Textos de autor

Aire coagulado bajo la exangüe mirada de Sacristán

Escrito por Eduardo Viladés

Empieza mirándonos con su expresión más mansa y marrullera, que se torna yerta cuando comienza el soliloquio sobre su mujer, Ana. Volver a Miguel Delibes es no dejar de aprender a mirar. De ese modo define José Sacristán su papel como Nicolás, el protagonista de “Señora de rojo sobre fondo gris”. Jueves 2 de marzo, ocho de la tarde, Teatro Bretón de los Herreros de Logroño, lleno absoluto.

Nicolás: Una mujer que, con su sola presencia, aligeraba la pesadumbre de vivir.

Nicolás es un pintor en plena crisis creativa desde la repentina muerte de su mujer por un tumor cerebral. Yo escribía para ella. Y cuando faltó su juicio me faltó la referencia. Dejé de escribir. Esta situación duró años. Durante ese tiempo pensé, a veces, que todo se había terminado. Palabras de Delibes describiendo el infierno que supuso el fallecimiento de su mujer, Ángeles de Castro, en noviembre de 1974. 17 años necesitaría Delibes para rendir un homenaje a su esposa al publicar la novela “Señora de rojo sobre fondo gris”, un periodo calificado como de transición por el propio autor vallisoletano.

Se trata de la novela más personal de Delibes, un desahogo íntimo gestado en el averno del dolor. Miguel es Nicolás. Ángeles se mete en la piel de Ana, como la hija de ambos, detenida por motivos políticos en las postrimerías del Franquismo. Ambos son pintores. En la vida real, cuando empezó a escribir y cuando se quedó prendado por su futura mujer, Delibes solía firmar sus obras con el acrónimo de MAX, M de Miguel, A por Ángeles y X en referencia a la incógnita que el futuro depararía a los enamorados. El futuro se concretó en casi tres decenios de amor y siete hijos en común. Se casaron en 1946.

Nicolás: Es algo que suele suceder con los muertos. Lamentar no haberles dicho a tiempo cuánto los amabas, lo necesarios que te eran. Cuando alguien imprescindible se va de tu lado, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales.

“Señora de rojo sobre fondo gris” es el relato de la muerte, de la felicidad y de su pérdida, a través de la verdad, en un mundo enmohecido que vaga sin rumbo. En la mirada de Sacristán, con esa voz de tintes bíblicos que paraliza al espectador, habita algo muerto. No es resignación, ojalá lo fuese, sino claudicación. En el patio de butacas, el aire se coagula, parece que los sonidos se perciben más. Nicolás, como tantos, vive por inercia. Ha dejado de estar.

Los buenos momentos duran un suspiro, cuando te das cuenta ya se han evaporado, de ahí que tengamos que atrapar su perfume y guardarlo en frascos para destaparlo en los días aciagos. Es lo que intenta hacer el pintor recordando la alegría de su mujer, su perspicacia y don de gentes, como tenía la sensación de que, cuando Ana entraba en una estancia, las luces ganaban en intensidad. No hay melancolía mayor que la de recordarse feliz…

Nicolás: Yo he sido feliz 48 años. Hay quien no logra serlo cuarenta y ocho horas en toda su vida.

Iría más allá. Hay quien jamás logra serlo, quien mira hacia atrás y no descubre los momentos de felicidad a los que tiene derecho toda vida, quien intenta, infructuosamente, encontrar a alguien con quien valga la pena hacer todas las cosas normales que hacen las personas normales.

Nicolás: No consigo borrar el recuerdo de aquel beso de hielo sobre su frente muerta.

La primera colaboración entre Sacristán y Delibes se produjo en 1989 con la puesta en escena de “Las guerras de nuestros antepasados”. Desde entonces, el actor se ha metido en la piel de personajes de Miller, Vargas Llosa, Schaffer, Mamet, Machado, Wasserman… pero siempre recuerda que, como Delibes, no hay ninguno. Siento que volver a Miguel Delibes, ahora con su sobrecogido Nicolás, supone entregarme a una tarea que bien pudiera ser o significar la culminación de una aventura de trabajo y de vida que viene durando ya más de seis décadas, asegura el actor chinchonense, de 85 años.

