Entrevistas

Eduardo Viladés: «Los artistas tendemos a la grandilocuencia de palabra»

Eduardo Viladés es un dramaturgo y periodista difícil de adjetivar. Los adjetivos son polares, como se sabe. Tampoco es que los necesite. Eduardo es un español que por su oficio despliega cualquier cantidad de condiciones artísticas en simultáneo. Por eso sería «multidisciplinar» uno de los que quizá le harían algún tipo de justicia. Aunque intuimos que le da lo mismo a la larga.

Desde Valencia, España, donde reside, sostiene una carrera que lo califica también como director de escena, escritor y ensayista. De manera que indagar sobre los motivos y las querencias de un autor dedicado de lleno a la creación (en todos los matices de ficción y realidad) es una circunstancia afortunada. 

¿Qué estás leyendo actualmente?

“L’amica geniale” de Elena Ferrante y “Todo esto te daré”, de Dolores Redondo.


¿Por qué eres teatrero/escritor?

Es el único modo que tengo de curar mi esquizofrenia. Y, aún así, no lo consigo.


¿Qué talento te hubiera gustado tener?

Tocar el piano, me encanta.


¿Qué momento de tu infancia marca tu desenvolvimiento en el teatro y la literatura?

A los 4 años escribí mi primer relato largo, de unas 30 páginas. Se llamaba La casita de las fresas. Recuerdo que Julita, mi profesora de párvulos, me llevó de la mano por todo el colegio con el libro, pues mis padres lo habían encuadernado, para enseñarlo a los mayores. Da la casualidad de que La casita de fresas se convertiría, muchos años después, en una pieza teatral infantil que yo mismo dirigí en España y que también se representó en México. Incluso la versión en prosa se ha publicado en una editorial neoyorquina. De todos modos, desde que tengo uso de razón me evado con mis yoes a galaxias lejanas. Mis padres, de pequeño, se volvían locos cuando me oían hablar con diferentes tonos de voz y en varios idiomas, una especie de niña de El Exorcista poseída por un no sé qué artístico. Pensaba que la arruinaba a teléfono. Después se dieron cuenta de que conversaba con mis personajes y yoes internos. Tras muchos valium y visitas al psicólogo, terminaron aceptando como era. Hoy en día, sigo haciéndolo. La gente me mira por la calle como si estuviese loco. Lo estoy. ¿Y?


¿Qué palabra o qué frases utilizas con mayor frecuencia?

En mis obras, muerte, mañana y ojalá. En mi día a día cada vez hablo menos.

¿Cuándo mientes?

Nunca. Puede que edulcore la verdad para no ser grosero en alguna ocasión y porque los artistas tendemos a la grandilocuencia de palabra, pero mentir, no.

En Madrid con Elena Sans, su musa y amiga.


¿Rezas por tener éxito?

En absoluto. Me da exactamente igual, y más en el mundo del espectáculo, donde casi todo es ficticio. También el éxito.


¿Cuál es para ti la palabra más hermosa del diccionario?

Ojalá.


¿Y la más peligrosa?

Amor.


¿Qué consideras tu mayor éxito en la vida?

No pienso en éxitos ni fracasos. Si lo hiciese me tiraría por la ventana y, al mismo tiempo, me da mucha pereza porque no pienso en esos términos. Me deslizo por la vida, sin más.


¿Cuál es tu momento preferido del día?

Ninguno. Todos mis días no son más que una larga noche.


¿Tienes alguna pasión que no sepan muchas personas?

A ti no te la voy a contar.


¿Alguna fobia?

A resaltar y que me quite el sueño, no.


¿Me puedes decir un olor que recuerdes?

El olor de unas flores de Calafell, donde veraneo con mi familia. No sé qué planta es, pero todo el pueblo está lleno de unas flores que huelen como a azahar. Me tranquiliza ese olor, me recuerda a verano, salitre y asueto.


¿Dónde te gustaría vivir?

Volver a casa, estoy cansado de tanto nomadismo.


¿Cómo ha sido tu vida?

Cuando me muera, haces una ouija o psicofonía y me realizas la misma pregunta. Supongo que estaré en el limbo, pero allí también hay acceso a los médium experimentados como tú. Quedo a la espera.


¿Qué te rebela?

La falta de profesionalidad, la ignorancia e ineptitud.

¿Qué te indigna?

La falsedad e hipocresía, el carácter champán e inestable. La ausencia de valores reales, no los de manual de peluquería.


¿Qué te hiere?

El mundo actual. No es una era para mí. Me gustaría teletransportarme a los años 70, por ejemplo, sin redes sociales, sin tecnología, sin mierdas, sin adolescentes agilipollados que piensan que Mozart es una marca de ropa, con paredes de gotelé y teléfonos góndola rojo colgados de la pared.


¿Qué es la inocencia?

Lo que aún sigo teniendo alguna vez cuando me ilusiono con un proyecto. Todos alaban tu trabajo, te dicen que eres maravilloso, que ganarás el Nobel, se crea equipo, incluso se hace cartel. Y de repente, te dicen que tienen un pollo en el horno, se han roto una uña o han cogido el ébola en un viaje relámpago a Ruanda y te bloquean, dejan de hablarte y el proyecto, antaño seguro, se quiebra. Todo ello después de haber tenido una obra paralizada más de un año y medio, claro. Eso es la inocencia. Y la gilipollez, claro.


¿Alguna vez te mordiste la lengua, cuándo?

En el mundo de la farándula, me la muerdo todos los días varias veces. Si yo te contara…


¿De qué te sientes orgulloso?

De mis padres y hermano.


¿Qué objetos coleccionas?

Ninguno. No soy nada materialista. Puedo vivir con un par de libros y dos calzoncillos que lavo en el río.


¿Y tú qué haces por los demás?

Pregúntaselo a ellos, aunque son pocos y lo más seguro es que rehúyan la respuesta.


¿Cuál es el sentido de tu vida?

No tiene.


¿En qué estás trabajando actualmente?

En muchas cosas. Crear es mi terapia. Estoy perfilando una obra teatral nueva que causará sensación, tragicomedia, en mi línea, pasar del llanto a la risa en un santiamén. Asimismo, sigo con mis creaciones en prosa, género en el que siento muy cómodo y más libre que en el teatral porque no existe el encorsetamiento comercial. Y con mis colaboraciones periodísticas para varias revistas.


¿Quiénes son tus amigos y quiénes tus enemigos?

Hablaré con mis yoes antes de responder a esta pregunta.


¿Qué es la amistad?

No lo sé.

Fotografía: Cortesía.

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