Textos de autor

Salomón Verhelst Montenegro: poesía y sencillez

Conocí a Salomón Verhelst Montenegro, filósofo, poeta y escritor cartagenero, cuando hacía mi pregrado de psicología y él trabajaba en la Universidad Metropolitana de Barranquilla, adjunto al Departamento de Bienestar Universitario. Recuerdo bien esa mañana, porque ese día lo conocí a él y a Las cartas al joven poeta de Rilke, libro que me recomendó luego de que le mostrara algunos de mis escritos. Para entonces ciertos defectos de mi narcisismo no me dejaron apreciar con objetividad las puntuales recomendaciones que me hizo, entre otras cosas, con el afecto y la condescendencia que rara vez se le tienen a alguien que acabamos de conocer. Salí de su despacho algo intimidado y receloso por sus comentarios, pero cuando llegué a casa y medité sobre todo lo que me había dicho, le di la razón. Esto me sirvió para ser más cuidadoso con mi escritura y aprender a admirar la poesía y su quehacer. Pero sobre todo para hacer coincidir nuestros caminos.

En adelante seguimos tropezando por los pasillos, intercambiando consideraciones sobre tal escritor o libro, cada uno de esos encuentros era para mí, como beber de una fuente de conocimientos. Incluso llegué a considerarle una de las personas más inteligentes en el alma mater. A diferencia de mis profesores no se incomodaba con mis constantes cuestionamientos, todo lo contrario, los estimulaba y cuando yo creía tener respuestas de algo, venía él y me dejaba nuevas preguntas.

A través de esas conversaciones tuve contacto con Raúl Gómez Jattin, Albert Caraco, Nicolás Gómez Dávila, Montaigne, Quevedo, los estoicos y Ramón Vinyes. También con uno de sus poemarios, que no sin algo de pudor compartió conmigo, “Variaciones bíblicas y otros poemas” en aquel entonces inédito. Hasta el momento no había leído algo suyo y al leerlo convine, con que nunca antes había leído algo así, es decir, profundo, exótico y, al mismo tiempo, tan autóctono, quedé maravillado y el aprecio que le tenía mutó en admiración.

Por cosas de la vida, nos distanciamos, yo andaba en mis azares juveniles; él se casó, tuvo una niña y se marchó del plantel para ir a vivir a Sincelejo y trabajar en la Universidad de CECAR junto a su esposa: Kelly Romero. Confieso, no hallé otra persona con la cual sostener conversaciones igual de interesantes en aquel claustro, donde el ambiente cultural universitario sintió su ausencia.

Nuevamente y en torno a la academia volvimos a vernos, en simposios nacionales donde yo presentaba mis ponencias y él acompañaba a sus estudiantes a mostrar sus proyectos de investigación. Siempre con temas bastante originales y con disertaciones geniales por parte de ellos, recuerdo haberle dicho en una de ellas: “detrás de estudiantes sobresalientes, hay un profesor comprometido”. En efecto es así, Salomón suele serlo con todo lo que hace y me atrevería a decir que eso se debe a que hace las cosas con amor, el mismo que emplea – o incluso que talvez lo emplea a él- en la creación de sus textos.

Me gradué, él tuvo su segunda hija, y publicó nuevos libros, yo, por mi parte, preparaba mi primera publicación; me fui a vivir a Santa Marta y entre Sucre y Magdalena, mantuvimos nuestra amistad.

En ese lapso, compartió otros poemarios suyos que ya había publicado y que hasta ahora, por una suerte de intimidad y confidencialidad con su propia obra, no había compartido aun después de haberlos dado a la luz hacía varios años. Fue así como llegaron a mis manos, por medio de ejemplares digitales, sus antologías: “A las puertas del Apsu” (2010) y “El canto de la Libélula” (2012). La sorpresa por la calidad poética de ambos libros y la versatilidad de los mismos no fue menos extraordinaria que el primer acercamiento que tuve años antes con “Variaciones Bíblicas”.

