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Que el virus no tape la enfermedad

En estos días, cuando las estadísticas, el recuento de bajas y el pánico se ha vuelto generalizado en buena parte del mundo, pareciera ser que el único problema real y urgente, en consecuencia, es combatir la pandemia y al terrorífico COVID-19.

No obstante, el Coronavirus ha conseguido tapar, o al menos desplazar de la agenda, una crisis profunda, ya sintomática, y tan preocupante (o más) como la actual situación sanitaria. Y aunque la amenaza de muerte generalizada es, con toda lógica, la lucha más urgente, encuentro peligroso el hecho de que se esté evitando el análisis profundo de lo que pareciera ser una simple consecuencia lógica de la pandemia actual.

El desplome de la economía

Durante estas semanas se ha ido viralizando, entre tantos mensajes apocalípticos, dos teorías “conspiranóicas” sobre el origen de este virus. Algunos sostienen que fue plantado por Trump en el marco de la guerra comercial con China, y en un momento donde, casualmente o no, la lucha por ver quien ocupará la presidencia más relevante del mundo occidental vuelve al centro de la vida norteamericana. Y es que, no costará notarlo, la epidemia en el gigante asiático ha profundizado algo que en el último par de años comenzaba a ser algo llamativo: por primera vez en 30 años, la economía china está desacelerando su crecimiento, y la actual crisis mundial no ha hecho más que acentuarla.

La otra teoría, también en el marco de dicha guerra comercial, sostiene que el régimen de Xi Jinping habría desatado el virus con el fin derrumbar los mercados financieros occidentales, donde muchas de sus empresas estandarte poseen no sólo infraestructura en China, sino también acciones de empresas radicadas en dicho país. Se especula que al derrumbarse dicho valor bursátil, en una maniobra digna de ajedrecistas, Xi Jinping habría ordenado recomprar el mayor número posible de estas acciones, retomando así el control soberano de la industria china, de la que tanto dependen las empresas occidentales.

Teorías al margen, imposiles de desmentir o confirmar, hay algo de verdad fáctica indudable en ambas ideas: el inevitable desplome de las principales bolsas del mundo, con el consiguiente efecto de contagio que está arrastrando a muchas empresas del mundo a una dura caída.

Los grandes medios de comunicación, los gobiernos y organismos como la UE se han apresurado en apuntar un único culpable: (sí, has adivinado) el Coronavirus. Sin embargo, no son pocos los analistas que ya desde 2017, comenzaban a advertir el advenimiento de una nueva crisis económica que sumiría (una vez más) al mundo en una recesión. De hecho, para muchos críticos del actual capitalismo global, entre los cuales podemos mencionar al esloveno Žižek, o al también filósofo surcoreano Byung-Chul Han, el surgimiento periódico de crisis financieras pareciera ser un problema inherente al metabolismo del capitalismo actual.

Se ha vuelto casi una costumbre aquello de que cada 10 años se desestabiliza el escenario económico global. Y si echamos la mirada atrás, podremos notar que, desde la crisis del petróleo en 1973, otras le fueron sucediendo, en efecto, durante periodos de entre 10 y 15 años.

La especulación financiera

Para el economista canadiense John Kenneth Galbraith, entre otros, cada una de las crisis financieras que han sucedido a un momento de euforia especulativa (anotar esta palabra), ha tenido en común ciertos rasgos distintivos, una especie de patrón general. Normalmente, el término burbuja’ suele ir asociado a muchas de ellas. Las burbujas financieras no son otra cosa que el aumento puramente especulativo del valor asociado a un activo bursátil, sea este un título de deuda pública o privada, el valor de una materia prima o las acciones de una empresa.

En segunda instancia y a grandes rasgos, podemos entender el término ‘especulación’ como la expectativa (creciente, en este caso) del mercado respecto del beneficio obtenido entre la compra-venta de dichos activos financieros; en lugar del disfrute o aprovechamiento directo de los mismos.

Dicho optimismo (mezcla de las burbujas financieras y la especulación), suele ir acompañado de un alto grado de apalancamiento, lo que en lenguaje coloquial puede ser traducido, en la mayoría de los casos, como deuda. Los especuladores asumen riesgos, ante la confianza del posible aumento en el valor de los activos que piensan comprar y, por consiguiente, piden prestado dinero para así potenciar el beneficio… o la deuda.

