Textos de autor

Las tentaciones de San Antonio: una metáfora de la condición humana

«Toda esa experiencia hizo avergonzarse al enemigo. En verdad, él, que había pensado ser como Dios, hizo el loco ante la resistencia de un hombre. Él, que en su engreimiento desdeñaba carne y sangre, fue ahora derrotado por un hombre de carne en su carne» 

Vida de San Antonio Abad. Atanasio, 1995

El arte desde sus inicios se ha inspirado en personajes ora reales, ora fantásticos, cuyas vidas fueron insignes por dar muestra de los más notables ideales humanos. Ya sea por consagrarse a una pasión, empresa o ideal, han servido de ejemplo al resto de nosotros, que vislumbramos en sus historias algo de lo que somos, desearíamos ser y finalmente, puede que no seamos jamás. Esta suerte de identificación probablemente ha influido en los artistas que optan por representar tal o cual personaje en alguna escena significativa de su historia vital o hacer su propia versión de esta.

A continuación se pretende analizar un poco la figura de uno de estos personajes, cuya historia, también ha sido la fuente de inspiración de varios artistas. Así como de muchos hombres que decidieron seguir sus pasos en busca de iluminación, a través del contacto con lo divino por medio de la austeridad, la meditación y la soledad más obstinada; no en vano se le conoce como el padre de los ascetas, y como el primer cristiano en atreverse a llevar una existencia de ermitaño. Hablo de San Antonio Abad, la primera de las flores del yermo, tal como se le conoce a los monjes del cristianismo primitivo que practicaron el ascetismo en el desierto Egipcio, tales como: Onofre, Hilarión, Arsenio el grande, Cirilo de Alejandría, Pablo de Tebas et al. A este último según cuenta el beato Santiago de la Vorágine en La leyenda dorada (2014), lo visitó San Antonio y ambos eran alimentados por un cuervo que les traía una hogaza de pan todos los días; esta anécdota es retratada bellamente por Velázquez en 1634 y la pintura se encuentra en el Museo del Prado.

Antes de seguir su rastro en el arte y exponer un poco la metáfora y el significado que encierra su historia, es preciso hacer un breve esbozo de los hechos más notables que aluden sus biografías, principalmente los eventos que coinciden en “La vida de San Antonio” por San Atanasio y “La leyenda dorada” del ya citado Santiago de la Vorágine, y que a su vez son referenciados por Flaubert, en su drama “Las tentaciones de San Antonio” texto de alto contenido lírico e histórico sobre la vida del monje, y que no en vano recomendó y prologó J.L Borges en su colección de “Biblioteca Personal”

EPISODIOS DE SU VIDA

Pasados más de dos siglos y medio desde la muerte de Cristo, tenemos entonces a Antonio, huérfano, hijo de padres cristianos que antes de morir le legaron su fe por “el hijo de Dios” cuya gloria póstuma es cada vez más creciente. Y a su vez una modesta herencia de la que se hará cargo para poder subsistir él y su pequeña hermana. Un día en el culto, escuchando la prédica del evangelio de Mateo (19:21) en donde Jesús invita a un joven a “Abandonar todas sus riquezas y darlas a los pobres para poder seguirle y ser perfecto”. A diferencia del joven que en el pasaje bíblico se rehúsa a tal condición, Antonio lo entrega todo, excepto una pequeña parte que era menester para mantener a su hermana. Pero reflexionando en la premisa del evangelio, sobre como Dios provee a todas sus criaturas de cuanto necesitan (Mateo 6:26-33. Lucas 12: 27) opto por entregar a su hermana a una orden de religiosas y dar el resto de su patrimonio a los más necesitados y en cuanto a él, se retiró a un cementerio cerca de su pueblo con el fin de prepararse para la vida ascética.

