Textos de autor

Pascal y el espantoso universo

Si no me preguntan qué es el tiempo, lo sé. Pero si me lo preguntan y empiezo a explicarlo, no lo sé.

    San Agustín. Las confesiones.

Es pertinente aclarar que en la física actual al espacio, tiempo y materia, se les entiende como entidades reales y concretas (hipotéticamente), y que sin la existencia de algunos de ellos no se pueden concebir los demás. Me explico: si un objeto se mueve lo hace en un determinado espacio con el pasar de un tiempo. En fin, todo cuerpo en movimiento ocupa, para ser más exacto, el espacio-tiempo.

Con Newton nos imaginábamos que, si la materia y el movimiento dejasen de existir, el espacio y el tiempo seguirían existiendo de forma absoluta; con Einstein y su teoría de la Relatividad General, el campo espacio-temporal no depende de la materia (desde este punto de vista ambos serían sustancialistas), pero esta sí lo afecta y lo altera, cosa que no pasa en la física clásica de Newton. El problema estriba en imaginarnos el origen del universo en un tiempo, espacio, materia y movimiento coetáneos e inseparables, porque, aunque la ciencia esté avanzada o en sus comienzos, nos seguimos preguntando si la materia es eterna, si el universo tuvo un comienzo en el tiempo, o cómo se formaron los mundos. Entremos, pues, en el debatido universo en expansión, para retornar posteriormente al hipotético comienzo del mismo.

Entre los años 1924 y 1929, Edwin Hubble descubrió que las galaxias no se aproximan, sino que se alejan a gran velocidad (aunque hay algunas galaxias que se acercan). Por medio del efecto Doopler, se puede observar que la luz galáctica se distorsiona ligeramente, “se desplaza hacia al color rojo y se acerca con relación al azul. La razón es que la luz está constituida por ondas de manera que una fuente de luz en movimiento puede estirar o comprimir las ondas.”[1] (Aunque al comienzo Hubble lo llamó aparente corrimiento hacia el rojo).

Para comprender este comportamiento de la luz analicemos el siguiente ejemplo: cuando se está esperando un tren en una estación de ferrocarril, se escucha que el sonido de su silbato se hace más agudo debido a que se acortan las distancias (aumento de la frecuencia), y que al pasar por nuestro paradero desciende a medida que se aleja (disminución de la frecuencia).

Imaginemos que en vez de sonido sea luz, que cuando se muestra el corrimiento hacia el color rojo indica el alejamiento de la galaxia y el azul su acercamiento (aunque en la expresión corrimiento al rojo y al azul, lo que se debe entender es que lo que se desplaza en realidad son las líneas espectrales de los elementos químicos no visible a nuestros ojos), claro está que esto no indica que nuestra galaxia ocupa el centro del universo, ya que las galaxias más distantes se alejan más de prisa que las más cercanas.

Cuando se pretende explicar la expansión del universo, hay que recurrir necesariamente a la gravedad, ya que es la fuerza que rige muchos de los fenómenos cósmicos a gran escala. La gravedad deforma el espacio y el tiempo, pues −pensando en el tiempo−, de acuerdo con la teoría de la relatividad de Albert Einstein, los relojes en la superficie de la tierra deben retrasarse respecto a los relojes localizados en un entorno donde la gravedad es inferior (aunque dentro de nuestro mismo planeta se puede observar ese fenómeno). Citemos nuevamente a Paul Davies, pensando ahora en el espacio:

Si el sol puede deformar el espacio también puede hacerlo la galaxia, que está constituida por muchos soles. Así en lugar de decir que las galaxias se alejan a través del espacio, los astrónomos prefieren pensar que es el espacio entre ellas lo que se ensancha. Si es el espacio intergaláctico el que se hincha, entonces cada galaxia dispone cada vez de más espacio. De esta manera el universo se expande sin que tenga que hacerlo necesariamente hacia el vacío.

PAUL, Davies. Dios y la nueva física. Barcelona. Salvat. 1980. P. 16.

Se pueden imaginar que, desde los antiguos griegos, por decir algo, el universo se ha estado expandiendo debido al alejamiento de las galaxias a grandes velocidades, teniendo en cuenta que estas dependen de las distancias a que se encuentran las galaxias, si la distancia es, por ejemplo, de 3,3 millones de años luz, la velocidad sería de 500 km/s; 6,6 millones de años luz, a 1.000 km/s y así sucesivamente dependiendo del campo de referencia (ley de Hubble-Lemaitre). La pregunta sería, ¿hacia dónde se ha estado expandiendo el universo?, ¿hacia el vacío o hacia la nada?

