Arte y Letras

¿Qué hago en casa?

La pregunta de estos días, semanas… o quizá meses.

Hago mucho, como antes del armagedón, pero lo que más disfruto es escribir, y de ésto: desnudarme.

Lo de escribir me viene por mi madrina; y aquello, lo del desnudo, por mi padre.

A ella le surgió el asunto de pillarme como ahijada con 30 años.

Entonces no se había licenciado todavía en derecho, pero segura estoy de que se habría informado, de buenas todas, de lo que le venía: llegado el caso de que mis padres no pudieran hacerse cargo de mí no tenía valor legal alguno esa creencia popular de que les tocaba apechugar con lo amadrinado.

Perfecto.

Aceptó, desde la libertad, el gran deber moral y ético de serlo: mi madrina.

A eso se puso: a enseñarme las normas de la sociedad en la que ella creía, no de la que tocaba.

A influirme republicana, feminista y crítica.

No me dio folios y boli, craso error de quién piensa que dando la caña se da el pez. Me dio libros.

¡Ay de aquél que osa escribir sin leer! Así nos va: escritores a casco porro, inaguantables.

No sabía leer y le subrayaba el código penal en esos domingos en los que los fosforescentes no existían y se subrayaba a lápiz y a regla.

Perfectamente recta y perfectamente borrable porque, como me dijo: hasta los códigos mas importantes dejarán un día de serlo y, ahijada mía, tendrás que borrar.

A ver, que me descentro (más).

Pues eso; entre leyes, Forges, Juan Salvador Gaviota, la sonrisa vertical y los hermanos Marx, esta servidora le pilló el gusto a reflexionar.

«La gente cree que el humor consiste en hacer reír y lo primero es hacer pensar».

Antonio Fraguas “Forges”

A la poesía:

«Aprendió a volar y no se arrepintió del precio que había pagado».

Richard Barch, JSG

A lo simple, a lo crítico, a lo agudo:

Y sí, a lo erótico.

Aquello a lo que me refería al principio, aquello que aprendí a apreciar de él, es lo mucho que me gusta la fotografía sin ropa, vamos: en cueros, en bolas, en tetas, en pelotas…

Estas expresiones me recuerdan a él y así vuelve a mi corazón.

Mi padre compraba la private y no la tiraba.

Yo llegué con la interviú que tampoco tiraba.

Yo a esa mujeres las veía libres. En esa época pensaba que la libertad se la daba el salir desnudas, ahora entiendo que la libertad se la daba el dinero que ganaban por ello.

¿Machista o empoderador? Esto da pie a hacer pensar, que decía Forges, pero para no descentrarme más, me lo guardo para otra madrugada dominguera.

Celebro el cuerpo femenino y la libertad de desnudarme ante la cámara.

Sí, el desnudo, por ahora sólo mío, y sí, por ahora sólo en redes sociales, y sí: con palabras hondas disfrazadas de ligereza.

Mi voz.

Y como final a este rollo sólo me queda pedir (a dónde se pida lo de Dios) que ya que la interviú dejó de editarse hace unos años, que mi padre hace cinco que dejó estos lares: que a mi madrina me la dejen, como principio ético y en primera fila, para el día ese que le ponga guardas y lomo a esto y a aquello.

Imágenes: Archivo.

Me llamo Rosa, como mi tía y como a la vez la suya. En la Universidad me decían que era nombre de señora mayor y eso hice, hacerme mayor y escribirlo. Escribo en línea, en elipsis, en redes, en alto y de bruces las más de las veces. Ahora también escribo aquí, en Otras Inquisiciones. Hago listas para deshacerlas, compro mantequilla para no comerla y amo a los hombres que saben a melón, como ellos. Soy más, pero eso ya, que lo cuente ella.