Entrevistas

Matador: «Colombia es un país hermoso, pero tiene una gente muy malvada»

Matador se llama Julio César González Quiceno (Pereira, 1969). Y viceversa. Sus caricaturas están llenas de virulencia. Combinan con audacia la cotidianidad y el sentido más mordaz y corrosivo de la crítica. El país entero con todos los escándalos de violencia, corrupción y olvido se plasma en la tinta de sus dibujos.

Hablar con Matador es meterse por la venas de un conflicto nacional que tiene todo de macabro. El humor es apenas un antídoto. Una manera de aproximarse y señalar con el dedo índice a los protagonistas del caos.

Divertido hasta los tuétanos y coherente con su estilo insumiso, Julio César, pese a toda su fama y sus muchos premios de periodismo, continúa viviendo en su ciudad natal, en donde disfruta cada vez menos del anonimato.

¿Cuál es su comediante favorito?
Más que comediante, los que no tienen parangón son Les Luthiers. Para mí son los… Hay muchos, está Chaplin, Buster Keaton, Cantinflas, Groucho Marx. Hay un español que se llamaba Gila, pero me quedo con Les Luthiers.

¿Y usted por qué es caricaturista?
(Repite para sí mismo la pregunta en voz baja) Cuando tenía como 8 años en la casa de un amigo había unos libros que se llamaban Enciclopedia del Humor, y eran todos de humoristas iberoamericanos. Estaba (Roberto el ‘Negro’) Fontanarrosa, Quino, Amengual. Argentinos, colombianos… y atrás en la portada del primer libro había un señor barbado, un muchacho, y decía Roberto Fontanarrosa: rosarino, caricaturista, publicista. Una reseña muy breve y a esa edad yo dije: ‘yo quiero ser como este man’. Pues a mí se me metió eso, yo no quería ser futbolista, ni narco, ni nada de esas vainas (reímos), ni tener mucha plata. Quería ser como Fontanarrosa. Entonces lo seguí. Habían incluso caricaturas que yo no entendía porque estaba muy niño. Obviamente yo era un garabateador compulsivo, todos los cuadernos los rayaba.

Qué bien que traiga a colación a Fontanarrosa, precisamente le iba a preguntar si él había influido en su manera de entender el humor y los dibujos.
Uno en todos los oficios copia la gente que a uno le gusta. Esas son las influencias. Creo que en mucho de mi trabajo hay líneas en las que yo me veo reflejado en Quino o en Fontanarrosa. Obviamente yo coleccionaba los domingos, en las lecturas dominicales de El Tiempo, la parte de atrás donde venía ‘Boogie el Aceitoso’ y  una cosa trajo a la otra. Me di cuenta que era muy amigo de mi maestro Daniel Samper Pizano. Empecé a seguir a Daniel, a leerlo. Siempre los escritores que he leído y que me han gustado mucho, son por el género del humor.

¿Y qué es el humor para usted?
(Nuevamente repite la pregunta) Creo que el humor es una forma muy humana de entender la vida, pues no tomarse uno enserio, es una posición. Cuando usted se sabe que es una caricatura de usted mismo, el mundo ya no es tan agreste. No como esa gente que se toma en serio y para los que la vida es un drama y que son muy solemnes.

Y en este país donde el panorama es tan desalentador en términos de violencia y corrupción, es más necesario el humor…
Me parece que en todas las sociedades y más en esta sociedad que es tan histérica, porque aquí el colombiano reacciona de una manera virulenta, con mucha pasión a las cosas buenas y a las cosas malas. Aquí en un partido del Junior o del Nacional los hinchas se matan… No sé, como que el colombiano es muy explosivo, no razona bien en ciertos momentos.

Dicen que para Freud la risa es una descarga sublime de la racionalidad.
Uno se da cuenta de que muchas cosas no tienen sentido y eso es lo bueno de la risa y del humor como tal.

Cuando le pregunté sobre su comediante favorito pensé que me iba a responder que era Nicolás Maduro.
(Se ríe y echa para atrás su cabeza) Nooo, pero es que ese es un payaso… La cuestión con Maduro es que la historia está plagada de tontos victoriosos. Maduro es un tonto victorioso. Es un payaso muy triste en el sentido de que es un idiota.
Chávez era un payaso verboso, un payaso que tenía gracia, Maduro no.

¿Qué opina de que Maduro haya sacado tiempo de su agenda para increpar a Vladdo por una caricatura sobre el escudo de Venezuela?
Eso habla muy mal de Vladdo, la caricatura tuvo que haber sido muy mala para que la entendiera Maduro (lo dice en tono irónico). Por eso es que maduro no coge las caricaturas mías porque son demasiado inteligentes… Mentiras, no. Me parece que Venezuela llega a un grado tal que se tiene que buscar un chivo expiatorio para esconder ese monumental desastre que es hoy en día.

