Textos de autor

Aquelarre operístico, por Eduardo Viladés

Hoy he soñado con ríos de semen y cascadas de fluidos desde la taberna de Luther hasta el Ayuntamiento de Núremberg; la gente se lanzaba sin tabla desde las ventanas y confluía en la acera, pegajosa y viscosa, se besaba y se escupía, lamía el pavimento y derramaba su contenido en coños abiertos y penes dispuestos a humedecer el subsuelo.

Les oiseaux dans la charmille
Dans les cieux l’astre du jour
Tout parle à la jeune fille d’amour!

Cuando estaba a punto de despertar, los dependientes del supermercado de la esquina me secuestraban y taladraban sobre la encimera de la pescadería, con los ojos saltones de las lubinas contemplándome. Se unía al desmesurado saturnal un grupo de amas de casa que estaba comprando leche en polvo desnatada. Desnudas, la esparcían encima de las lubinas, recién traídas de las lonjas del mar del Norte. Los policías de la comisaria de Weissgerbergasse, alertados por la denuncia de un vecino que había acumulado experiencia en los balcones durante la guerra franco-prusiana de 1870, acudían en masa al supermercado.

Tout ce qui chante et résonne
Et soupire, tour à tour
Emeut son coeur qui frissonne d’amour!
Ah! Voilà la chanson mignonne
La chanson d’Olympia! Ah!

Se les juntaba un grupo de legionarios españoles con los botones de la camisa a punto de estallar, la jungla saliendo por sus torsos poderosos y el fardo del pantalón pidiendo guerra. Fuerzas de seguridad del Estado alemán y pescaderos, lo más granado de la población. Un sueño hecho realidad…

Ah! Voilà la chanson gentille
La chanson d’Olympia! Ah!

Lo fue para Jacques Offenbach y lo es para nosotros. Hace falta serenidad para escribir una obra inmortal. El compositor alemán la tuvo. A mí aún me queda mucho, quizá nunca lo consiga porque la histeria es mi estado natural. Marco, experto en ópera francesa del siglo XIX y médium, me acompaña. Offenbach y Rappel son sus referentes. Coincide en que la perturbación y el desequilibrio me definen, de manera que tendré que conformarme con baratijas literarias con las que obtendré esculturas de latón que después venderé en el mercado negro. Esta revista, colombiana con ínfulas germanas, no me paga un duro. Ni siquiera me manda por SEUR una escultura o me regala un año de televisión por cable. Crear es un viacrucis…

Poco antes de sentarnos, uno de los músicos roza el brazo a Marco, quien tiene una visión. Ser amigo de un médium es peliagudo, en cualquier momento entra en trance. Le comento que se controle, que no se note en la segunda fila del Palau de les Arts que procedemos del ribazo, que deberían habernos colocado en el gallinero o ponernos a fregar los baños. El primer párrafo de esta reseña es el comienzo de su visión, me ha dado apuro escribirlo porque es muy ordinario, si bien he edulcorado los términos en los que se ha expresado Marco. Estudió música en La Sorbona, pero no se le quedó nada y aprobó porque su madre era la amante del rector. Escribe fatal, de diez palabras, nueve son malsonantes. De todos modos, pienso que ha quedado correcto, supongo que no entenderá la mitad de las palabras que he utilizado. Con esto último no critico a Marco, a quien amo; el 90% de la población española emplea una media de 200 palabras en su vocabulario, no descubro la penicilina. En realidad, no es mi amigo, ni siquiera conocido, coincidí con él en una aplicación de contactos hace tres años. Ni siquiera me lo trajiné y, habida cuenta de que en el negocio tengo fama de suelto, no hace falta ser Sófocles para imaginarse cómo es. Lo que sucede, simple y llanamente, es que estaba colgado para acudir a la ópera y hace una semana le mandé un mensaje para que me acompañase al más puro estilo sección de oportunidades. Dejo de decir sandeces, suena la Barcarola, la pieza más popular de Los cuentos de Hoffmann.

Belle nuit, ô nuit d’amour,
souris à nos ivresses,
nuit plus douce que le jour,
ô belle nuit d’amour!

Le temps fuit
et sans retour emporte nos tendresses!
Loin de cet heureux séjour,
le temps fuit sans retour.
Zéphyrs embrasés,
versez-nous vos caresses;
zéphyrs embrasés,
versez-nous vos baisers, Ah!
Belle nuit, ô nuit d’amour,
souris à nos ivresses,
nuit plus douce que le jour,
Oh belle nuit d’amour
Oh belle nuit d’amour
Souris à nos ivresses
Souris à nos ivresses
Nuit d’amour
Belle nuit
Oh belle nuit d’amour

Jacques Offenbach. Palau de les Arts, València.