En este cementerio estuvo hasta la edad de 35 años, había pensado internarse en el desierto en busca de una soledad más austera que le permitiera acercarse más a Dios. Fue entonces que se marchó a una fortaleza abandonada al este del Nilo, aquí sus combates con el demonio y sus pruebas de fe aumentaron considerablemente, en frecuencia e intensidad. Veinte años después se retiró más aún, al monte Pispir, pero para entonces ya gozaba de fama y su historia era conocida por muchos que llegaban a visitarlo ya fuese para pedirle consejos, seguirle, o tan solo para conocerlo. Empero, sin dejarse tentar por la fama y desdeñando humildemente de este contacto, se internó nuevamente caminando durante tres días hasta llegar a unas cavernas en medio del desierto.

A lo largo de su vida fue víctima constante del Demonio, quien en diferentes periodos de su carrera beatifica, se empecinó a sabotear su empresa espiritual. En un comienzo cuando era joven y comenzaba su ascetismo en la necrópolis cerca de su aldea, se le presentó el maligno en forma de una mujer joven incitándolo al placer carnal. Este asedio de la Lujuria correspondía con los apetitos que Antonio admitió experimentar y no solo en esta etapa vital en que los hombres son más sujetos al erotismo y sus encantos, sino incluso en su etapa senil. Flaubert que ha sido de los pocos literatos que se interesó por instar esta leyenda a las letras, lleva a San Antonio, a ser tentado por féminas tan insignes como Helena de Troya o La Reina de Saba, y en últimas, incluso por la Lujuria materializada en una mujer joven.

«…Pero el demonio trataba de que se sintiera descontento de la vocación a la cual Dios lo había llamado. Como no lograba desanimarlo, entonces el demonio le trajo las más desesperantes tentaciones contra la pureza. Le presentaba en la imaginación toda clase de imágenes impuras…» (Atanasio 1995)                                             

Atanasio cuenta que Antonio solía hacer cestas y esteras que luego intercambiaba para ganarse el sustento de acuerdo a lo que versa Segunda de Tesalonicenses 3:10 “El que no está dispuesto a trabajar, que tampoco coma”. De esa forma procuraba su alimento, además claro, de las ofrendas que le traían sus visitantes. En lo que atañe al alimento, los demonios hacían de las suyas para agobiar al monje durante sus ayunos o cuando se quedaba sin comida. Incluso dice Atanasio que sufría visiones de grandes banquetes celebrándose dentro de su cueva, o cestas que mágicamente se llenaban de comida que luego se desvanecía, o hallando la poca comida que guardaba con heces, gusanos y todo tipo de alimañas.

A este apartado le hace Flaubert una escena interesante, poniendo Antonio en medio de un gigantesco Banquete en el palacio del Rey Nabucodonosor; primero observándolo en toda su arrogancia y opulencia desafiando la grandeza de Dios al compararla con la suya, mientras se embute de comida y licores. Y luego en un cambio casi imperceptible tanto para el lector como para el protagonista, Antonio pasa a encarnar al mismísimo Nabucodonosor, quien de la nada, se para en cuatro patas y comienza a mugir y berrear como una bestia, tal como referencia Daniel (4:33) que le sucedió al rey Babilonio.

Cuando llevaba a cabo algún peregrinaje, vigilia, oración, mortificación o cualquier otro acto sacro que lo ayudara a purificar su espíritu y agradar más a Dios. También el demonio y sus secuaces asistían para distraerlo de esta finalidad, y de todas las cosas que hacia Antonio, a lo mejor estas eran las que más molestaban al enemigo, ya que según se cuenta era cuando más se encarnizaba contra el monje. Algunas veces se presentaba en forma de visitante, solicitándolo o distrayéndolo, persuadiéndolo de no seguir en su entrega devocional. Pero según coinciden sus biógrafos y hagiografías, era tal la santidad de este, que tenía la capacidad de identificar al demonio sin importar la apariencia que tomase.

Esto último en vez de desalentar al Diablo, lo molestó mucho más y en adelante no se valió de apariencias humanas y comenzó a aparecer con formas zoomorfas de rasgos monstruosos. Se cuenta que en una ocasión mientras oraba; un grupo de demonios lo elevo por los aires y allí lo golpearon y ultrajaron ferozmente. Mientras yacía en el torbellino solo percibía las garras, colas, colmillos, alas y escamas de quienes lo atacaban, tal fue la agresión que otro monje que por casualidad al día siguiente fue a llevarle provisiones, lo encontró en el suelo de su caverna destrozado y pensó que estaba muerto.

