
Con el alma en un acordeón ¿o sin ella?
Escrito por Carlos A. Yepes Payares
Es tiempo de empezar a comprender a ese vallenato que nació como resultado del mestizaje en la cultura, las vivencias, el sentir y del folclore caribe que le dio forma durante décadas hasta convertirse en un género con nombre propio, con cuatro aires, instrumentos insignes y como símbolo de la música colombiana; y empezar a distinguirlo del vallenato como producto radial y como espectáculo de entretenimiento que ha existido durante los últimos 20 años.
Esta última faceta vallenata, es la que ha llevado a la insistente pregunta: ¿Está el vallenato en decadencia? ¿Ésto es realmente vallenato? ¿Le meten alma al acordeón? Este artículo propone la tesis de que estamos ante dos cosas diferentes, por un lado, se encuentra el vallenato como género representado por los juglares y la generación de cantantes y agrupaciones que llamaron la atención de las disqueras en los años 70. Y por el otro lado, se encuentra el producto que hoy llena los escenarios y despierta la duda sobre su autenticidad.
Rosendo Romero, compositor de clásicos vallenatos como Mi poema, Villanuevera, Fantasía y Noches sin lucero, entre muchas otras, se refirió a la vida útil de la canciones vallenatas de esta era en el podcast A lo que vinimos de Jairo Ramos Tordecilla, quien cuestionó ¿Por qué las canciones vallenatas de hoy en día son tan efímeras?
“Por las letras, es que precisamente, la pregunta que me hacen, especialmente, es que el vallenato está en decadencia por el lado de las canciones porque nosotros tenemos muy buenos cantantes”, afirmó el autor cuyas canciones fueron inmortalizadas por Silvio Brito, Diomedes Díaz, Jorge Oñate y Rafael Orozco, por mencionar algunos.
Desde la perspectiva del poeta de Villanueva, los jóvenes artistas del vallenato no han traído una evolución sino que han cambiado en la presentación del producto:
“Lo que ha habido es un cambio, o sea, se cambió el vallenato original, por una expresión que es muy de ellos; digamos que a ellos no les interesa el son, no les interesa la puya, no les interesa el merengue, solamente le interesa un aire que se inventaron ellos, que es lo que se llama nueva ola, y con eso se sostienen, pero que haya habido una evolución, no.”
“Lo que ha habido es una transición a la música de tarima. Ellos dan un espectáculo muy bueno en tarima, porque tú ves a Silvestre Dangond en tarima y tu no le puedes quitar los ojos de encima, por la forma en cómo se mueve, crean un ambiente en tarima muy bueno, para el espectáculo publico son excelentes, en eso ha habido una evolución”.
“Pero el problema no lo tenemos en la forma en como cantan, en la forma como se mueven, en la forma como tocan el acordeón, no, el problema, lo tenemos en las canciones”. Concluyó Romero.
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A nivel general se tiene asumido que la música de los nuevos artistas es un fenómeno de poca duración y con fines netamente comerciales, y en lo que respecta al vallenato es un diagnóstico muy acertado, pero ¿a qué se debe exactamente?
En consonancia con la visión de Rosendo Romero, hay una clara intención de mantener el vallenato como una “música de tarima”, bien sea en conciertos grandes, en discotecas o en círculos privados, y esto se debe a que la industria musical ya no es un negocio de disqueras.
Nelson Velázquez, figura destacada del vallenato romántico, ofreció una entrevista al podcast de Desparchados 2TV, en la cual relató a Yosue Medellín por qué se separó de Los Inquietos, sus declaraciones dejan ver cómo funcionaba la industria hace 21 años:
“Había algo muy claro, Codiscos era dueño de la marca tal y hacía sus grabaciones y la ganancia de Codiscos o de toda la disquera, era el material que vendían”, explicó el cantante de éxitos como Volver y Quiero saber de ti.
La disquera Codiscos no estaba involucrada en asuntos como las presentaciones de Los Inquietos y su fuente de dinero eran las ventas de discos compactos, “Pero cuando eso deja de existir, cuando no se está recibiendo, lo que les pasó a ellos, resulta que me dicen: Hombe Nelson ésto está grave, no se está vendiendo nada, las producciones”
Velázquez continuó: “¿Te acuerdas la piratería? Y Eso fue muy grave, eso fue mortal, eso acabó con todo […] y obvio las disqueras lo sintieron, lo sintieron fuerte”.
Cuando la piratería entró en escena, la disquera pidió un porcentaje del dinero generado por los conciertos de la agrupación de Nelson Velázquez y el acordeonero Emerson Plata; el cantante aseguró que concedió esta petición a la disquera por algún tiempo, pero más tarde decidió que lo mejor era abandonar la marca.
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Si bien las disqueras son un importante músculo para la industria musical, las tarimas son el lugar en donde se produce más dinero para un artista, razón por la cual, las agrupaciones vallenatas actuales pueden dejar a un lado lo clásico y enfocarse en un producto encaminado a los escenarios. No importa cuanto tiempo permanezca una canción en las emisoras, es más importante el número de presentaciones en vivo.
Cabe señalar que sin las disqueras es difícil financiar giras por las emisoras a nivel nacional, sería difícil financiar el marketing, costear la publicidad, desarrollar conexiones y relaciones de negocios.
Diomar García, empresario de conciertos con más de 25 años en la industria, tiene mucho que decir sobre el impacto de los escenarios en cifras concretas: “Cuando yo hacía un Tsunami vallenato, que me costaba 800, 700 millones, yo me ganaba esa misma cifra en una noche, o sea me ganaba 600, 700, 800, 500; por eso era que hacíamos tanto ese tipo de eventos, porque eran demasiado lucrativos”.
Las declaraciones de García en el podcast Desparchados 2 TV, compaginan con las palabras del cantante Alex Manga, quien aseguró en el mismo medio, que en la etapa de Los Diablitos “a uno le entraban mil millones”.
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¿Cuánto importa que una canción dure dos o tres meses en tendencia y después se apague? Para fines prácticos, no importará que una producción sea efímera en la medida en que se llenen las suficientes tarimas en ese corto periodo.
Portales como El Rincón Vallenato han compilado las tarifas de los artistas de este género, Silvestre Dangond cobra entre 150 y 280 millones, Elder Dayán entre 75 y 80 millones y el Mono Zabaleta entre 80 y 90 millones por resaltar algunos. Tomando estas cifras como referencia, es justificable que las agrupaciones prioricen la realización de un determinado producto musical, aunque sus letras no tengan el potencial de convertirse en clásicos imperecederos.
Sin embargo, el vallenato clásico nunca ha dejado de sonar en la radio, siempre están presentes en las fiestas y celebraciones, y cada tanto una canción que pasó desapercibida en el pasado emerge para tomar un protagonismo póstumo, ya lo han conseguido De la noche a la mañana y Tres noches en la voz de Jesús Manuel Estrada, Otro sol de la noche con Farid Ortiz, El palomo negro de Enrique Díaz y Embriagada de Ilusiones interpretada por Patricia Teherán.
La realidad del vallenato está llena de matices y depende del plano en que se enfoque el lente. La tradición siente defraudada las altas expectativas que tenía en la siguiente generación.
La nueva generación busca con nostalgia los clásicos del ayer, porque sus raíces lo llaman, pero apuesta por un estilo simple y directo, un tanto fugaz, que quizás no llegará a ser tan recordado, no obstante, es un vallenato muy rentable.