Los paralelismos entre la vida de Miguel y Ángeles con la de Nicolás y Ana son evidentes. El retrato que aparece en la obra y que representa a Ángeles existe. La casa donde se desarrolla la acción es la que ambos compraron en 1971. El abatimiento y aflicción que transmite también existen. Es la novela más personal del autor, quien incluso pidió permiso a sus hijos antes de publicarla porque se desnudaba por completo. Pudor literario, libertad, desahogo, sentirse roto por dentro y manifestarlo sin cortapisas. En palabras de Delibes, Ángeles era la positividad y la alegría, quien le adentró en el mundo de la literatura y le animó a escribir. Su carácter, cuentan, contrastaba con el talante pesimista, sombrío y melancólico del escritor.

El homenaje que realiza a su mujer, cuya voz se escucha de fondo, a modo de ensoñación, en dos ocasiones, roza lo sobrenatural; la erige en su vellocino de oro, hay varios saltos temporales mientras que habla con su hija detenida y le cuenta lo que le sucede a su madre, el comienzo de la enfermedad, el diagnóstico, grandes semejanzas con la Carmen Sotillo de “Cinco horas con Mario”, otro monólogo de altura, soledad, tristeza, muerte, nada dejado al desgaire.

La novela se publicó en 1991, justo cuando Miguel Delibes ganó el Premio Nacional de las Letras. La versión teatral, adaptada por José Sámano, el propio Sacristán e Inés Camiña, apareció en 2008, pero no se estrenó hasta 2018.

Al vallisoletano le costó mucho ceder los derechos para teatro de su novela. Poco antes de morir, en 2010, dio su brazo a torcer y permitió que Sacristán se metiese en la piel de Nicolás en exclusiva. De hecho, el actor quiere retirarse de los escenarios con “Señora de rojo” para homenajear al que fue su gran amigo y por el intrínseco valor literario de la obra.

Varias piezas de Delibes han sido adaptadas a teatro, como “Las guerras de nuestros antepasados”, que sirvió para que se conociesen en persona el autor y Sacristán, “Cinco horas con Mario”, la obra estrella de Lola Herrera desde hace más de 40 años, o “La hoja roja”.

El retrato que da nombre a la obra lo pintó Eduardo García Benito en 1962. Ángeles lleva un vestido rojo de fiesta, guantes blancos hasta el codo, un bolso de mano negro y un collar de perlas a juego con los pendientes. El cuadro se restauró hace tres años y puede contemplarse en Valladolid.

Nueve y media de la noche. Termina la tarde en el teatro. La batahola languidece, las luces van apagándose, Nicolás a la izquierda, el retrato iluminado, Nicolás se tapa la cara, apenas puede distinguirse lo que hace. La vida sería más llevadera si dispusiéramos de una segunda oportunidad y viviésemos sin miedo, dice. Miro a Montse Fernández, experta en teatro de la segunda mitad del siglo XX. No habrá una segunda oportunidad ni para ella ni para mí. El miedo sí que gozará de esas oportunidades. Qué jodido es, siempre gana…

                  Imagenes: cortesía - Teatro Bellas Artes.

Escritor, dramaturgo, director de escena y periodista con más de 25 años de carrera, referente de la cultura española contemporánea. Ganador de prestigiosos premios internacionales de teatro y literatura, Eduardo Viladés cultiva el teatro largo, de medio formato y de corta duración, así como la narrativa. Ha publicado dos novelas y prepara la tercera. Sus obras teatrales se representan en varias ciudades españolas, México, Colombia, Perú, República Dominicana y Estados Unidos. Elegido dramaturgo del año 2019 en República Dominicana y en 2020 en La Rioja a través del Instituto de Estudios Riojanos. Colabora asiduamente con sus ensayos, relatos y obras de narrativa con las editoriales Odisea cultural (Madrid), Canibaal (Valencia, España), Extrañas noches (Buenos Aires), Microscopías (Buenos Aires), Lado (Berlín), Otras Inquisiciones (Hannover), Primera página (México), Gibralfaro (Málaga), Windumanoth (Madrid), Amanece Metrópolis (Madrid) y Viceversa (Nueva York). Compagina su labor como dramaturgo y director de escena con el periodismo, área en la que cuenta con más de dos décadas de trayectoria profesional en diversos países del mundo como reportero, editor y presentador de TV. Ha vivido en Reino Unido, Italia, Bélgica y Francia. Hoy en día trabaja también para la revista Actuantes, la principal publicación española de teatro, lo que le permite combinar el periodismo con las artes escénicas. También es experto en periodismo cultural y documentales de sensibilización social, un artista polifacético.