Recordemos que la palabra nada para el físico significa tanto sin materia como sin espacio, pero también se puede argüir que la nada exista, en este caso, como diría Hegel, la nada se convierte en algo. Para más complejidad, admitir un universo en expansión es aceptar a su vez que en un muy remoto pasado ha debido el universo ser infinitamente pequeño o, para ser más sutil, un punto infinitamente pequeño, y si el universo estaba comprimido de esa forma, entonces, ¿Qué lo rodeaba?, ¿la nada?

Uno puede pensar ingenuamente que lo rodeaba la oscuridad, porque la oscuridad es ausencia de luz, y sabemos que lo que vemos no es sino energía irradiada que ejerce una reacción química sobre la retina de nuestro ojo, acción que percibimos como luz, pero si no hay soles ni individuos por estar el universo comprimido, ¿Qué razones hay para decir que es la oscuridad lo que le rodea? Además, si el tiempo y el espacio son reales, entraríamos en las antinomias de Kant cuando arguye que el mundo no puede tener un principio en el tiempo, pues de tenerlo habría un intervalo de tiempo, o sea, el tiempo inmediatamente anterior al comienzo del mundo y así ad infinitum.

Como vemos, hemos regresado al comienzo del presente ensayo, pues este punto infinitamente pequeño es materia ocupando el espacio-tiempo y, para más colmo, rodeado por la nada que es lo contrario a dicho huevo cósmico, es decir, sin materia, sin espacio, sin tiempo y sin movimiento (los científicos en vez de hablar de la nada prefieren utilizar la palabra vacío).

Otra hipótesis sobre la expansión del cosmos es el hallazgo de una radiación procedente del espacio exterior, este vestigio o destello esparcido por todo el universo es el remanente del calor original de lo que llamamos hoy en día Big Bang, citemos a Paul Davies al respecto: “conociendo la temperatura actual de la radiación residual térmica de fondo, es una simple cuestión de escala calcular su valor en cada época. Cada vez que una región típica del universo dobla su tamaño, la temperatura decrece en un 50%. Extrapolando hacia atrás en el tiempo, se deduce rápidamente, por ejemplo, un segundo después de la creación la temperatura era de diez mil millones de grado”. [2]

Por otro lado, hay una teoría que está considerada como parte integradora del Big bang: la teoría inflacionaria del universo, formulada en 1981 por Alan Guth. Con la Gran Explosión uno pensaría en que la distribución de la materia en el espacio sería caóticamente heterogénea, sin embargo, dicha distribución, tanto de la materia como de la radiación es prácticamente constante y homogénea (problema del horizonte), y esto se explica con la teoría inflacionaria, que sostiene que el periodo de expansión del universo sería exponencial con altos niveles de simetría.

En fin, estas pruebas son las que conllevan a que muchos investigadores y científicos como Carl Sagan concluyan que la única hipótesis imposible es la de un universo estable. Pero lo sorprendente del mencionado huevo cósmico, es que se ha estado expandiendo desde miles y millones de años, y las preguntas sobre hacia dónde lo hace y cuál sería su borde, han sido las paradojas que han tenido que afrontar los científicos.

Con respecto a dicha expansión, se expondrá a continuación de manera breve las distintas hipótesis que han planteado algunos científicos del pasado siglo XX, con el fin de que tomemos consciencia de las concepciones de nuestro universo y sus posibles formas.  

Albert Einstein suponía una hiperesfera finita en volumen con un radio de diez mil millones de años luz (modelo del globo), pero sin ningún límite, haciendo una analogía con la esfera terrestre, basada en el hecho de que el espacio se puede curvar (curvatura positiva). Por ejemplo, en nuestro planeta cualquier ser humano ocupa el centro de la tierra, y un viajero en ningún lugar encuentra un final regresando al punto de partida, así, de esta manera, las galaxias no se alejan, sino que regresan a su punto de inicio sin encontrar un fin.

Otra esfera es la del francés Lemaitre, que comparte con Einstein que el universo es esférico, pero se aleja de él al sostener que el radio de este mismo varía con el tiempo, o sea que está en constante expansión y cualquier observador puede decir que se encuentra en el centro del universo, aunque con respecto al alejamiento de las galaxias nos dice que estas “están colocadas sobre una inmensa bomba de inflar que a medida que esta se infla todos los puntos de la superficie se van alejando unos a otros”[3]. Además, dice Lemaitre, que en el retroceso del tiempo todas las galaxias se comprimirían en un inmenso átomo que explotaría irradiando partículas en todas las direcciones, existiendo dos fuerzas universales, una de repulsión y otra de atracción debido a las masas, y que, gracias a la fuerza de la gravedad, la materia se condensa para formar galaxias.

