Alemania,  Textos de autor

La ansiedad del emigrante

Algunas personas sienten que desde que están viviendo en el extranjero tienen (más) ansiedad.

Suelen comentar que de por sí han sido personas nerviosas o algo inseguras pero que sabían manejar los retos de su día a día y se consideraban suficientemente adaptadas. Otras desconocían la ansiedad por completo. Sin embargo, tras dar el paso de ir a vivir fuera, comienzan a ver que se les escapa el control: ataques de ansiedad, nerviosismo, inquietud, tensión interna y muchos, muchos pensamientos.

La ansiedad del emigrante es algo común. De por sí mudarse a vivir a otro país resulta una aventura y se producen cambios que pueden afectar a nuestra estabilidad emocional. Nuestros familiares, amigos y entornos conocidos quedan atrás para dar paso a lugares, personas y costumbres nuevas. Algunas personas lo viven como algo totalmente retador y disfrutan de este proceso. Otras logran adaptarse tras algunas dificultades iniciales. Y otro grupo de emigrantes nota que su salud mental parece haberse perdido de camino al nuevo país. «Yo me encontraba bien en mi país y aquí sufro de ansiedad». Esto no significa que hayamos sido infectados con el virus de la ansiedad durante la mudanza. Probablemente tenga que ver con otras causas.

Teniendo que construir una nueva vida en el extranjero, de repente nos asaltan las dudas. ¿Podré lograrlo? ¿Seré suficientemente fuerte? ¿Y si no me dan un trabajo? ¿Y si fracaso?

Estas dudas iniciales no tienen que ser patológicas. De hecho, es positivo cuestionarnos y ser capaces de reconocer cierta falta de habilidades ya que sólo así podremos tomar medidas.

Por otro lado, puede que al inicio de la adaptación al nuevo país parezca que cambien las reglas del juego. Lo que hasta ahora creíamos saber y controlar parece haber cambiado. Por ejemplo, nos rechazan en varias entrevistas de trabajo, no congeniamos con las personas de nuestro nuevo entorno, se comienzan a producir cambios negativos en la convivencia de pareja… Así, puede que comencemos a generar miedos por estas nuevas experiencias. Es probable que comencemos a ver el mundo y a los demás como posibles amenazas ante las que desarrollamos la respuesta natural de nuestro cuerpo: estrés y ansiedad. El expatriado siente sus nervios a flor de piel, se ve más afectado que antes por el estrés, siente que no tiene control, reacciona de manera irritada y se siente muy inseguro de sí mismo. Esto, a su vez, le enfada y le decepciona, empeorando aún más su estado de ánimo. 

En nuestro proceso migratorio nos llevamos con nosotros las posibles inseguridades ya presentes desde hace tiempo, como «no consigo hacer nada bien», «soy débil», «no gusto a los demás», «soy raro»…

La seguridad y la adaptación que hayamos podido generar en nuestro país a lo largo de los años desaparece en el nuevo entorno. A cambio, se nos presentan muchas situaciones en las que no nos desenvolvemos bien y en las que es muy probable que estas creencias se reactiven. Por ejemplo, uno de los pasos más difícil a la hora de emigrar es establecer nuevos contactos. El simple hecho de conocer gente nueva puede resultar muy estresante y ser valorado como potencialmente peligroso, ya que estamos expuestos a un posible rechazo. Si conocer a gente nueva lo interpretamos como una situación en la que se pone a prueba nuestra valía (“seguro que caigo mal porque soy aburrida”), muy probablemente nos sintamos bajo presión y reactivemos inseguridades durante el proceso de establecer nuevos lazos afectivos. Esto puede tener como resultado un desarrollo de ansiedad.