Lo que nos explican los economistas, es que esta reacción en cadena que produce el aumento desmedido de los precios, cada vez más alejados del valor real de dicho activo (leer a Marx), termina por asemejarse a una burbuja que, al alcanzar su punto máximo de expansión, simplemente explota. Hace no más de 12 años, en un contexto de aparente prosperidad y fortaleza económica, estalló la última gran burbuja financiera, la de las hipotecas subprime, hundiendo al mundo en una recesión profunda, tras la cual las economías, lentamente, parecieron ir recuperándose.

Accedido el 30 de marzo a las 17.31 (Europa Central). https://www.covidvisualizer.com/

La crisis que viene

De vuelta a la actualidad, y como ya se mencionó, muchos analistas, pensadores y economistas habían advertido, sucesivamente y a lo largo de estos últimos años, que se estaban reuniendo los ingredientes para el surgimiento de una nueva crisis financiera. Para ellos, las políticas monetarias llevadas a cabo desde el 2010, por los principales bancos mundiales, constituyen una auténtica siembra de problemas futuros, debido a que inyectaron un exceso de liquidez a bancos privados con el único fin de salvarlos de la debacle financiera que, dicho sea de paso, ellos mismos desataron.

Al parecer este aumento de liquidez permitió sanear, a simple vista, los balances de los bancos que, en sus profundidades, siguen albergando peligrosas bombas de tiempo. Se ha acusado a estos bancos centrales, y no sin razón, de responder más fielmente a los intereses de la banca privada que los del gran porcentaje de la sociedad. Otros sostienen, sin embargo, y muy convenientemente, que el derrumbe de la banca privada habría traído problemas mucho más profundos a una economía muy golpeada.

Tal vez ello explique por qué fueron tan pocas las entidades bancarias que quebraron entonces. Resuena en la memoria, apenas el caso de Lehman Brothers.

Para algunos, entre ellos el doctor en Ciencias Póliticas Eric Toussaint, las políticas de fuerte emisión de deuda pública y los bajos tipos de interés aplicados, llevadas a cabo por los distintos estados, y destinadas a mitigar los efectos de la crisis desatada en 2.008, constituye, en esencia, el terreno próspero para el nacimiento de una nueva burbuja especulativa que, el año pasado, comenzaba a llegar a su estado de máxima expansión.

Así, desde mediados de 2018, las principales potencias industriales y económicas como Estados Unidos, Alemania, Francia, e incluso China, venían anunciado una desaceleración en las tasas de crecimiento, en gran parte como consecuencia de un notable decaimiento en la actividad manufacturera. El FMI (Fondo Monetario Internacional) atribuía esta baja a las tensiones políticas y comerciales que acarrean un alto grado de incertidumbre sobre el futuro de los mercados internacionales. El miedo, como se sabe, es muy efectivo a la hora de producir parálisis.

Sin embargo, hay otra causa que subyace a la lógica del capitalismo liberal contemporáneo. A día de hoy grandes empresas privadas no financieras como Apple o General Electric han aprovechado la peligrosa política de las bajas tasas de interés para tomar una gran cantidad de deuda privada, a través de lo que se conoce como Corporate Bonds (bonos o deuda coporativa). Dicho apalancamiento ha sido utilizado, en gran medida, sobre todo para producir beneficios derivados del ‘Capital Ficticio’ o especulativo, en lugar de ser reinvertido en el sector productivo.

El capital ficticio es una forma de capital que se desarrolla con exclusividad en la esfera financiera, sin relación alguna con la producción de materiales ni con la explotación directa del trabajo humano. Dicho de otra forma, es el beneficio obtenido de la especulación en bolsa, buscando obtener riquezas sin tener que invertir directamente en los medios de producción, investigación o desarrollo.

Este hecho explica por qué si la demanda pública y privada ha sido tan baja y el crecimiento económico e industrial a escala mundial resultó tan ralentizado, 2019 fue el escenario donde se alcanzaron récords históricos en subidas de los principales índices bursátiles, como por ejemplo el S&P 500. Es llamativo el desproporcionado optimismo del mercado frente a una situación más bien negativa, ya que las grandes burbujas suelen, normalmente, desarrollarse en condiciones de prosperidad y salud económica. También explica el hecho de que el sector tecnólogico fuese el más beneficiado en esta alza, el que sus empresas integrantes aprovecharan el impulso del mencionado apalancamiento para recomprar acciones propias. Esta iniciativa, permite a los capitalistas no sólo el aumento en la cotización de sus acciones, sino también remunerar a los accionistas sin consecuencias en el pago de impuestos sobre sus beneficios.