«…el lugar parecía haber sido afectado por un terremoto, y los demonios, casi demolieron las cuatro paredes del refugio y parecían atravesarlas, para aparecer en forma de bestias y de cosas reptantes. El lugar se llenó de repente con formas de leones, osos, leopardos, toros, serpientes, escorpiones, y cada una de ellas se movía de forma acorde con su naturaleza…» (Atanasio. 1995)

Estas escenas son las que más han captado la atención y estimulado la imaginación de los pintores, todos los cuadros célebres que hay sobre la vida de San Antonio se centran en las tentaciones o los combates con el demonio, si es que se puede llamar combate a recibir todo tipo de agresiones físicas solamente con la oración como defensa. Se comprende de antemano el morbo de los hombres, sobre todo en épocas anteriores al renacimiento, por la figura de satanás y a su vez, de todo lo que entrañara elementos diabólicos. Era una ambivalencia generalizada que ejercía tanto temor como curiosidad y fascinación. Los artistas no eran exentos a esto, pero en su caso, contaban con el talento para explorar este terreno a través de su propia imaginación. Hoy por hoy, no se ha superado del todo este sentimiento ambiguo hacia lo diabólico, concepto que según Karl Rosencranz hace parte de las categorías de la estética de lo feo. En la que precisamente ubica algunas de las obras de El Bosco, no solo por sus temáticas, sino por los elementos empleados para representar dicho contenido, en especial las figuras.

Precisamente vale la pena mencionar, que ha sido el Bosco uno de los máximos exponentes en llevar esta Leyenda cristiana al lienzo, no es exagerado opinar, que es un referente obligatorio para los artistas que intentaron representar la leyenda después de él. Sus dos versiones son: El tríptico de 1501, en el museo de Lisboa y la del museo del prado que data de 1510 a 1515.

Otras pinturas celebres en representar los episodios del combate y la tentación son la de Matthias Grünewald de 1512-16. La de los Brueghel: Jan Brueghel en 1601,  Pieter Brueghel el joven en 1625. También la de David Teniers que data de mediados del 1600 aunque sin una fecha precisa; también la del grabadista Martin Schongauer del año 1475. Algunas de estilo más contemporáneo son: La versión de Cezanne 1875 -77 (M. Orsay) de corte posimpresionista. Salvador Dalí ceñido al surrealismo nos ofrece una versión de 1946 (M. Bellas artes de Bélgica) inspirada en la pintura homónima de Salvator Rosa de 1645. Solo por citar algunas, como dije, la lista es considerable.

Concluyendo con la reseña biográfica, fue tanta la frecuencia con que Antonio se enfrentaba a los demonios que no solo les perdió temor, sino que además, empezó a ser él quien los dominara, llegando incluso a entrevistarse con ellos para conocer sus intenciones y naturaleza. Con el tiempo se consagró con el poder de expulsarlos y prevenirlos. Después de su vejez no volvieron a molestarle, para entonces sin ser canonizado, ya era considerado un santo. Conocido por algunos acontecimientos milagrosos que lo atestiguaban. Finalmente, murió en el 356 a la edad de 105 años, pidió a sus discípulos que enterraran su cuerpo en un lugar secreto con el fin de que el cadáver no fuese exhumado y embalsamado como era costumbre por aquel entonces en Egipto.

METÁFORA DETRAS DE LA LEYENDA

¿Qué se puede decir sobre la figura de San Antonio Abad y el episodio de sus Tentaciones? Mucho ciertamente. Ahora, algunas reflexiones en torno a Las Tentaciones y las metáforas que encierra.

