Una mariposa, una niña y los cuarenta ladrones
Me he regalado una pequeña mariposa, bajo mi piel, en tinta negra, lineal y en vuelo. Pensaba que no encajaba, que no demostraba lo suficiente, que no amaba a nadie y que sin embargo quería escribir poemas de amor.
¿Qué hago en casa?
Hago mucho, como antes del armagedón, pero lo que más disfruto es escribir, y de ésto: desnudarme.
Con un canto en los dientes
Le deseo a mi amor que para cuando todo esto pase haya sacado algo bueno: el amor no espera a los buenos tiempos, el amor son los buenos tiempos.
Heredaréis la lluvia, no más; una antología de Rosa Iñesta
Ella escribía. Él fotografiaba sus gestos y se preguntaba si en la mezcla de sus letras habría agotamiento o temor o dolor o un te recuerdo, haciendo café, o igual sólo fuera una declaración de amor o no, o sí