Coincidencialmente, Marina; un cuento de Ana María Ortega
La memoria es un demonio necio que todos llevamos por dentro. Ella había llegado de polizona en un barco que venía de España, a donde también se había ido embarcada a escondidas, a probar suerte, con su espíritu soñador a cuestas y una estampita del Divino Niño que cargaba en su cuello y que me sirvió para identificarla como compatriota
Obsesión, un cuento de Giovanna Robinson
“Tienes unas piernas hermosas”, me dijo mirándome con lascivia. Volteé sorprendida notando que era un tipo alto y fornido, con unos ojos marrones extraños, pero fascinantes. También recuerdo su mano izquierda rozando su sexo.
El juego y la guerra, un cuento de Wilson Morales Gutiérrez
Las risas de los dos hermanos retumbaban en la pendiente pastosa. A sólo unos pasos, un sembradío de maíz danzaba, y las ondulaciones de las espigas parecían aplaudir el juego de los infantes, de escasos seis y ocho años.
Mejor así, un cuento de Rubén Darío Álvarez
Dentro de dos meses cumpliré cincuenta años. Todavía no los tengo, pero desde que comenzó enero empecé a sentirme como si ya los tuviera, como si un manto de trascendentalismo me cubriera lentamente desde la cabeza hasta los pies. Podrá sonar muy obvio, pero me presiento más adulta, más experimentada, más sustancial, más serena.
Cárcel inmediata, un cuento de Andrés Pinzón-Sinuco
Cuando todos se despidieron, ella y yo sugerimos que íbamos a jugar billar. Las bolas estaban en su sitio, espaciadamente brillantes, dispuestas en el mejor sentido y anunciando como una señal irrevocable una noche de desvelo consentido. Adiós, buenas noches, que descansen.
Lo inapelable, un cuento de Rubén Darío Álvarez
“Hay que vender esta casa”, dijo el abuelo terminando de revisar las últimas facturas de servicios públicos y el recién llegado cobro del impuesto predial.