Antes que Freud, Schopenhauer ya había hecho algún señalamiento en su obra magna, acerca del papel que jugaba la vida y el carácter de los artistas al momento de hacer que la voluntad se condujera a representar tal o cual obra a través de ellos. Si bien a diferencia del filósofo, el padre del psicoanálisis se centra en hallar sustratos biográficos –sobre todo de experiencias infantiles- deseos culposos, temores reprimidos y otras semiologías de naturaleza psíquica en las obras de varios artistas como: Da Vinci, Goethe, Miguel Ángel, Dostoyevski etc. Ambos coinciden que no todos los móviles que determinan la creación de una obra de arte, obedecen exclusivamente a su conciencia e intencionalidad, sino que se deben también a ciertos procesos intersubjetivos, que hacen de esta gestación artística una experiencia que va más allá de lo técnico, empírico y objetivo. Es decir, no solo el hecho de que Las tentaciones de San Antonio tengan cierta tradición artística debe ser razón suficiente para que un artista se interese por representarlo; entendiendo que proliferan este tipo de temáticas de costumbre académica ¿Por qué optar por esa? La respuesta podría hallarse en algunos aspectos metapsicológicos como los descritos por Freud en sus trabajos y que como resalta son análogos en los procesos de elaboración artística y onírica, son los encargados de ensartar y devanar los hilos a través de los cuales el artista ira tejiendo su creación.

Procesos como la identificación y la proyección, auxiliados por el desplazamiento y la condensación conseguirán que finalmente el sujeto (artista) sublime su producción final.  Los dos primeros le servirán para identificar cualidades del personaje a retratar, que evidencie en sí mismo y a su vez exteriorizar en la imagen del retratado todo aquello que no sea capaz de tolerar en su persona y le es más fácil reconocer en el otro para sobrellevarlo. El desplazamiento permitirá movilizar toda la libido menester para realizar el trabajo, la libido funciona aquí como energía vital, pero su influencia variara a partir de la disposición afectiva, o sea si viene teñido de odio, amor, miedo, tristeza o ira. Esa tonalidad afectiva también influirá en la intensidad volitiva con la que se lleve a cabo el proceso creativo. La condensación vendría siendo la encargada de hacer que todos estos procesos, afectos y representaciones confluyan hacia un mismo fin, en este caso la terminación de la obra de arte. Hasta aquí un pequeño resumen bastante sintetizado de lo que para Freud obra detrás de bambalinas, mientras el artista cree hacer de las suyas únicamente guiado por su voluntad.

Lo anterior no explica nada sobre qué tienen “Las Tentaciones” que resultan tan atractiva para determinados artistas, solo explica los procesos a través de los cuales se configuran en el sujeto la elección y el desarrollo de tal o cual obra sin importar su temática. Es preciso develar qué elementos humanos, ya sean de orden poético, filosófico o psicológico, están enmarcados en la temática de Las Tentaciones de San Antonio. Esto en miras de comprender ahora su elección temática desde un punto de vista semántico, por lo menos en sentido metafórico.

SER HUMANO: DIALECTICA, LUCHA Y CONTRADICCIÓN

Siguiendo con la interpretación alegórica que ofrece Santiago De la Vorágine en su Leyenda Dorada (2014) acerca de la vida de santos, mártires y devotos. Algunas de las metáforas que encarnan estos varones son precisamente la lucha del hombre que se reconoce con nobles aspiraciones, pero mundanas debilidades y que a pesar de las últimas está dispuesto hacer todo el esfuerzo que sea necesario para conseguir un bien superior, que para lo que a él respecta, no se halla en lo físico, en el mundo material, sino en el espiritual que para estos hombres de fe, es la realidad última y verdadera y se superpone a la experiencia del mundo carnal. Sin embargos son conscientes que no puede existir el uno sin el otro y que ambos coexisten como uno solo, por ende entienden que ese mundo de materia que se hace desdeñar por todos los riegos y engaños que implica para alcanzar la salvación, es a su vez el único recurso y oportunidad que se tiene para conseguirla. Una de las determinaciones de las que hace gala, Antonio, es precisamente esa, la resignación ante el mundo, la materia y todas las vicisitudes que surjan como un imprescindible para conseguir elevarse espiritualmente y ser uno con Dios.