“A las puertas del Apsu”, es un poemario de una calidad literaria incuestionable, en este, el poeta se sumerge por los mares del tiempo, para rastrear referentes históricos con los que les resulta posible identificarse y tomar sus voces prestadas para hacer su canto. Emplea en ocasiones poemas que ya han sido consagrados para revestir de inspiración a los suyos, dando así una versión de los mismos que no pierden su esencia original, pero tampoco escatiman en novedad, como es el caso del poema “El ángel guardián” inspirado en “The Angel” de W. Blake.

Además, algunos de ellos surgen como un complemento interpretativo o apócrifo de esos hechos históricos, que han quedado grabados en la literatura y filosofía, muestras de esto son: “Dilemas”, donde hace hablar a Tiresias con Edipo; “Dudas y Certezas”, que enfrenta a Uriel de Acosta con el silencio de Dios; “Alegato estoico”, que nos enseña una elucubración de Séneca; y por supuesto uno de los más bellos: “Diálogo entre un hombre y su alma”, donde nos hace suponer una conversación casi metafísica entre Odiseo y Penélope.

Odiseo:
¿Por qué se ensaña Apolo y no el dios Eros; por qué hállome perdido de tu lecho;
y los dioses me apartan de tu seno
y el barco destrozado está a lo lejos
y tus besos fisura y cien espejos
y tu pelo la rosa de los vientos;
por qué grito y responden ni tus ecos;
por qué vivo si siento que me muero
entre islas, monstruos, brujas y destierros?
Penélope:
¡Aunque no creas yo también espero;
aun con los míos vivo un destierro:
mujer extraña entre ellos heme vuelto;
tejo en difusa mente el reencuentro;
de noche se destejen los ensueños;
dos años ha y sólo tu nombre llevo
prendido a mi alma y prendido a mi cuerpo
y de amarte vivo, aunque por ti muero
y tu barco más que tuyo es mi fuero;
como a ti me destruye el desespero
y tu congoja inflama aquí en mi pecho!
Odiseo:
¡Se desprende una gota desde el Cielo!
¿Hoy me arrullan las olas del recuerdo?
Penélope:
¿Se desprende una gota desde el Cielo?
¡El saberte a ti en Ítaca de nuevo!

Otros poemas de esta antología son de un corte intimista, pero no herméticos, hablan un poco de las vivencias, percepciones y sentimientos del poeta, nos ponen en contacto con su mundo, pero también son una invitación a contemplar el nuestro, a través de versos bien cuidados que nos transportan a lugares comunes que comparten las almas solitarias, de intelecto inquieto, y que se cuestionan a sí mismas sobre el significado de la vida, el propósito de la existencia, la magnificencia de Dios o la importancia de la esperanza, el amor y uno que otro trasiego del espíritu.

Al final, en “Naderías filosóficas y morales”, hace confluir su profesión de filósofo y su vocación de vate en XV estrofas que forman un todo reflexivo de la más pulcra gestación y profundidad. Una breve muestra de lo anterior es el XIII:

XIII
Nada vale la vida
Hay que anhelar la muerte Si el cuerpo penas hila
el alma busca el éter Lejos en lontananza, mi temor crece y crece
Nada vale la vida Si hay que anhelar la muerte Si pesa la balanza Recuerda el pneuma tú
eres

“El Canto de la Libélula”, es como dice en su prólogo el escritor David Herrera Serna, una de las creaciones más originales que ha visto salir a la luz nuestro país en los últimos tiempos, en este texto entre lo barroco y lo vanguardista, se deja estimar un acento mucho más caribeño. Son poemas productos de la contemplación de la Naturaleza que compone el trópico bañado por el sol, el mar, la ciénega y el río; de las criaturas que se refugian en la sombra de manglares, mamoncillos y palmeras.

A través de versos labrados con cierta poética artesanal, reviste de encanto los objetos humildes hasta alzarlos como epítomes de atributos divinos, dando con esto un aire místico a cada uno de ellos, recordando en algo a Spinoza, que hizo de toda la Naturaleza una extensión de lo divino. Es imposible no enternecerse con estos poemas con aires eróticos y nobles. Todo su ingenio emerge como un fluir que hacen del espacio mismo un espectáculo al alcance de todo aquel que tenga la disposición de contemplarlo con paciencia.

El Mangle con pies ligeros

Levita sobre el agua

el Sol dora pacientemente sus hojas

Y una brisa leve ofusca la tranquilidad

Opalescente

Arbusto mitológico

Eres el esplendor que se inclina

Sobre la obscuridad de la Ciénega.