Hablemos de su infancia.
Yo creo que fue una infancia plagada de muchas anécdotas y de una confrontación con la vida real. Me crié en Pereira, en en el centro, en una zona de comerciantes, pero venida a menos. En un tiempo, en una cuadra se instalaron varias cantinas, puteaderos. Mi vida giró en ese bajo mundo, en las putas, ladrones, en la gente buena.

Fue un caldo de cultivo muy rico en historias. Vi sicarios, vi cómo traficaban drogas. Alguien vería eso como algo trágico, pero realmente fue muy chévere. Me crié con muchos amigos. En la cuadra jugaba fútbol, en la calle, en el parque. Era un muchacho muy inquieto, por eso debe ser que me gusta muchísimo Bart Simpson. En el colegio era muy regular, muy indisciplinado

¿Y su familia, cómo fue todo eso?
Una familia típica paisa… papá, mamá. Tengo tres hermanos. Mamá tuvo un par de gemelos que se murieron en el vientre (soba su mentón con la mano izquierda). Mi papá tenía un almacén de zapatos, era zapatero y mi mamá ama de casa. Ella le ayudaba a él. Recuerdo mucho el patio de la casa. Había muchos árboles. Las casas en Pereira tenían solar, había palo de mangos y un palo de aguacates. Era un mundo muy chévere, entrar a la casa y tener un patio tan grande. Hoy en día los niños ni siquiera van al parque porque se quedan pegados de una tableta o de la televisión. Me parece que los niños de hoy en día son más infelices.

O tienen una felicidad diferente, más impersonal… 
Pues no es como una vida, porque realmente lo que están viviendo es una pantalla, están viviendo a través de un medio.

Cambiando de tema, Uruguay lleva la vanguardia en asuntos como la legalización de la marihuana o la aprobación del aborto, ¿Qué piensa sobre eso?
Leía por ahí que el arma más nociva en el mundo es el dinero. ¿Qué es lo que realmente hace tan rentable el narcotráfico? La prohibición. Jaime Garzón decía que sería bueno ir a un supermercado y encontrar ciertas variedades de droga, es decir, cuando usted puede escoger, cuando usted le quita el negocio a las mafias, cuando lo legaliza, la violencia se acaba. ¿Qué paso con el alcohol? Es mucho más nocivo que otras drogas, pero es socialmente aceptado. Todo debería ser así. Nos enfocaríamos más en la parte de la educación, cómo educar una sociedad para que no desborde los limites. Se ha notado que en los países donde se legaliza la droga, el consumo baja. Lo que hace algo deseado es lo prohibido.

Mucha gente no conoce a Julio César, conoce a Matador, ¿cómo lleva esa doble figura?
Lo he tomado más cómo un remoquete, incluso mi mamá dice: ‘Llamó matador’. Ya no me dice ni Julio. No me tomo eso muy en serio porque realmente es como si fuera un apodo, como Batman que detrás de la capa hay un huevón como cualquiera. Ese es también el hecho de vivir en Pereira. Soy muy reacio a participar en las cosas de la vida pública, no creerse la estrella, porque los dibujos son los que tienen que hablar por mí. Hoy en día es más importante el escritor que la obra. Mucha gente no lee la obra, pero sabe lo que hace el escritor y lo veneran, y se convierte en un rock star.

¿Qué le duele a matador?
Soy un tipo tan indolente… (ríe) No, mentiras. La cuestión es que nos hemos vueltos tan indolentes. Digamos con esta vaina de los niños del Caquetá, uno ve noticias de ese talante: descuartizados…

Usted hizo una caricatura muy buena de la cigüeña llevando a un bebé que grita: ‘Nooo, a Colombia noo’.
Sí. Es que realmente dicen que Colombia es un mierdero. No, Colombia es un país hermoso, pero con una gente muy malvada. Imagínese que en estos días pensando en esto de los niños, aquí hubo un tipo que se le denominó El monstruo de los Andes. Está Garavito. Entre ellos dos suman más o menos 500 niños muertos. ¿Qué clase de sociedad enferma produce ese tipo de monstruos? Nos hemos acostumbrado a que todo eso se convierte en paisaje. Nos acostumbramos a la muerte: ‘un sicario mató allí en la esquina’. Solamente nos asomamos y ya. Somos una sociedad adormecida.

Le duele la indolencia.
¡Ehh, sí! No la comprendo.

