Poesía

Mientras en la calle desfilaba el abandono: cuatro poemas de Alberto Pipino

Meneo fúnebre es una selección de poemas del escritor y periodista argentino Alberto Pipino, cuya madurez literaria se reconvierte en sencillez y sutileza.

Canción para un alma

A Alex Cunningham

Esperando el atardecer inhala el humo
del tabaco como si quisiera
tragar todo el anhelo.

Está tan bella o tan rudo en la acera,
rezonga sin fe de erratas y suma
sombras por venir,

quizá no es tan bella sino bello o
joven, acaso algo setentón,
tan guapa.

Pero vino el crepúsculo y solo quedó
un vaho a medio disfrutar, una
pesadilla por evadir.

Parecía tan fría, tan roto con el deseo
quebrado, el ojal sin botón
tan verdadero

entregado a la brisa del barrio, con la
belleza reflejada en el lado
de afuera

del Beauty Salon My Dream. Hoy
navega en una mesa con mástil
de vidrio y velamen

alentado por vino y limón. Con la mirada
desordena la cabellera del río,
va a tientas en la memoria,

pero no puede reescribir aquel momento,
armar otra vez la cita, encender
el cigarrillo,

colocar la palabra en su sitio. Entra al museo
busca la sala, pasea por absurdos
y se exhibe.


Jaque mate

In memoriam a Jerry Pipino

Mientras en la calle desfilaban el abandono
y el desencanto me enseñaste a
mover las piezas de ajedrez.

En Buenos Aires eran años en que el general
montaba su yegua y la brisa batía
el follaje de utopías.

Así conocí el reino al alcance de la mano,
a una dama más poderosa que un rey
y a un peón que podía definir.

El tiempo se sumó a la partida, el tablero
cambió de tamaño, el juego
se hizo vértigo.

¡Ay, hermano, dan ganas de sacudir el tablero
para jugar nuevamente la partida!, pero
el tiempo empuja en contra.

El infinito deshilachándose deja ver que
el desenlace, el abandono
y el desencanto
siguen en la calle. Coronaste sin piedad
a la ausencia, conmueve la jugada,
ganaste, yo perdí.


Balada entre algas

Manotea, busca la orilla de un slogan, abraza
a una víbora de espuma pero no es
un reptil, apenas un tótem
a la deriva de la isla
donde habitan visiones; debajo del cielo de agua
el canto de una vieja sirena afónica
amortaja una quimera dormida
en un banco de peces y
basura de plástico; un alcatraz corta el viento
a rodajas; de la cruz del sur bajan al
crucificado; a los lejos
acólitos reclaman
el paraíso o la hoguera a cambio de un lugar,
enlazado al madero que representa
a un militante con cabeza
de medusa
el náufrago se mece sin curso; el agua sabe
ácida con toxinas y penas, un pulpo
lo abraza y lo lleva
al inicio.


Con la marea en contra

A Antonio Passano

Baraja las imágenes y corta el mazo en dos,
las une y vuelve a mezclar, coloca
boca abajo las efigies
e inicia el juego.
Da vuelta el primer naipe y la aurora derrite
la bruma, activa la copa del árbol
de agua y la foto histórica
invita a un trago.
Laxos y bicéfalos asumen la línea líquida,
unos hasta la última gota, otros
dejan alguna en el
tintero. Ahora
son felices por copular en las heridas,
zampar batracios al celebrar lo
inducido, malversar el adiós
y prolongar el pasado.


Imagen - Archivo.