Berlín, en tiempos de coronavirus (II)
Al mal tiempo buena cara. Al menos mientras sea posible. No hay nada que diferencie mejor a los animales humanos de las otras especies de animales que el humor. La capacidad de reírse hasta en las peores circunstancias. La pandemia de COVID-19 no iba a ser una excepción. Por las redes sociales no paran de circular toda clase de chistes relacionados con la crisis mundial que ha generado el virus. Y eso que sabemos que el asunto no es precisamente chistoso. Pero ahí está el chiste justamente.
Aquí en Berlín la BVG (Berliner Verkehrsbetriebe), la compañía berlinesa de transporte público, cuyos anuncios publicitarios se caracterizan por un espíritu burlón y pretendidamente autocrítico, colgó esta imagen el otro día en su página de Twitter: ‘Nevera, Bañera, Sofá, Balcón‘. Son las estaciones que recorreremos en los próximos días, semanas, (¿meses?) los habitantes de la ciudad. ¡Quién se iba a imaginar que el día iba a transcurrir entre estas cuatro estaciones!
La nevera, por ejemplo, se ha vuelto una estación importante. Como todo el mundo se ha requeteabastecido de víveres en el supermercado, el frigo está a tope y estamos haciendo ahí paradas frecuentes para sacar algo que picar aunque no tengamos hambre. Por hacer algo. Muchas de las bromas que han surgido estos días tienen que ver con el aumento de peso por la falta de ejercicio y el exceso de comida. No hay nada menos saludable que una cuarentena. Cuando esto acabe, si el virus no alcanzó a matarnos, el colesterol y el azúcar podría estar ya matándonos lentamente.
El balcón -o el jardín, para quienes lo tienen; muchos nada más tienen una ventana- es la mejor de todas las estaciones. Gracias al balcón nos sentimos un poco afuera, lo que nos da una sensación de libertad en medio de tanto encierro. Si hay sol, mejor. Virus o no, con esto del cambio climático y de que los inviernos ahora son más cortos y calientes, a mediados de marzo los árboles ya están dejando ver sus primeros capullos, algunos ya tienen flores, y no tardaremos en caer en cuenta de que los árboles de nuestra calle ya están verdes. Por otro lado, el balcón ha sido otro de los temas que más se ha prestado a risas. Mientras en Italia, desde los balcones la gente canta arias de óperas, y algunos tocan sus instrumentos para amenizar a los vecinos, un vídeo que circula por ahí (posiblemente apócrifo, como suelen ser estas cosas) muestra a un tipo en Alemania que trata de cantar una canción, mientras los enfurecidos vecinos de apartamento le gritan, Ruhe! (¡Silencio!), y Guck mal auf die Hausordnung! (¡Mira las reglas de la casa!).
Sobre la bañera no sabría qué decir. Con virus o sin virus, yo tomo una ducha rápida todas las mañanas y listo. Tendría que preguntarle a algún antiguo habitante de Berlín sobre los hábitos de aseo por estos contornos.
Y en cuanto al sofá, esta es quizás la estación en la que más nos demoraremos. Desde ahí nos enfrascaremos en esa novela de 900 páginas que hace tiempo queríamos leer y no habíamos podido por falta de tiempo. Miraremos de un tirón los diez episodios de la nueva temporada de esa serie que estamos siguiendo desde hace años en Netflix, cada uno de 55 minutos. Después de semejante atracón estaremos tan agotados que caeremos en la cama hasta el día siguiente cuando el recorrido vuelva a comenzar.
Pero los recursos del humor humano no tienen límites. Para sobrellevar la cuarentena, en los últimos días, en las redes nos han estado disparando toda clase de consejos y sugerencias. Ahora podremos visitar virtualmente y completamente gratis los grandes museos del mundo; los grandes conciertos de la Filarmónica de Berlín; de la Konzerthaus; y las mejores óperas de las tres salas berlinesas y de otras grandes salas del mundo; podemos leer las mejores cien novelas de todos los tiempos puestas sin costo alguno a nuestra disposición; podemos participar en el Decamerón (virtual) del siglo XXI que crearon unos amigos; podemos seguir las clases de yoga que hace un amigo de un amigo todos los días a una hora fija por streaming; o las clases de zumba, de cocina mexicana/cubana/thai, etcétera.
De esta avalancha de actividades, han surgido también, por supuesto, no pocas ocurrencias burlonas. Como la del vídeo de un hombre que se queja porque con tanta cosa por hacer en el día ahora está estresado y lo único que quiere es que lo dejen pasar su cuarentena en paz.
¿Y qué decir del papel higiénico? En cuestión de días este artículo se ha vuelto objeto de toda clase de análisis y especulaciones psicológicas sobre el comportamiento humano. Las escenas que muestran a gente peleándose por el último paquete en el supermercado podrían caer bien dentro de la categoría del ‘humor grotesco’. La pregunta es, ¿para qué tanto papel higiénico si se sabe que el coronavirus no da diarrea?
Estos días he aprendido que existen diferentes tipos de humor. El ‘humor grotesco’, por ejemplo, designa “aquello que es extraño, ridículo, excéntrico, fantástico e irracional. Es una mezcla de animalización, caricatura…”. Creo que esta definición (quitándole lo de ‘animalización’, porque los animales no necesitan papel para limpiarse el trasero) le va bien a las escenas de la compra compulsiva de papel de baño que han llenado las redes de imágenes grotescas para morirse de la risa.
Desde el martes pasado, todos los negocios están cerrados en Berlín. A excepción de los negocios esenciales para la supervivencia, como los supermercados, farmacias, bancos, correos, estaciones de gasolina…
Mientras tanto leo en las noticias que unos ladrones se robaron 50.000 mascarillas de un hospital de Colonia. Lo que demuestra una vez más cómo todo es tan relativo. Antes de la crisis las mascarillas no costaban sino unos pocos centavos, pero ahora junto con el gel desinfectante de manos y, otra vez, el papel de baño, se están cotizando altísimo en el mercado. ¿Para qué atracar un banco?
Anoche mientras cenábamos, mi esposo cayó de repente en cuenta de que no falta mucho para que comience la temporada de espárragos en Alemania. ¡Ah, los famosos espárragos alemanes! Pero, ¿quién va a recoger los espárragos este año de coronavirus?
Imágenes: Cortesía.