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El festival de la reconciliación juvenil, por Eduardo Viladés

Publicado por Eduardo Viladés

Cuando alguien me dice que tiene menos de 40 años salgo corriendo. Programo el teléfono para que suene a una hora determinada, digo que mi madre acaba de romperse la cadera o, lo que surte mayor efecto, comento que mi iPad se ha estropeado y tengo cita en la tienda para que lo reparen. Todo esto lo digo metiendo vocablos en inglés y hablando con acento de extrarradio absorbido de algún programa telebasura. Muevo la cabeza de izquierda a derecha, como los personajes de las series Disney y, de vez en cuando, empleo el modo de cortesía, el usted de toda la vida, con lo que piensan que soy facha o hablo ruso, pues no se enseña en los colegios por esto de la igualdad lingüística y la democracia del talento.

Dicen que los jóvenes son el futuro. ¿De qué? De la coluvie que nos rodea. Afortunadamente estaré bajo tierra cuando esa panda de descerebrados se considere a sí misma madura. Les animo a que no estudien o que vuelvan al pegamento de los 80 que tanto bien hizo a mi generación. Nos encontramos ante la generación más iletrada, difusa, estúpida y distraída de la historia, sin valores, yerma. Nada de lo que ha sucedido antes de su fecha de nacimiento existe para ellos, su capacidad de concentración se limita a los tres minutos que dedican a leer sus mensajes de texto y confunden Mozart con una marca de anabolizantes.

Habrá quien se rasgue las vestiduras al oírme decir esto, sinceramente me da igual, que os jodan; lo más seguro es que tenga hijos de 22 años y le de vergüenza ajena ver cómo se comportan. Si tienen menos de 15, deseará meterles en la nevera para que se congele la sarta de estupideces que pasa por sus cabezas, pero se lo callan porque la culpa de esta sentina reside no sólo en el sistema sino en los propios padres.

¿Leen los jóvenes de hoy en día? ¿Pueden subsistir los llamados millenials si no reciben un determinado número de me gusta en Facebook? Perdón, dicen likes, que son muy modernos. ¿Ven más allá de la imagen reflejada en los autorretratos que sacan con sus móviles cada dos segundos? Perdón de nuevo, dicen selfies, si bien hablan inglés deficitariamente y el término autorretrato ni siquiera lo conocen. Uno tiene una edad y no retiene los avances de las nuevas generaciones…

Chaval, dirigido por Jaime Olías de Lima, logró el premio al mejor cortometraje de ficción en la vigésimo tercera edición del festival Octubre Corto 2021 de Arnedo (La Rioja). Acudo a la gala de clausura con Montse Fernández, experta en cine español. Me sorprende que la mayor parte de los premiados y miembros del jurado sean jóvenes, estoy a punto de irme, pero pienso en la inspiración que obtendré para mis futuras obras, puede que basadas en guarderías o manicomios, perdón, centros de salud mental, ¿me meterán una querella por emplear el lenguaje como me da la gana? A pesar de todo, me guardo parte de mis pensamientos y reconozco la calidad en alguno de los trabajos presentados.

Chaval está rodado en un plano secuencia que refuerza la historia mostrada en tiempo real. Correctas interpretaciones y fantástica manera de capturar un trozo de vida de manera veraz.

La gala continúa. El premio La Rioja Film Commission a la mejor actriz de Octubre Corto 2021 recae en Isabel Montalbán por Totem Loba. Montalbán es una actriz que demuestra un enorme potencial interpretativo. Habrá que tenerla en cuenta en el futuro. Recoge el premio muy nerviosa, pero transmite luz.