En su libro Flaubert, retrata al eremita como un obstinado del espíritu, ya desde el primer acto lo hace sufrir con visiones demoniacas, tentaciones de lo más seductoras, torturas morales y psicológicas, exposición ante escenarios ora grotescos, ora escatológicos, y entrevistas con toda suerte de seres mitológicos, personajes insignes, y hasta figuras arquetípicas de distintas culturas y periodos históricos.  Por ejemplo, la muerte, la lujuria, la pereza, y la locura que se materializan en formas antropomorfas para inducirlo al delirio, la fornicación, el suicidio, o el abandono de su hábito devocional. Habla con Júpiter que le comenta como asesinó a su padre y este al suyo y como este parricidio divino los liberó; o con Shiva y Brahma que le aconsejan volverse uno con el todo y convertirse el mismo en el mundo, además de advertirle sobre la reencarnación y la transmigración del alma, cosas que Antonio se niega a creer; o Con Satanás que lo lleva volando sobre su espalda alrededor de terrenos baldíos donde parece que el mal triunfó y lo invita, sino a unírsele, al menos abandonar su empresa “Absurda y sin ningún provecho… sin ninguna importancia para el creador”

En todos esos diálogos y encuentros entre San Antonio y sus visiones auspiciadas por el diablo, siempre reluce un atributo que sus biógrafos aseguran que destacaba al santo: tener un discurso que vislumbraba por su sabiduría y buen uso de la retórica, a pesar de no haber recibido estudios o algún tipo de formación durante su infancia. Aquí Atanasio, explica, como lo hace el Padre Thomas Keating, que en su texto Intimidad con Dios (2004) que las virtudes que se logran por medio de la vía del espíritu y el fortalecimiento del mismo, eclosionan también como cualidades intelectuales, físicas y morales, a razón que el hombre busca que lo que hay de inmortal en él comparta los atributos con lo que hay de inmortal en el universo y viceversa. Obviamente, para el autor, aquello último equivale a Dios.

Antonio es el dibujo perfecto de la condición humana en cuanto criatura biológica, mortal, que, sin embargo se sabe heredero de algo divino, algo que presiente ha de sobrevivirle después que su cuerpo perezca, a esto tradicionalmente le suelen llamar alma o espíritu, y se describe como la sustancia inmaterial, la esencia que precede a la existencia y para muchas religiones -sobre todo después de Platón- resulta ser lo más valioso precisamente por su carácter inmortal. Es decir, Antonio es un idealista, un enamorado de su fe ciega por esta idea. Empero, ese amor requiere de mucha constancia, disciplina y esfuerzo para mantenerse en pie y resistir  todas las amenazas que pueden ser un obstáculo para su empresa. A lo largo de esta, él, tiene momentos de flaqueza en los que duda de sí mismo o de Dios, se siente fatigado, o desespera por la soledad.

En tales lapsos su oración languidece, los rezos de su ayuno son callados por los ruidos de su barriga hambrienta, el recuerdo de su hermana le hace sentir culpable por abandonarla; cuando no le ve sentido al cilicio que le mortifica, ni señales divinas que indiquen que sus sacrificios y méritos son bien recibidos en el cielo. Entonces aparece el demonio para persuadirlo de que es así, secundando su desconfianza y autocuestionamientos. En tal situación Antonio saca fuerzas y coraje de donde no los tiene, reconoce al enemigo, ha convivido con él en la más íntima soledad. Si se encuentra dentro o fuera de si, no le interesa precisarlo, tiene claro que es real y que tiene influencia sobre sus sentidos, pero no sobre su voluntad. Se resiste, El Mal le recuerda que aún es débil, que tiene mucho por trabajar, que no ha ganado nada todavía y que debe ser constante en su lucha. Siempre que tenga vida tendrá la oportunidad de fallar a su ideal, por lo tanto, mientras tenga vida estará el demonio, El Mal, asechándolo en todo momento para aprovechar ese instante de flaqueza y salirse con la suya. 

