Where’s Martha?, un cuento de Mary Álvarez
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— ¡George! ¡Ya llegué!
Paul cerró la puerta sin hacer tanto ruido.
— ¡George! — Volvió a llamar al no obtener respuesta.
— ¡George!
Paul se impacientó y decidió ir a la cocina en busca de George. Lo encontró sentado en el suelo, con la mirada perdida.
— ¿George, estás bien? — Lo miró extrañado.
— ¿Quieres almorzar ya?
George se levantó del suelo y fue al mesón a comenzar a servir la comida con prisa.
— ¡Oh, qué rico, carne guisada! — Sonrió Paul emocionado, al ver el almuerzo.
— Toma.
George le dio un plato con la carne y algo de arroz.
— Gracias.
Paul se sentó en el comedor.
George tomó la olla donde estaba la carne guisada con el arroz y se sentó en el suelo nuevamente. El chico agarraba el arroz y la carne con las manos, además de que las devoraba con una lentitud algo exagerada. Paul estaba confundido ante la extraña actitud de George.
— George — llamó su atención. George volteó a mirarlo con una expresión algo escalofriante.
— ¿Por qué no te sientas en el comedor?
— ¿Está rica la carne?
— Sí pero, ¿por qué no te sientas en el comedor?
— ¿Sí está rica la carne?
— Que sí. George, siéntate en el comedor.
Paul hacía su máximo esfuerzo por no pensar que algo raro sucedía con George.
— Bueno —. Finalmente, el muchacho accedió a sentarse en el comedor.
El almuerzo continuó como si nada.
— George, ¿y dónde está Martha? — Paul se levantó del comedor ya terminando su almuerzo.
— Debe estar en el segundo piso, ahí la vi hace unos minutos. George siguió comiendo.
— Bien, iré a saludarla.
Paul salió de la cocina y subió las escaleras.
— Martha — llamaba a su mascota, pero esta no aparecía. — Martha, ya llegué.
Paul comenzó a preocuparse al ver que su perrita no salía a saludarlo. Se dirigió a las habitaciones y no la encontró. Hasta que al muchacho se le ocurrió pasar al baño. Estaba por llevarse la sorpresa de su vida.
— Oye, Mar… — abrió la puerta y se quedó estático ante lo que estaba presenciando. — ¡Qué carajos! — , exclamó horrorizado.
En el piso del baño había un sinfín de pelos y ríos de sangre hasta en las paredes. Esto sólo era digno de la peor película de terror.
Paul bajó corriendo al primer piso y fue a la cocina, donde George seguía disfrutando de la carne guisada que preparó.
— ¿Sí encontraste a Martha? — Se levantó del comedor mirando a Paul sonriente.
Paul no podía hablar, estaba en shock.
— No te preocupes, Paulie.
George abrió el refrigerador y sacó un recipiente con carne cruda.
— Si quieres, más tarde te acompaño a buscarla. No debe de estar lejos — dijo al tomar un cuchillo ensangrentado y con pelos, para luego comenzar a cortar la carne.