Me quedo boquiabierto de la vestimenta de quienes recogen los galardones. La moda no me interesa lo más mínimo y me fascina ir al Carrefour en chándal y con tacones, pero me choca que los jóvenes que suben al escenario vistan como si se hubiesen levantado de la cama hace cinco minutos, con legañas incluidas. Lo sé, soy carpetovetónico y tengo un alma vieja, deberían encerrarme. Hacedlo, denunciadme, podré ducharme en las duchas con los guardias civiles… Me preocupa mucho la juventud de hoy en día desde el punto de vista fisiológico. Están mal hechos, tienen cara de lerdos, como si les faltase medio hervor, depilados, amorfos, parece que hayan pasado el beriberi. No pienso que meterse batidos de proteínas y clembuterol, como las vacas, sea adecuado para el desarrollo cuando aún se está en edad de crecer. Al mismo tiempo, me parece muy curioso que personas que piensan que Severo Ochoa es un jugador del Real Madrid discutan en la sauna del gym (jamás dirán gimnasio, no está de moda) sobre los beneficios en el torrente sanguíneo de los compuestos energéticos que consumen. Mi grado de estupor se multiplica cuando estos jóvenes hacen esos comentarios un domingo por la mañana tras haber dormido tres horas y enlazado el after, en el que se han metido cristal y farlopa y bebido diez gin-tonics, con la clase de tabata. En realidad, lo que hacen en el gimnasio es un puro espejismo porque el mundo está organizado para que pasemos el mayor tiempo posible sentados. Andar se ha convertido en una especie de acto de desobediencia política, en sintonía con las grandes marchas promovidas por Gandhi o Luther King. Y los jóvenes, en su mayoría, no entienden de actos de desobediencia porque se está muy cómodo a la sopa boba y han institucionalizado la mansedumbre de pensamiento como su modus operandi. De hecho, no es descabellado calificarles como la generación distraída porque su capacidad de atención se ha hundido. Lo sé, alguien estará escupiéndome mentalmente ahora mismo por lo que está leyendo y pensará que soy imbécil. ¡Escúpeme, me fascina ser un apestado social!

Una vez más, tengo que comerme mis palabras cuando veo a Aura Garrido. Maravillosa. La admiro mucho, desde Crematorio. En Stockolm me encandiló, con El ministerio del tiempo deseé teletransportarme al pasado a su lado y en El día de mañana me pareció soberbia. Hija del músico arnedano Tomás Garrido, Aura recibió el Premio Ciudad de Arnedo 2021. Recogía el testigo a Marta Etura, quien lo consiguió en 2020, y es la galardonada más joven en los 23 años de historia del certamen. Precisamente Etura la dirigió en teatro en Invierno en el barrio rojo.

Aura Garrido Sánchez (Madrid, 29 de mayo de 1989) es una actriz española de cine, teatro y televisión.

La actriz, nacida en Madrid en 1989, ha conquistado al público local porque ha debutado como directora con el estreno de su primer cortometraje, La Braulia, rodado en agosto íntegramente en La Rioja. Se trata de un homenaje a la amistad a través de la historia de dos chicas que vuelven al paisaje de su infancia para rememorar a una amiga fallecida. Aura Garrido ha desarrollado su carrera como actriz tanto en cine (Stockholm, Los Ilusos, Malnazidos) como en televisión (El ministerio del tiempo, El día de mañana, El inocente) y teatro (El tratamiento e Invierno en el Barrio Rojo). Ha recibido diversos reconocimientos por su trabajo, como dos nominaciones al Goya, dos Biznagas de plata y un premio Ondas. Cuenta con una filmografía de 16 largometrajes a cargo de cineastas de la talla de Gerardo Herrero, Daniel Calparsoro, Jonás Trueba o Rodrigo Sorogoyen. Un total de 25 títulos se han exhibido en el Teatro Cervantes de Arnedo y en los cines 7 Infantes de Logroño durante este mes. Octubre Corto se ha consolidado como el principal evento cinematográfico de La Rioja y como una de las citas fundamentales en el panorama del cortometraje nacional. Desde el año 2015 los cortos ganadores, en las categorías de ficción y documental, califican para los Premios Goya de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España.