Los acordes de la música me transportan a Venecia. La barcarola es el canto de los bateleros venecianos, de ahí que sea muy adecuada en este acto, que se sitúa en esa ciudad italiana. Es un canto lánguido y sensual, como lo fue la vida de Offenbach y como lo es la mía. De Marco prefiero no hablar. Ando metido en mi burbuja de cristal sin enterarme de lo que sucede a un palmo de mis narices, es la abstracción máxima. Marco sugiere que a Offenbach le sucedía lo mismo, que compuso Los cuentos de Hoffmann borracho de absenta y con la mente centrada en su mujer, la española Herminia de Alcain, hija de un empresario donostiarra y famosa en los círculos parisinos de mediados del siglo XIX por su casquivanería. Hacía bien. En la distancia, amo a Herminia.

John Osborn, Pretty Yende, Alex Esposito, Paula Murrihy, Marcel Beekman, Moisés Marín, Tomislav Lavoie, Isaac Galán y Roger Padullés con la exquisitez de la Orquesta de la Comunidad Valenciana. Bajo la dirección musical, Marc Minkowski. Johannes Erath en la dirección escénica. Domingo 23 de enero, seis de la tarde, primer estreno de 2022 en el coso operístico valenciano. La llegada de Los cuentos de Hoffmann a Les Arts supone un espectáculo total, ingenioso, redondo y sin fisuras. Cuatro horas de la obra maestra de Offenbach, apodado el Mozart de los Campos Elíseos, que transcurren a toda velocidad. La trae a la capital del Turia la Ópera de Dresde, donde se estrenó el 4 de diciembre de 2016.

Jacques Offenbach quiso componer una ópera antes de morir basada en algunos cuentos de Theodor Hoffmann, escritor, músico y uno de los exponentes más audaces del Romanticismo alemán. Feneció antes de que pudiese terminarla. Offenbach crea un fascinante cuadro de almas perdidas que se mueven en el juego romántico del retrato y su negativo. Los principales protagonistas son el propio Hoffmann, poeta venido a menos, su amada, presentada bajo las formas de Olympia, Antonia, Giulietta y Stella, y el diabólico antagonista del poeta, encarnado por Lindorf, Coppelius, Miracle y Dapertutto. Aunque era alemán, pasó gran parte de su vida en Francia y escribió casi todas sus obras en francés, como la que nos ocupa.

Un contemporáneo de Offenbach calificó Los cuentos de Hoffmann y el imaginario del autor de Colonia de la siguiente manera: Cumple la función de remediar la estupidez, darle un respiro a la razón y estimular la actividad mental. No en vano, fue el inventor de la opereta moderna y la comedia musical. Como en algunas obras del teatro contemporáneo, un mismo personaje encarna diferentes roles, se duplica en escena, mantiene la psicología ideada en una primera escritura en varios papeles; sucede con la amada y con el antagonista, algo similar vemos con los juegos de luces y los decorados móviles.

El uso de las perspectivas y la compleja y efectiva escenografía, el recurso de la magia escénica, con clara referencia al mundo del circo, el cuidado movimiento y la seductora iluminación consiguen que los cinco actos sobre la locura, el amor, el alcohol, el sexo y la fantasía de Offenbach peguen al espectador al asiento. Es una ópera extraña, difícil, inestable en su perfección, muy loca, con más de 100 actores en escena, a destacar el tenor estadounidense John Osborn, el mejor Hoffmann de la actualidad, equiparable a estrellas del bel canto como Gedda, Kraus y Domingo.

Vite! vite! qu’on se remue!
Les brocs! les chopes, les quinquets!
Les toasts vont suivre les bouquets!
Et souhaiter la bienvenue
a cet astre du firmament!
Vivement, garçons, vivement!

Marco tiene otra visión. Con dilección, me agarra la mano, se la suelto, no es mi tipo, no me interesa que se cree falsas esperanzas que después pasa lo que pasa, además su dote es escasa, su familia no tiene posibles, que me he informado de antemano. Me transmite lo que está visualizando por telequinesia. Aprendí la técnica en un tutorial. Intermedio. Me he traído tres barritas de cereales de Mercadona para matar el hambre, un bocadillo de jamón made in Les Arts cuesta lo que gano en un mes. Pieles, abrigos de visón, pisos en Saint-Tropez, mucha tontería. Yo soy de poleo aguachirri y marca blanca, Marco se droga, pero se contiene, a menudo pienso que sus visiones se deben al cristal más que a la herencia de su abuela bruja. En el bar se pide un gin-tonic, cambia el tono de voz, me agarra la mano de nuevo, qué pesado, le dejo hacer, Offenbach habla por su boca, la gente nos mira, no tenemos chalet en Aspen, eso debe de notarse.