De lo anterior a diferencia del mismísimo Antonio que consideraba como reales aquellas apariciones demoniacas, aquí se toman en un sentido figurativo y se opta más bien por la interpretación alegórica a la manera dostoyevskiana legada luego por Freud, de que los demonios son una representación de nuestras inclinaciones malignas, perversas o bestiales, instintos reprimidos, sentimientos hostiles, deseos prohibidos. Es normal que ese demonio, se presente sabiendo mucho acerca de nosotros, incluso cosas que nos eran desconocidas. Pero ocurre por esa precisa razón, porque ese demonio es cada uno, solo que obrando con recursos que yacen en nuestro propio abismo, nuestro propio caos, lo más profundo de cada quien. Así mismo ocurre con El Bien, o lo sagrado, es también una condensación de las mejores virtudes, inclinaciones buenas, la moral y los deseos nobles. En ningún momento, aparece algún tipo de intervención divina externa, que se una a su lucha contra el maligno. No aparece absolutamente nadie. Esta solo, pero igual la lucha es pareja, porque son el mal y el bien que le pertenecen desde siempre, peleando dentro de sí. El combate es con su mejor aliado y contra su peor enemigo, todos son él mismo. Es el único en la arena y el desierto es testigo.

Después de todo, los demonios de Las Tentaciones… adquieren formas que hacen alegorías a los pecados capitales, obsesión de la religión católica que antes del medioevo ya se venía promulgando; condicionando la moral que regía por aquel entonces y, que aún hoy occidente, no ha podido superar del todo. Dichos pecados, describen condiciones humanas, apetitos instintivos, su inclinación por el placer, su desesperación por apartarse del tedio y el sufrimiento. Todos ellos son una suerte de alternativa o riesgo al que se está expuesto por ser sujeto a las voluptuosidades de los sentidos y los variados estímulos que vienen del mundo a seducir nuestros carnales inclinaciones. Estos al ser hipertrofiados por el placer que producen, degeneran en vicio, haciendo del individuo que lo padece alguien disfuncional, inmoral o indeseable. No en vano como lo han señalado los estoicos, los hábitos desmedidos, los placeres excesivos y todas las conductas humanas que no tengan la moderación como juez, permitiendo a la voluptuosidad y los deseos superponerse a la razón; culminan denigrando al individuo que los consagra. No solo poniendo en riesgo su cuerpo físico, sino sobre todo, como retrataría Dante magistralmente en su Infierno, también su alma, que pagaría en el Hades con castigos afines a su impío proceder -cosa en que no creían los estoicos, pero si los cristianos-. Por ende una vida cristiana de límites y recato, por no decir de abstinencia y prohibiciones, era vista como la única forma de garantizarse, sino una vida sin penurias, al menos una eternidad sin sufrimientos. En últimas nadie escapa de esta lucha, pero cada quien la lleva a su manera.

El mal hace mella en el monje de dos formas: a través de sentimientos y pensamientos, ya sean angustiantes, atemorizantes o culposos. Los experimenta a lo largo de su vida ascética, sobre todo al comienzo. La ya citada obra de Flaubert, retrata todo esto a través de las conversaciones que tiene con Hilarión; con voces que le hablan, como la de su hermana reclamándole por dejarla a su suerte. Otras que le dicen que es un hombre atormentado que nunca habrá de librarse del pecado que convive con su especie. La otra forma de afectarle, es la ya mencionada materialización, que le permitía agredirlo físicamente, seducirle por medio de mujeres, o propiciarle las visiones más terroríficas.

Varias teorías han surgido para tratar de explicar estas experiencias de pesadilla que testimonia el monje. Que si eran experiencias místicas -que no siempre están vinculadas al éxtasis- afines a estos hechos sobrenaturales. Alucinaciones producto de las difíciles condiciones en que se hallaba: solo, deshidratado, desnutrido y muchas veces con días sin dormir que se acumulaban uno tras de otro en medio de su meditación absorta. O bien experiencias delirantes producto quizá de un estado psicótico. Si son ciertas o no, si estas anécdotas eran producto del mal encarnado o de una mente enajenada. No cambian en nada la visión que tenía Antonio de ellas, la certeza de que todo lo que vivía era real y no solo un desborde de su trastornada imaginación. Simplemente, se explican las presuntas causas detrás de las apariciones.