Hablemos de caricaturas. Cómo se crean? ¿Mediante una imagen o una palabra, o es la noticia más oportuna…?
Eso es ensayo y error…

Claro, me imagino que a usted le piden una diariamente, pero hace varias.
Sí, claro pero es un ejercicio… porque me gusta hacer las caricaturas y me gusta crear. No es un reto. Para mí dibujar es como una felicidad, no hay día que yo no dibuje, así no me toque dibujar nada.

Confucio dijo: “Si amas lo que haces, nunca será un trabajo”. ¿Es consciente de lo afortunado que es?
Y me pagan además por mamar gallo. Soy muy afortunado. Además el hecho de que siempre me han invitado a vivir en Bogotá, pero no lo hago porque: uno Pereira es un paraíso y una ciudad pequeña le permite a uno tener más tiempo para muchas más cosas, para leer, estar con la familia y hacer mil cosas.
Me levanto muy temprano y uno va armando su rutina. Noté que el hecho de montar bicicleta por la mañana una hora, hacer 15 o 20 km ayuda mucho a la parte creativa. Tomar una siesta, leer mucho por la mañana, voy leyendo y voy armando. Ahora tengo un bebé de 6 meses y hay que combinar eso con ir a cargarlo…
A las 3 de la tarde ya tengo escrito qué hay: Maduro, Proceso de Paz… He notado que cuando hago una siesta las ideas se van componiendo, y muchas ideas salen en ese sueño. Antes de acostarme también repaso y entonces hago como Homero, dejo que el cerebro trabaje por mí. Mucho del psicoanálisis lo he aplicado ahí. Freud decía lo del sueño, que el inconsciente se manifiesta a través de los sueños.

Supimos que algunos uribistas le mandan amenazas, ¿cómo es ese cuento?
Uno siempre termina defendiendo posiciones no políticas, sino religiosas. Suponga que nosotros aquí charlamos sobre política y puede que nos ‘emberraquemos’, pero cuando hablamos de religión, las posiciones son muy radicales. Si usted ve a Uribe, a él lo comparan con el mesías y el uribismo se ha ido convirtiendo como en una religión. Así que decir que Uribe es un hijueputa coloca a los demás a la defensiva y es gente muy cerrada y muy obtusa.

Pero lo han amenazado al punto de preocuparse…
No porque como el caricaturista siempre dicen las cosas con humor. Sí lo putean a uno mucho en las redes sociales.

¿Cómo es el proceso técnico de la caricatura, alguien le revisa o se la aprueba?
Este proceso de la caricatura diaria es todo yo solo. A mí me da oso que alguien vea mi caricatura antes, de pronto sería un sesgo. Jamás la muestro a nadie, ni a mi esposa.
Me encierro en mi estudio, primero la dibujo en papel, nunca he dejado el papel. Entonces mi esposa, ya cuando tengo un mamotreto así dibujado, lo empasta y toda mi biblioteca está llena de dibujos. No dejo el papel pero sí hay un escáner que cargo en el teléfono y ya digitalizada la armo en el computador, armo un ‘.jpg’ y lo mando.

Me imagino que ya hizo la de mañana.
Me levanté como las 5 a.m. a mandar dos. Y una tocaba el tema de este chino tonto de Bogotá, el de “usted no sabe quién soy yo”. Eso es un problema muy del colombiano, es el gran problema del colombiano, tenemos que pasar por encima del otro. O si el otro tiene unos jeans que son menos que los de uno. Eso es una tragedia nacional: el arribismo.

Hablemos un poco sobre el arribismo, cómo lo ve usted, ¿eso lo aprenden desde casa?
Alguna vez hablando con amigos nos hacíamos esa pregunta: por qué el colombiano es tan hijo’eputa como persona. Si usted ve, en Chile, en Perú, las nuevas modalidades de delito como el gota a gota, el sicariato, el robo a bancos con burundanga, todos los llevan los colombianos. El burdel más grande en Lima (Perú) tiene 50 ó 60 colombianos y cuando alguien se atreve a decir que nos estigmatizan, que la droga… El colombiano está, lastimosamente, muy vinculado a cosas buenas y a muchas cosas malas. ¿Qué pasa con el arribismo? La sociedad colombiana… incluso Bolívar lo decía. Él desconfiaba mucho de los colombianos porque en épocas de la colonia no cultivó relaciones horizontales, de iguales, sino que estaba el rey y el virrey y había que llegar a esos estamentos y mirar por encima del hombro al indio. Aquí a usted le dicen indio y es un insulto porque le parece un exabrupto. El colombiano es un cafre como decía Darío Echandía.