Cómo afrontar la ansiedad en el extranjero:

Cada caso debe ser analizado de manera individual dado que las factores desencadenantes pueden ser muy diferentes y, por tanto, la intervención ser también distinta en cada caso. A rasgos generales se podría recomendar:

Paciencia. Emigrar puede llevar tiempo. Se suele decir que de media se tardan unos 2 años en realmente sentirse acogido en un nuevo país: comprender la nueva cultura, el idioma, comenzar a tener un círculo de amigos en vez de conocidos…

Analizar a qué le tienes miedo exactamente. ¿Es al rechazo? ¿Al fracaso? ¿A estar solo? ¿A no ser importante para las personas que has dejado atrás? Conociendo el desencadenante del miedo y la ansiedad, podrás cambiar tu diálogo interior de manera más precisa. Las nuevas experiencias que vayas sumando en el extranjero pueden ser una gran oportunidad analizar, comprobar y reajustar ideas y creencias. También nos ayudarán a poner en marcha acciones para evitar que se produzca eso a lo que le tenemos miedo. Por ejemplo:

– Si a lo que tienes miedo es al rechazo, piensa que la ventaja de estar en contacto con personas que no te conocen es que no van a valorarte por algo que hiciste en el pasado, si no por cómo actúas a día de hoy. Esto puede ser una excelente oportunidad para generar nuevas creencias sobre ti mismo y desarrollar más seguridad.

– Respecto al fracaso, plantéate: ¿qué significa exactamente fracasar? Vivir en el extranjero no implica demostrarle nada a nadie. Mientras tú decidas que quieres seguir viviendo en otro país, adelante. Si decides que para ti lo mejor es volver, adelante. He oído muchas veces que mis clientes formulaban ideas como «si me vuelvo ahora, habré fracasado» o «tengo que esperar, no puedo volver ahora». Comprueba si la presión realmente es externa o si te la estás generando tú. ¿Acaso eres tú el que considera que volver es un fracaso? ¿Cómo llegas a esa conclusión? Cualquier decisión que tomes será legítima, ya que para ti será importante.

Permítete cambiar tus planes. Que tus planes iniciales (montar una empresa, estudiar, comenzar de cero…) no sean llevados a cabo no implica un fracaso. ¿Has intentado montar una empresa y no ha funcionado? Seguro que probarás a trabajar de otra forma o incluso te reorientes a nivel laboral. ¿Te habías planteado estudiar en el extranjero pero te has dado cuenta de que no te interesa? Encontrarás otra forma de formarte o de ganarte la vida. ¿Pensabas que vivir en el extranjero iba a propiciarte un gran cambio interno y no se ha dado de esa manera? A lo mejor existe otra estrategia que te ayude más. Date permiso para adaptarte a la vida que te está ocurriendo y no a la planificada en tu mente.

Valora tus esfuerzosSi emigrar y adaptarte te está resultando difícil, es porque lo es. No es útil infravalorarse y decirse que debería adaptarme mejor o más rápido. Cada persona necesita su tiempo y va realizando los pasos necesarios a su ritmo. Observa qué estás realizando para acercarte a tu objetivo y háblate de manera empoderadora. ¿A un amigo le echarías la bronca si lo está pasando mal? Pues lo mismo ocurre contigo.  

Contacta con un profesional. Si compruebas que la ansiedad y el estrés te están superando, no lo dudes. Contacta con un psicólogo. Trabajar con psicólogos en el extranjero te ayudará a entender la procedencia de la ansiedad y aprender pautas para manejarla y reducirla. Si tienes suerte, en tu ciudad puede haber profesionales que hablen tu idioma. Si no, siempre existe la terapia online que es una herramienta muy potente para las personas expatriadas.

 

Este artículo ha sido publicado anteriormente por Marina González Biber en su blog personal y en la revista berlinesa Desbandada, publicación aliada de Otras Inquisiciones. Agradecemos las facilidades de su autora y de la fotógrafa Diana Costa. González Biber es psicóloga, hija de padre español y madre alemana. Ejerce su profesión en Alemania, ofreciendo terapia en español y alemán, trabajo intercultural que le apasiona.