El gato que iba a su aire, un cuento de Rudyard Kipling
La mente de uno de los mejores cuentistas del siglo XIX nos ofrece una ficción del principio de los tiempos, cuando los animales todavía eran salvajes.
A las seis de la mañana podría parecer tarde, un cuento de Jaime Arturo Martínez
Al día siguiente, la encontré vestida con un camisón de los que usaba mamá para estar en casa. Había peinado sus largos cabellos y su semblante era vivaz y luminoso.
Candela, un cuento de Camila Luque Rozo
Ella no veía nada, pero lo sentía. Sentía a su parejo respirándole en el cuello, susurrándole al oído, quemando todo frente a sus párpados cerrados. La muerte bailaba con ella...
1984, el presente que George Orwell temió
Imagina dos aviones impactando contra el máximo icono de tu ciudad, o un bus estallando en tu barrio, o un camión arrollando gente en una peatonal cercana.
Porno, ficción y adicción mundial
Nunca antes en la historia de la humanidad había sido tan accesible la pornografía. El sexo invade el Internet, las redes sociales y un largo etcétera.
Wir vermissen dich, un cuento de Andrés Pinzón-Sinuco
La pastora protestante, una pelirroja con cara de estudiante virgen, se refirió a Jutta como la «compañera de vida» de Gernot. Lebenspartnerin, dijo.
En defensa, un relato corto de Ruben Darío Álvarez
El muchacho puso a un lado la mochila de guayabas maduras que traía para Negrita y se dedicó a acariciarla como queriendo atajar las zancadas de la muerte...
A primera vista, un cuento de Camila Luque Rozo
Lo vio rodeado de un halo de luz blanca que lo asemejaba a un ángel. Lo vio, pero no podía ver nada, ya lo sabía. «¿Qué ha pasado?», se preguntó.
Don Alvio, Caballero de El Cid; un cuento de Jaime Arturo Martínez
Todos conocemos las tribulaciones sufridas por los restos mortales del Campeador, a quien finalmente sepultaron junto a su esposa en la catedral de Burgos. Mas no se conoce la suerte del cuerpo de Don Alvio.
Cuadrúpedo amor, un cuento de Ana María Ortega
Por primera vez, domada por el placer, entre los dedos cursados del finquero, Martha conoció la delicia. Probó el deleite y se sació de la esperanza que da el amor correspondido, entregándose a diario, sin oposición y sin reservas.