Otro de estos reza:

El Cangrejo

-Roca milenaria-

Nos enseña

El alma de las piedras.

Finalmente, el libro cierra con este magnifico poema:

No huyas del amor y los goces terrenales

Ni permitas que sus excesos

Enturbien tus sentidos

Escucha atento

En medio de la algarabia del banquete

El martilleo del cincel que graba tu epitafio.

Ahora bien, esta labor poética que siempre encuentra como nutrirse de una vasta intelectualidad, se pone a prueba en una prosa exquisita que permite apreciar su agudeza como lector y su capacidad para filosofar, todo lo anterior se puede constatar en su último libro “Hipertextos” (2020) Una antología de ensayos o “hipertextos” -como él los llama-, que a veces incluso, llegan a parecer relatos. En ellos además de su erudición en temas tan variados como historia, geografía, biografías de personajes insignes, acaecimientos significativos de la cultura local y universal, literatura y demás; plantea temáticas de carácter moral, intelectual, cultural, científico, sociológico, místico y psicológico, por nombrar algunos de los derroteros discursivos que es posible apreciar en ellos.

San Agustín, Candelario Obeso, Vargas Vila, Héctor Abad Gómez, Epicuro, Juan Luis Vives, Bartolomé De Las Casas y otros personajes se dan cita aquí para ser analizados por la perspicacia y el escrutinio de Verhelst Montenegro, que por medio de ellos une eslabones entre otros personajes, textos, temáticas, hechos conocidos, recuerdos personales, costumbres y tradiciones, revelando con todo esto, muchos datos e información con los que el lector se sentirá en deuda al enterarse de ellos, a veces con humor, ternura, sorpresa, e indignación.

Sin duda alguna, esta es una obra que no tiene algo de sobra, creo no ser arbitrario al decir que tampoco le hace falta nada. Quienes se animen a aproximarse a ella, serán testigos de cómo un hombre se pone noblemente al servicio del saber y el amor, para extender de la manera más modesta, pero no menos magistral, todo lo que el universo le ha dado para vivir y aprender, Salomón lo comparte con humildad, con un cariño, tacto y simpleza que hacen pensar que siente a todos los mortales como a sus hermanos.

Estamos ante un autor que sin pretensiones de fama ni sed de reconocimiento, el tiempo y ese Ser Superior que a lo largo de sus escritos se asoma como una de sus inspiraciones, sabrán darle el valor ante los ojos de muchos lectores, porque cuando una obra tiene mérito y valor en sí misma, está destinada a hacer eco en el mundo.

Leer a Salomón Verhelst Montenegro se hará no solo como un placer estético e intelectual, sino como una obligación para todo el que quiera nutrirse de cultura, de espiritualidad, de arte y academia. Para quienes tenemos el placer y honor de conocerlo, sabemos que incluso, él pareciera rehuir de todo esto, porque lo único que busca este hombre, es vivir en calma y recogimiento con su familia, escribiendo solo por la necesidad de expresarse, como todo poeta y escritor por excelencia, hacerlo solo para mantenerse vivo y en paz con su Dios y consigo mismo.

A continuación dejo a quienes estén interesados en acercarse a la obra de Salomón Verhelst Montenegro, los enlaces que ofrece la Editorial CECAR para acceder a algunos textos en formato digital:

https://libros.cecar.edu.co/index.php/CECAR/catalog/book/67 Hipertextos (2020)

https://libros.cecar.edu.co/index.php/CECAR/catalog/book/89 Variaciones bíblicas y otros poemas (2020)

En este mismo formato pueden encontrar la novela «HAF» (2020) del escritor David Herrera; las antologías poéticas «La danza entre los arboles» (2020) de Angelica Sierra y «Correspondencias» (2021) de Henry Ortiz. Y muchas obras más, como la del precursor de la ciencia ficción en Colombia, el maestro Antonio Mora Vélez o los escritores barranquilleros José Luis Hereyra Collante y Miguel Iriarte. Esta editorial es sin lugar a dudas un hito en la literatura colombiana y una gran oportunidad para muchos escritores emergentes.

 

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