempre han sido y serán…
sociedad.”

Hay una canción que relata, con bastante dramatismo, las convicciones personales o grupales de la banda. Una de las letras más abstractas pero que yo considero más elaboradas, atravesadas de la misma filosofía emancipadora y enérgica de sus inicios pero con más solidez, más madurez y, extrañamente, más sutil. Pareciera sacada de una gran bóveda de sabios en Egipto (Sin miedo al dolor, 1998):

Verdad o leyenda, escucha tu voz interior.
No pierdas ahora la fe, es fácil decirlo, lo sé.

Mira que el Sol es ave de fuego aun en invierno.

Confronta y enfrenta, proverbio del templo mayor:
Inmenso es quien puede vencer los retos que impone su ser.

No hay sabio antifaz que burle a los dueños del único tiempo.

¡Oh!
Las trompetas del cielo anuncian guerreros.

¡Oh!
Ave Fénix renace hoy,
sin miedo a vivir, sin miedo al dolor y lánzate al vuelo.

No es fácil vivir de promesas,
no es justo morir por temor;
conquista la luz sideral, empuña su forma ideal.
Convierte tu sed en mares de intenso
amor por tus sueños.

Vestido de cristal, Silencioso amor, No me hables de amor, Lenguaje de mi piel, Frágil al viento, por contar algunas. Son canciones donde se vive la vulnerabilidad afectiva hacia otro como un camino que puede ser sinuoso pero liberable. El ser amado: alguien con defectos como nosotros, donde juntos se unen en un fuego imperfecto, que posiblemente genere quemaduras o se apaguen o se propaguen mutuamente. Humanos transitando una pequeña epopeya personal, entendiendo su mortalidad y sus sombras (y las de otros), además de en otros aspectos sociales, en ese tipo de amor. “Si hace falta que le mire. A los ojos miraré”, “No olvides, ya no siento miedo”, “Amor que trasciendes horarios de estrellas por mágicas sendas”, “Lenguaje de mi piel, ausencia que me duele soportar, porque yo te siento aire al respirar”.

Ya no escucho Kraken como antes, he seguido mi camino musical a otros lados que pensé insospechables, paradójicamente, por el mismo impulso de libertad que me brindaron bandas como la del titán. La fuerza de sus composiciones hizo historia para mí, navegaron por aguas no tan comerciales con toda soltura y entrega, dejaron una obra brillante, llena de matices y con una honestidad musical sentida. A veces, luego de cruzar una calle sola por ejemplo, se me vienen frases como la de “conquista la luz sideral, empuña su forma ideal”, y me recuerda que en un mundo plagado de materialismos cíclicos, de urgencias de toda la vida, hay sutilezas que si uno se abre a escucharlas como cualquier cosa, nos unen por instantes el cuerpo a una luz que no hiere. A otra cara de eso que quizá llamamos amor.

              Fotografía: Krakencolombia.net