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El turno de Aquaman

Un héroe puede nacer en las entrañas de un amor prohibido. El hijo de la reina de Atlantis y del hombre encargado de un faro dispuesto en las costas del Océano Atlántico; mitad humano, mitad atlante, un niño capaz de entender a los peces y hablar con las criaturas del mar: Arthur Curry, el justiciero del mar que sencillamente es recordado como Aquaman. Arthur es interpretado por Jason Momoa, en el film dirigido por James Wan (uno de los progenitores de las sagas de suspenso Saw y El Conjuro).

Aquaman continua la saga del universo extendido de DC comics, después de haber sido observado en Batman vs Superman, Dawn of justice (el amanecer de la justicia) y en Justice League (la liga de la justicia).

Curry intenta vivir como una persona cuya existencia es insignificante. No aparenta tener ocupación alguna, pero el apodo de Aquaman ya es bastante conocido entre marinos y piratas, y también es motivo de conversación en las redes sociales.

Arthur tiene sus propias razones para no mostrar piedad a ninguno de los villanos que se cruzan en su camino, y pese a sus actos desinteresados y de buena fe, no se mira a sí mismo como un héroe; de otra parte, sus ambigüedades no lo convierten en un personaje oscuro como el emblemático Batman.

Fuera de las esperadas batallas acuáticas y submarinas, Aquaman es una cinta con oportuno sentido del humor e inconfundibles muestras de valentía y fortaleza femenina. La realidad dentro de esta ficción se permite mirar la constante acción destructiva del hombre a los océanos, a la vida marina y en consecuencia a la misma vida humana.   

Esta es la primera ocasión en la que Aquaman es llevado a un live action como personaje central desde que fue creado por Paul Norris y Mort Weisinger en 1941. Es su turno de brillar, del mismo modo en que Wonder Woman se robó todos los elogios en 2017.

Imágenes: DC, Warner.