Aparte de músico, catedrático de Medicina por La Sorbona, ingeniero, pescadero y albañil, también soy espiritista. Soñar con otra persona significa que se despertará con nuestra imagen clavada en su retina. De ese modo compongo mis óperas, me introduzco en las mentes ajenas. Yo tengo un cerebro privilegiado y mi cuerpo parece moldeado por los dioses, de manera que es obvio que consiga mi objetivo. Quienes tratamos la comunicación extrasensorial sabemos que cuando alguien piensa en nosotros se nos activa una sensación táctil, sutil, como un hormigueo, en la parte superior de la cabeza. A veces pasa de la cabeza al pene, que se hincha como una pelota hasta que estalla a lo Yellowstone, es algo que no se puede controlar. En mí piensa mucha gente, es lógico, de manera que debo levantar ciertas barreras porque no tengo tiempo para tonterías. Esa transferencia de información y fluidos extracorpóreos a través de la telepatía es algo que exploro en mis creaciones operísticas. La naturaleza nos ofrece múltiples recursos y posibilidades. Somos cuánticos. Nuestra carne, nuestros huesos y nuestros órganos son energía sexual que puede transmitirse. Sé que alguien estará pensando “menudo montón de mierda, dame un rabo de verdad y déjate de manuales esotéricos”. Me hago cargo… El territorio sexual es como un gran bosque lleno de misterios. El sexo es vida. Hoffmann está lleno de coluvie, pero su mente se mantiene vívida. Nuestras creencias con respecto a la sexualidad pueden ser el origen de muchos conflictos internos y dar como resultado un bloqueo en lo que se refiere a la auténtica comprensión de la misma.

Me fascina cuando Marco habla como un iluminado. Está claro que le ha poseído Offenbach porque es totalmente imposible que comprenda lo que acaba de decir, generalmente leer el ¡Hola! le parece álgebra. Me está poniendo un poco nervioso, no calla ni bajo el agua, debería haber vendido la invitación en el mercado negro y tendría la nevera llena un mes entero. Echo barbitúricos en su bebida, le acompaño al baño y le encierro en el retrete, se quedará dormido, puede que me haya sobrepasado y se muera, me da igual, una ración más que estamos en crisis, es imposible que le asocien conmigo, tengo un caché. Vuelvo solo a la segunda fila. Es impresionante la puesta en escena de Johannes Erath. Recrea las vivencias reales y oníricas que experimenta Hoffmann como fruto de sus inseguridades, del desamor, el sexo desenfrenado y el universo beodo. Una producción que genera tensión y emoción y que estimula la imaginación del espectador. Junto con el tenor John Osborn, la soprano sudafricana Pretty Yende encarna por primera vez en su carrera a las cuatro musas de Hoffmann, una proeza que en el pasado han realizado sopranos de la talla de Joan Sutherland, Victoria de los Ángeles y Montserrat Caballé. Una bacanal de sensaciones de rabiosa actualidad…

¿Cuántos nos sentimos diariamente como Hoffmann? ¿Cuántos empleamos la imaginación como nuestro mejor aliado? ¿Cuántos consideramos la locura como el único refugio que tienen quienes viven instalados en el sufrimiento para evitar que la razón acuda al encuentro con la muerte? Enloqueced conmigo, cabrones. Si no nos creamos nuestras propias fantasías y damos por válidos nuestros espejismos difícilmente podremos hacer creíbles historias como ésta. Estamos acostumbrados a las mentiras parapetadas en verdades, justo lo que hace Hoffmann en su divagar por tabernas de muy mala catadura, lo que intentan transmitirle sus musas en una francachela interminable de alcohol y pensamientos oníricos. Porque nadie pretende encontrar la realidad en la ficción. Para eso ya tenemos la vida. Ahora que lo pienso, es posible que Marco no tenga ya mucha, pero eso es otro cantar, y no precisamente operístico…

                     Fotografías: Palau de les Arts, València.

Escritor, dramaturgo, director de escena y periodista con más de 25 años de carrera, referente de la cultura española contemporánea. Ganador de prestigiosos premios internacionales de teatro y literatura, Eduardo Viladés cultiva el teatro largo, de medio formato y de corta duración, así como la narrativa. Ha publicado dos novelas y prepara la tercera. Sus obras teatrales se representan en varias ciudades españolas, México, Colombia, Perú, República Dominicana y Estados Unidos. Elegido dramaturgo del año 2019 en República Dominicana y en 2020 en La Rioja a través del Instituto de Estudios Riojanos. Colabora asiduamente con sus ensayos, relatos y obras de narrativa con las editoriales Odisea cultural (Madrid), Canibaal (Valencia, España), Extrañas noches (Buenos Aires), Microscopías (Buenos Aires), Lado (Berlín), Otras Inquisiciones (Hannover), Primera página (México), Gibralfaro (Málaga), Windumanoth (Madrid), Amanece Metrópolis (Madrid) y Viceversa (Nueva York). Compagina su labor como dramaturgo y director de escena con el periodismo, área en la que cuenta con más de dos décadas de trayectoria profesional en diversos países del mundo como reportero, editor y presentador de TV. Ha vivido en Reino Unido, Italia, Bélgica y Francia. Hoy en día trabaja también para la revista Actuantes, la principal publicación española de teatro, lo que le permite combinar el periodismo con las artes escénicas. También es experto en periodismo cultural y documentales de sensibilización social, un artista polifacético.