Una tercera esfera es propuesta por el inglés E. Arthur Milne en 1935. Comparte con Einstein y Lemaitre que el universo para cualquier observador es el centro y que no hay punto privilegiado, sólo que Milne parte como postulado del espacio plano de Euclides, sus conclusiones son las siguientes: “el universo es esférico desde cualquier punto que lo observamos, sus dimensiones son finitas, sin embargo el número de galaxias o nebulosas son infinitas”[4]. Milne admite la expansión del universo, que retrocediendo en el tiempo el radio hipotéticamente puede llegar a tener dimensiones de un punto cero, se habla entonces de un comienzo del mundo en el tiempo.

Por otro lado, con el satélite espacial COBE, se ha reconstruido, con datos y cálculos, un diagrama gracias a sus luces infrarrojas, la imagen de un espacio galáctico ovalado con unos cúmulos de galaxias en el ecuatorial. Pero debemos ser precavidos en no inferir que el universo es ovalado porque la imagen que da el COBE es ovalada (claro está que la sonda espacial WMAP y el satélite PLANCK, sucesores del COBE, eliminando interferencias de objetos cercanos a nuestra galaxia, han reconstruido una cartografía más precisa debido al calor (la radiación de fondo de microondas, la más antigua huella del universo que se desprende del supuesto Big Bang).

Estas son unas de las tantas representaciones de nuestro universo en el recorrido del siglo pasado, a veces sería reconfortante y tranquilizador creer sencillamente en la esfera de Einstein, pero, ¿qué hay más allá de un universo en forma de esfera que tenga como radio diez mil millones de año luz? Y si es la nada, ¿cómo puede un universo tan enorme sostenerse gracias a ella? Para un cristiano adiestrado en la materia diría que es sostenido por Dios y que este mismo no tiene fin alguno. Con respecto a la expansión que nos propone el francés Lemaitre y el inglés Milne, un segundo cristiano diría que este hacia dónde se expande el universo sería el mismo “espacio espiritual” de Dios sin que la expansión del universo pueda superarlo jamás. Me parece sorprendente que Milne proponga un espacio plano Euclideano, cuando la física moderna en un gran porcentaje lo ha descartado.

Por todo lo anteriormente expuesto se presentará una quinta esfera que no está exenta de las expuestas hasta ahora, basándonos primeramente en un ensayo titulado “La esfera de pascal” de Jorge Luis Borges. Todo comienza con Jenófanes de Colofón, que hastiado de andar de ciudad en ciudad declamando los cantos homéricos, se fue en contra de sus dioses afirmando que sólo existe un Dios inengendrado, cuya forma es esférica, por ser ésta la figura geométrica más perfecta y las menos dañina, cosa muy divulgada entre los griegos.

Posteriormente, a finales del siglo XII, el teólogo francés Allain de Lille, desempolvando algunos escritos atribuidos a Trismegisto, descubrió la siguiente sentencia: Dios es una esfera inteligible cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.

Luego en el siglo XVI, con Giordano Bruno, Jorge Luis Borges nos comenta en su ensayo que este “buscó palabras para declarar a los hombres el espacio copernicano, y en una página famosa estampó; podemos afirmar con certidumbre que el universo es todo centro o que el centro del universo está en todas partes y la circunferencia ninguna»[5].

Notamos que esta concepción del universo está compuesta por las mismas características que la esfera inteligible propuesta anteriormente. Según Borges, para Pascal todo esto fue un laberinto y un abismo, Pascal sintió vértigo, miedo, soledad y hubo querido adorar a Dios y aborrecer el universo, pero Dios era menos real que el aborrecido universo y colocó al mismo en las siguientes palabras estampadas en el fragmento 72 de su libro Pensamientos: “La naturaleza (el espacio) es una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna”. 

En el diccionario filosófico de Ferrater Mora, localizando la palabra esfera, nos menciona el fragmento 72 de Pascal, pero en vez de aparecer como sujeto la naturaleza, aparece la divinidad, aunque Ferrater Mora, con mayor extensión que Borges, resalta que dicha esfera pascaliana ha podido ser tomada de una edición anotada de Montaigne, pero la idea se encuentra en muchos autores, a saber: Leibniz, Rabelais, Tauler, Nicolás de Cusa, Kepler, Weigel, F.M. Van Helmon, Bohme, en la mística cabalística del renacimiento, a finales de la edad media y hasta en el pensamiento Taoísta, cuando se dice que el centro de la gran circunferencia, que es a la vez el centro de la gran rueda cósmica, es el lugar donde se encuentra la Norma.

Una de las consecuencias que llevó a Pascal a plasmar el universo como la esfera estipulada arriba, es que en el fragmento 207 nos habla sobre la inmensidad del universo como sigue: “[…] la infinita inmensidad de espacio que ignoro y que me ignora”. En este destello de pensamiento se ve claramente el por qué Pascal concibió el universo como una esfera infinita cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna, pues, ¿Qué certeza tenía para decir que el universo es una esfera finita sin conocer el borde del mismo y los muchísimos kilómetros de espacio que ignoraba?

