Textos de autor

Una tarde con el barberillo

Publicado por Eduardo Viladés

En España cualquier menudencia se eleva a la categoría de juicio moral o instrumento político, todo es digno de excluir o incluir a quienes han establecido ese sistema de inclusiones sin consultar a nadie. Esta característica, tan encomiable y sugerente, tan gratificante a la hora de invertir o lanzarse a trabajar con hispanos, no es nueva. Más allá de los Pirineos la picaresca barata, la mediocridad y el favoritismo de tintes caciquiles campan a sus anchas desde tiempos inmemoriales, por algo nos visitan tantos extranjeros, se dejan llevar por nuestro savoir faire, ideal para una sangría a pie de playa un par de días en el pack Leeds-Lloret de Mar por 25 euros, pero desesperante como compañero diario de viaje.

Hacia 1776, durante el reinado de Carlos III, en las calles de Madrid se suceden conjuras políticas para intentar desbancar del Gobierno al Marqués de Grimaldi y sustituirlo por el conde de Floridablanca. A favor de este cambio conspira la Marquesita del Bierzo, Estrella, con la ayuda de su fiel amiga la costurera Paloma, quien a su vez persuade a su novio Lamparilla, barbero y sacamuelas tremendamente popular en el barrio de Lavapiés, para que la ayude.

Han pasado más de dos siglos y el panorama en este país de petimetres continua siendo el mismo, si cabe peor, de ahí que acudir a una nueva representación de El barberillo de Lavapiés sea todo un lujo porque equivale a leer las noticias actuales con el regusto de lo añejo.

Viernes 16 de abril, siete de la tarde, Palau de Les Arts Reina Sofía. Desde el estreno de La cenicienta de Rossini el pasado mes de diciembre no volvía al coso valenciano. Me acompaña Abelardo, profesor de Játiva y gran entendido en ópera y zarzuela.

La dirección de escena de Alfredo Sanzol adapta el texto original en verso de Luis Mariano de Larra a la actualidad y se preocupa por acentuar las situaciones cómicas y aventureras de los personajes en cuadros de admirable belleza y colorido. Consigue hacer brillar el aspecto alegre y desenfadado de la música de Francisco Asenjo Barbieri, un músico esencial para el desarrollo de la zarzuela, a la que dedicó más de 60 títulos en su compromiso con un teatro nacional de calidad. Barbieri, de hecho, fue el único compositor que ingresó en la Real Academia de la Lengua Española. En su haber destacan zarzuelas como Tramoya, Gloria y peluca, El relámpago o Pan y toros.

Curioso que fuese Luis Mariano de Larra, hijo del periodista Mariano José de Larra, quien escribiese el libreto de El barberillo de Lavapiés, estrenada el 19 de diciembre de 1874 en el Teatro de la Zarzuela de Madrid. Con una genial ironía, su padre, clave en el Romanticismo, perfiló sagaces textos en los que criticaba la lentitud de la burocracia española y la costumbre de alargar los plazos hasta la extenuación debido a que la pereza y la envidia cimentaban la sociedad ibérica. Ese toque Vuelva usted mañana de Larra padre está presente en El barberillo de principio a fin.

La obra corresponde al modelo de cuadro de costumbres del Madrid castizo. Refleja mejor que ninguna otra de su autor el alma de Madrid, un Madrid distanciado temporalmente del estreno de la obra, pero que es evocado de forma inconfundible, en especial con la constante referencia a su callejero. En el foso, el granadino Miguel Ángel Gómez Martínez, que dirige la Orquesta de la Comunidad Valenciana. El protagonista absoluto de la obra, el barbero Lamparilla, lo asume brillantemente el barítono Borja Quiza, acompañado por la mezzosoprano Sandra Ferrández, Maria Miró y Javier Tomé, entre otros.

La policía deja en libertad a los ricos y encarcela a los pobres por robar una manzana.

—El Gobierno de Carlos III dispone de ministros y secretarios de Estado como champiñones.

—Vivo al margen de los vericuetos de la política española, me da igual quien gobierne, mismo perro con diferente collar.