Lo real y lo fantástico tienen lugar en el mundo y muy particularmente en el sujeto que lo experimenta, son conceptos a los que solo está ceñido el hombre. La capacidad de discernimiento es la función cognitiva que nos permite llevar a cabo estas diferenciaciones. Sin embargo, el discernimiento se ve también mediado por la cultura, las creencias personales, y obviamente el estado orgánico y afectivo del sujeto.

Estas explicaciones entre la mística y la psicosis que acotan su historia, resultan válidas para comprender su certeza, como lo indican Garcia y Colbs, en su trabajo titulado Psicosis inducidas por estados excepcionales de conciencia (2012) En la experiencia subjetiva del individuo, en tales estados llamados “Místicos” no se diferencian el mundo interno del externo; todo lo que se experimenta en tal estado resulta como una verdad innegable, bastante afín a la certeza psicótica, pero sin el carácter fragmentario y disfuncional que implica la psicosis para el sujeto, esta última consiste en la inflexibilidad por considerar otras perspectivas o causas para explicar su situación y la perseverancia de concebir tales hechos como verdad,  respaldada por argumentos propios, sin importar que sean falaces o irracionales.  Para una explicación psicoanalítica más detallada del fenómeno en cuestión, está el Seminario III de Lacan “Psicosis” donde se explaya en San Juan de la Cruz cuya obra y testimonio opone al del célebre caso de Scherber, para hablar de las diferencias entre una experiencia mística y la psicosis.

A MODO DE CONCLUSIÓN

Con base a todo lo anterior, no es arbitrario concluir que la lucha librada entre el bien y el mal, entre los apetitos de la carne y las aspiraciones del espíritu, ese batirse constantemente entre lo real y lo fantástico, no es exclusivo de quienes optan por llevar una vida encaminada a la espiritualidad. Todos los hombres, incluso quienes profesan aversión por todo lo místico o supersticioso yacen en este lugar común. Deben enfrentarse con sus propias contradicciones y hacer lo posible para que el mundo en que viven sea más un camino a la salvación que a su condena.

Todos caminan solos entre la vida y la muerte, y en ese camino intentan asir algo para continuar. Ese algo se puede hallar en el terreno de lo físico o en ideales del espíritu. Sea cual sea el caso, siempre confluirán en el mundo y dependerán recíprocamente, pero estarán a merced de la voluntad de cada sujeto, aguardando para ser su razón de vivir, su motivo para seguir luchando, de no morir. Después de todo, la lucha de todo humano consiste en tratar de superar su propia humanidad y transformarse en la vida misma.

“ANTONIO, con desbordante alegría  (Escena final)

Qué felicidad: he visto nacer la vida, he visto comenzar el movimiento! La sangre me late tan fuerte en las venas que parece como si fuera a romperlas. Siento anhelos de nadar, de ladrar, de mugir, de aullar… Quisiera tener alas, un caparazón, una corteza como los árboles; quisiera echar humo, tener una trompa, retorcer mi cuerpo, dividirme en muchas partes, estar en todo, emanar mi esencia junto con los olores, desarrollarme como las plantas, fluir como el agua, vibrar como el sonido, brillar como la luz, acurrucarme en todas las formas, penetrar en cada átomo, bajar hasta el fondo de la materia, ¡ser la materia!” (Flaubert 1986)

                              Imagen: Pixabay.com

BIBLIOGRAFIA

S. de la Vorágine / La leyenda dorada. Alianza. Barcelona. 2014

 Atanasio De Alejandria /  Vida de Antonio. Ciudad Nueva, Madrid. 1995

T. Keating / Intimidad con Dios. Desclée De Brouwer, Bilbao. 2004

J. Lacarriere / Los hombres ebrios de Dios, Aymá, Barcelona. 1964

S. Freud / Obras Completas, Biblioteca Nueva, Madrid. 1996

J. Lacan / Seminario III: Psicosis, Paidos. Buenos Aire. 2004

G. Flaubert / Las tentaciones de San Antonio, Orbis (Biblioteca Personal J.L.B) Barcelona. 1986

Garcia & Colbs. / Psicosis inducidas por estados excepcionales de conciencia.2012