Una de tus tías; tres historias de Karen Vizcarra
Tarde
Llegó tarde a la comida de hoy, algo natural en ella. Improvisa algún pendiente antes de salir de su casa. Puede ser que eche a lavar las sábanas o que baile alguna pieza por el pasillo. Sus hijos ya no la esperan porque ellos quieren ser profesionalmente puntuales. Mi tía hace todo lo posible por extender su llegada. Más de veintiséis años de reclamos de impuntualidad no sirven de nada. El reclamo viene del tiempo que pasa sin poder compartirlo con ella. La verdad es que no quiere compartirlo con nadie. Ese tiempo de retraso es una terapia para ella. No se puede competir con el placer. Con la invención de excusas por la tardanza, coartadas que le dan sentido a su individualidad. Ese tiempo, que crea antes de cada comida familiar, le sirve para disfrutar de su casa unos minutos enteramente sola.
Hora
Sabemos qué hora es aunque no podamos leer un reloj. Mientras ninguna de las dos llore seguimos jugando, el tiempo no es de nuestro interés. Por ahora. El juego se termina cuando se escucha el chiflido. Es de mi tía, la vecina. Sus dedos, índice y pulgar, los acomoda dentro de la boca para afinar la lengua con las yemas. A veces la he visto hacerlo sin manos. Siempre me ha parecido imponente pero, al hacerlo sin manos, es la mujer más poderosa de la tarde. Sopla dos veces y ya no podemos seguir. Reconocemos su registro en cualquier espacio. Cuando bailamos en el teatro sabemos a qué altura está. La última vez: lado izquierdo, segundo balcón. Pareciera que mi prima tiene oído musical. La verdad es que es la forma de mi tía de decirle que, aunque no la vea, siempre estará ahí. Para que mientras no sepa leer un reloj reconozca que ya son las seis.
Filo
Me da seguridad la manera en la que toma el cuchillo. No sé si atribuírsela a la técnica o al filo. No estoy segura de qué sea más importante. Lo interesante es la información que aporta la técnica sobre quien la aplica. Mi tía toma el cuchillo con el filo apuntando hacia su estómago y, como ebanista, empieza por el rabillo. Esta vez es una naranja, la más espectacular. Su corte consiste en dejar la naranja sin cáscara y a la cáscara en una pieza. El ángulo es la clave para dejar un resorte cítrico que sirve de trofeo. Quizá en las naranjas no sea de gran importancia el filo porque todo recae en la metodología. No creo que a mi tía le interese ningún cuestionamiento como este, ni el trofeo. Sólo quiere que como otras noches de verano nos sentemos en la banqueta tibia y que la naranja no resulte amarga.
Fotografía: wallpaper Flare