Son algunas de las frases que Lamparilla profiere a lo largo de la zarzuela, aseveraciones que pueden aplicarse sin ningún problema a los tiempos actuales. Entre la tradición más recia de los ritmos ibéricos y la inevitable presencia de lo italianizante, este barberillo del pueblo, locuaz y ladino, acude en ayuda de la nobleza para desbancar del poder al italiano Grimaldi al ritmo de seguidillas, chotis y mucha algarabía. De hecho, al modo bufo, parodia El barbero de Sevilla, obra precisamente del italiano Rossini. La unión de Larra con Barbieri convierte el Madrid de Carlos III en un cuadro costumbrista lleno de “majos”, “manolos”, “chulapos” y “chisperos”. El personaje interpretado por Borja Quiza encarna al tradicional pícaro, un chisgarabís sin oficio ni beneficio que pretende a Paloma y que se ha ganado el respeto de sus vecinos por su labia viperina. Con denuedo, va extendiendo rumores por las calles de Lavapiés. En realidad, Lamparilla no posee cultura, es un iletrado que puede que en su vida haya leído un libro, pero tiene gracia y convence. Algunos críticos incluso han comparado al barbero con los actuales tertulianos de programas telebasura como ¡Sálvame! o “youtubers”, personas que confunden Mozart con una marca de mantequilla pero que mueven masas por la impostada gracia con la que describen la realidad y el arte que poseen a la hora de convertir en francachela algo banal y sinsorgo.

El barberillo de Lavapiés – Fotografías: ©Miguel Lorenzo y Mikel Ponce.

Barbieri despliega una partitura abrumadora con números de gran impacto (el preludio, la presentación de Lamparilla, las seguidillas) y singulares recursos populares, como el dúo de Paloma y Lamparilla. La puesta en escena del pamplonés Alfredo Sanzol es minimalista, delicada, muy colorida en algunas ocasiones y monocromática en otras, como el número de las costureras, donde el blanco es el protagonista absoluto. Para Sanzol, que potencia en su adaptación la vis cómica del texto original, “la zarzuela española es superior al musical americano”.

La escenografía se compone de ocho elementos móviles que se transforman para recrear los diferentes espacios abiertos y cerrados del Madrid de 1776. El vestuario, donde el amarillo y el azul celeste son los protagonistas, toma como referente cuadros de finales del siglo XVIII. Y detrás de esa paleta cromática, de ese humor castizo y desenfadado, una feroz crítica social contra el adoctrinamiento y la mansedumbre de pensamiento, una llamada a las nuevas generaciones para que despierten del letargo y no se dejen engatusar por el poder del Estado, para que lean y se cultiven y sean conscientes de que las estratagemas dictatoriales del poder político no son nuevas; las empleó Carlos III en tiempos del barberillo y se utilizan ahora. La clave es saber que la historia se repite para intentar cambiarla o, si se tienen cojones, reírse de ella en su cara y cagarse encima. Para eso, jóvenes del mundo absortos en el aquí y el ahora, hay que leer, no en redes sociales ni en epígrafes de fotografías furtivas sacadas en ese Lloret que tanto gusta a los extranjeros, sino encerrado en una biblioteca con un libro que huela a roña. Si mezcláis esa tarde rodeados de libros polvorientos con el humor de Lamparilla y unas buenas gallinejas en cualquier tasca de Lavapiés, el mundo puede pararse. Será el momento de empezar a escribir vuestra propia historia.

Escritor, dramaturgo, director de escena y periodista con más de 25 años de carrera, referente de la cultura española contemporánea. Ganador de prestigiosos premios internacionales de teatro y literatura, Eduardo Viladés cultiva el teatro largo, de medio formato y de corta duración, así como la narrativa. Ha publicado dos novelas y prepara la tercera. Sus obras teatrales se representan en varias ciudades españolas, México, Colombia, Perú, República Dominicana y Estados Unidos. Elegido dramaturgo del año 2019 en República Dominicana y en 2020 en La Rioja a través del Instituto de Estudios Riojanos. Colabora asiduamente con sus ensayos, relatos y obras de narrativa con las editoriales Odisea cultural (Madrid), Canibaal (Valencia, España), Extrañas noches (Buenos Aires), Microscopías (Buenos Aires), Lado (Berlín), Otras Inquisiciones (Hannover), Primera página (México), Gibralfaro (Málaga), Windumanoth (Madrid), Amanece Metrópolis (Madrid) y Viceversa (Nueva York). Compagina su labor como dramaturgo y director de escena con el periodismo, área en la que cuenta con más de dos décadas de trayectoria profesional en diversos países del mundo como reportero, editor y presentador de TV. Ha vivido en Reino Unido, Italia, Bélgica y Francia. Hoy en día trabaja también para la revista Actuantes, la principal publicación española de teatro, lo que le permite combinar el periodismo con las artes escénicas. También es experto en periodismo cultural y documentales de sensibilización social, un artista polifacético.