Si notamos, ya no hay espacio para Dios en esta esfera de Pascal, incluso se puede argüir (digo argüir porque no hay que olvidar que Pascal fue un cristiano perteneciente a una secta religiosa llamada jansenismo) que dicha esfera conlleva a un ateísmo, panteísmo o deísmo, pero lo más asombroso es que un universo en expansión sin borde o sin conocerlo, da a entender que, si en la esfera de Pascal no hay circunferencia, indica que no hay borde y, si no hay borde, todo puede ser centro.

Los físicos y astrónomos de nuestra época piensan “que el universo explotó a partir del estado de contracción y densidad infinitas aunque sin ningún borde ni límite o que el primer instante del Big Bang, cuando el espacio estaba infinitamente comprimido, constituye una frontera temporal donde el espacio deja de existir, los físicos llaman a tal frontera una singularidad”[6]. Partiendo de esta hipótesis podemos argumentar que si en el comienzo de la contracción del universo no había un borde, mucho menos en su expansión.

Con todo esto la esfera de Pascal no deja de ser baladí, aunque no nos ofrece un razonamiento aproximado al origen del universo, puede ser propuesta como una profunda meditación a las actuales hipótesis de un universo en expansión sin bordes ni límites, pues se trata evidentemente de una explicación de la forma del universo y no del origen de la materia misma, ya que la ciencia no ha podido decir nada exacto al respecto, dándole camino y vía a las indagaciones filosóficas.

Obviamente en el siglo en que vivió Pascal no se conocía como hipótesis un universo en expansión, pero una forma de actualizar su esfera a las concepciones actuales es la siguiente: si nos imaginamos que el borde del universo en su expansión pasó por tal punto, al querer llegar un observador en una nave espacial a dicho punto de referencia, el universo habrá recorrido una gran distancia por su velocidad, tanto como para que el observador vea su entorno como centro, así, de esta manera, se verá al universo como una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna.

Pero no es este el modelo que se pretende resaltar aquí, porque la ciencia nos habla de un hacia dónde se expande el universo, y la esfera de Pascal puede fácilmente representar tanto ese hacia dónde se expande como lo que se está expandiendo. Si notamos, es un cosmos autosuficiente.

Tanto Borges como Ferrater Mora, se han basado en el libro “Pensamientos” de Pascal de la editorial Brunschvig, por mi parte me he apoyado en la editorial Oveja negra, donde el articulo XVII titulado “Conocimiento general del hombre”(que en otras ediciones adquiere el título de “Desproporción del hombre”), Pascal esboza que “Todo este mundo visible no es más que un rasgo imperceptible en el vasto seno de la naturaleza. Ninguna idea se puede ni aproximar. Por más que hinchemos nuestras concepciones más que todo lo imaginable, no producimos sino átomos, en comparación a la realidad de las cosas. Esta es una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes, y la circunferencia en ninguna. En fin, el más visible carácter de la omnipotencia de Dios, es este hecho de que la imaginación se pierde en ese pensamiento” [7]. Borges nos comenta que en la crítica de Tourneur (París 1941), se revela que Pascal empezó a escribir y a sentirlo así; “[…] una esfera espantosa, cuyo centro está en todas partes, y la circunferencia en ninguna”.

Dicha esfera puede tener su doble sentido, si la vemos como un modelo real, sería espantosa, pues imaginemos un observador (y que los ojos de ese observador sean los ojos del alma) que viaje más rápido que la luz; vería la trayectoria de la luz misma y la pregunta que surge es: ¿qué lugar ocupa el observador?, y, ¿cuál sería la finitud de dicho espacio? La otra sería ver en la esfera de Pascal, una metáfora de una profunda reflexión sobre los límites de la razón humana al querer saber lo que ignoramos de nuestro universo.

[1]PAUL, Davies. Dios y la nueva física. Barcelona. Salvat. 1980. P. 15.

[2]PAUL, Davies. Op, cit., P. 25

[3]VELEZ URIBE, Favio. Introducción al pensamiento filosófico. Bogotá. Didáctica. P. 33.

[4]Ibid. P. 35.

[5]BORGES, Jorge Luis. Antología personal. Buenos aires. Bruguera. 1980. P. 200.

[6] PAUL, Davies. Op, cit., P. 20-21

[7]PASCAL, Blaise. Pensamientos. Bogotá. Oveja negra. 1984. P. 119.

Freddy Mizger, filosofo colombiano comparte con Otras Inquisiciones este interesante ensayo, puedes conocer más de sus textos en su blog Minerva Literaria.

Imagen: Archivo.