Es fundamental entender que, para la lógica capitalista, existe la necesidad constante de aumentar y desarrollar la producción y la conquista de nuevos mercados sin importar las consiguientes consecuencias sociales, ecológicas ni ambientales. Cuando no sucede esto, y tal es el caso, el capitalismo responde a esta situación a través de la especulación y el capital ficticio. Este hecho es el que genera, a simple vista, la errada percepción de una economía saludable y próspera. Hasta que llega el inevitable estallido.

La crisis desatada

A grandes rasgos, sin entrar en detalles pormenorizados (cuyas fuentes quedarán adjuntas al final de nota), estas son algunas de las principales causas de la nueva crisis financiera que se avecina y que ya ha comenzado. En consecuencia con lo expuesto, el año pasado ya se había alcanzado los ingredientes más que suficientes para una nueva crisis mundial; sólo era necesario, tal como expone Byung-Chul Han, la gota que rebalsara el vaso. Aquel disparador hacia la locura y el pánico, que se extendió como reguero de pólvora por todas las bolsas del mundo, no fue un conflicto armado, ni el estallido propio de la burbuja (tal como sucediera en 2008), sino el surgimiento del ya célebre COVID-19. Sin embargo, para muchos, el crash pudo haberse producido también sin la existencia de ningún virus, pues la torre se erigía cada vez más alto, sobre bases cada vez más débiles.

Por lo tanto, es importante, para cuando haya quedado atrás la pandemia, conocer las circunstancias y causas reales sobre las cuales se habrá cimentado gran parte de los problemas que el mundo deberá afrontar en el futuro próximo, una vez más en crisis. Desempleo y contracción económica son apenas los más fáciles de enunciar. Será también clave saber apuntar a los verdaderos responsables y exigir a los Bancos Centrales y gobiernos, tantas veces al servicio de las grandes corporaciones, que brinden soluciones a la altura, y de una buena vez por todas. Exigir también que si se emite deuda pública sea en asistencia social y reactivación de la actividad productiva, en lugar de fomentar una vez más la especulación bursátil. Ha llegado el momento de comprender que la economía de mercado, no puede estar lejos del alcance del control gubernamental.

Sin embargo, y como bien dice Žižek, “el sistema es muy inteligente, pues es capaz de hacernos sentir responsables de los problemas que él mismo genera en el mundo». Y el problema de fondo, el gran mal subyacente en el mundo actual, no es otro que la lógica voraz inherente al Capitalismo Global, que amenaza no sólo con traer mayores desigualdades sociales, sino también profundos problemas medioambientales de los cuales, pandemia en curso, queda claro que nadie está exento.

Por ello, y pese al pánico generalizado que parece reinar en nuestras comunidades, resulta fundamental apartarnos emocionalmente del accidente, del hecho en sí, para saber vislumbrar, entre anuncios de muerte y terror, la problemática real. Debemos, finalmente, darnos cuenta de que nuestro modo de vida actual, en estas condiciones, no puede continuar. Y si logramos ver los evidentes síntomas de que el sistema se encuentra en estado terminal, tal vez no sea demasiado tarde para nosotros. Entonces, y parafraseando un poco, sólo queda esperar, que el virus no tape la enfermedad.

Referencias:
 https://www.eldiario.es/canariasahora/tenerifeahora/sociedad/Slavoj-Zizek-inteligente-culpables-problemas_0_881211950.html
 https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html
 https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2019/10/01/world-economic-outlook-october-2019
 http://www.cadtm.org/No-el-coronavirus-no-es-responsable-de-las-caidas-en-las-bolsas
 http://www.cadtm.org/Economia-internacional-Todo-va-muy
 http://www.cadtm.org/La-crisis-economica-y-los-bancos-centrales
 http://www.cadtm.org/La-montana-de-deudas-privadas-de-las-empresas-estara-en-el-corazon-de-la
 https://www.cadtm.org/Panico-en-la-Reserva-Federal-y-retorno-del-Credit-Crunch-sobre-un-mar-de-deudas
 https://kmarx.wordpress.com/2012/08/26/el-capital-ficticio-como-categoria-economica-de-el-capital-de-c-marx-2/
 https://www.elsaltodiario.com/crisis-financiera/cronologia-de-crisis-y-burbujas-financieras-del-capitalismo
 https://www.lavanguardia.com/vida/20191028/471258832631/wall-street-cierra-con-ganancias-y-el-sp-500-alcanza-un-record.html
Imagen: Cortesía

Arquitecto de profesión y fotógrafo aficionado. Amante del buen cine, la filosofía y la literatura. También fanático de Boca Juniors.