Muchos de los cortometrajes ahondaban en recuperar las viejas costumbres del pasado. Montse se emociona cuando un grupo de adolescentes recuerda las anécdotas que les contaban sus padres. Cuando yo era niño recuerdo que una vez tuve un profesor que nos enseñaba a no hacer nada. Nos animaba a tumbarnos en el suelo o encima de la cama y pasar una hora entera mirando al techo. Al fijar la mirada en un punto determinado durante mucho tiempo, el gotelé blanco del techo se transformaba en una galaxia de colores estridentes que daba vueltas alrededor de la habitación. Era en ese momento cuando surgían las mejores ideas y la mente recargaba las pilas… Como he dicho antes, vivimos en la denominada democracia del talento. Y el talento no es democrático, se tiene o no se tiene. A mi hijo le recomendaría que no estudiase, que fuera un muerto de hambre, tendría un futuro más prometedor. Pero ha salido a su padre y es un ratón de biblioteca. Apenas levanta un palmo del suelo pero no deja de preguntarse el porqué de las cosas, el porqué real, el que reside en los libros y en los ojos de la gente, no el que se lee en Internet o se comparte en las redes sociales. Le irá muy mal y sufrirá lo indecible en esta sociedad tan democrática en la que ser diferente está castigado con la pena capital… Sentirse especial es la peor de las jaulas que uno puede construirse a su alrededor. Mucha gente se parece. Con los años he ido detectando que hay muy pocas personas distintas, muy pocos modelos diferentes. La gente se parece mucho entre sí, está cortada con un mismo patrón. Y esa gente tiene miedo a las cosas que no conoce. Hay muy poca gente distinta en el mundo, gente que aporte cosas de verdad. No quieren ver mas allá, sólo se mueven por la vida con cuatro o cinco parámetros y al aparecer un séptimo u octavo no lo entienden. Incluso puede haber gente inteligente que sabe que le puedes aportar algo pero no hace nada por temor, a ellos mismos y al qué dirán.

No sé que hago aquí, con quién estoy, tampoco conozco tanto a Montse, por qué me han dado estas invitaciones, siento que soy muy mayor para estar aquí, ojalá pudiese desaparecer, como los topos en invierno. Lo que realmente quiero es coger a mi hijo de la mano y teletransportarme con él. Nos tumbaríamos en la cama mirando al techo con música de Janis Joplin como testigo silencioso, llamaríamos a mamá con un góndola rojo que haría juego con el papel de las paredes y las flamencas de la abuela encima del Telefunken e iríamos al cine a ver Volver a empezar. Oiríamos a Mariano Medina de fondo, dudaríamos entre la primera o la segunda cadena, pasearíamos por parques más limpios, por calles menos contaminadas, nos perderíamos por el mercado hablando con la tendera, a quien compraríamos género traído del pueblo, y quedaríamos con nuestros amigos en el bar de la plaza mayor a la hora de todos los días. Sin artilugios, sin tecnología, sin cabezabuques que vendan humo, hablándonos y mirando el techo… Porque no hacer nada, como decía aquel profesor que tuve en mi niñez, es un modo de hacer. Porque, en definitiva, no necesitamos a Alexa para darnos cuenta de que estamos vivos, pero sí las películas de Aura…

Escritor, dramaturgo, director de escena y periodista con más de 25 años de carrera, referente de la cultura española contemporánea. Ganador de prestigiosos premios internacionales de teatro y literatura, Eduardo Viladés cultiva el teatro largo, de medio formato y de corta duración, así como la narrativa. Ha publicado dos novelas y prepara la tercera. Sus obras teatrales se representan en varias ciudades españolas, México, Colombia, Perú, República Dominicana y Estados Unidos. Elegido dramaturgo del año 2019 en República Dominicana y en 2020 en La Rioja a través del Instituto de Estudios Riojanos. Colabora asiduamente con sus ensayos, relatos y obras de narrativa con las editoriales Odisea cultural (Madrid), Canibaal (Valencia, España), Extrañas noches (Buenos Aires), Microscopías (Buenos Aires), Lado (Berlín), Otras Inquisiciones (Hannover), Primera página (México), Gibralfaro (Málaga), Windumanoth (Madrid), Amanece Metrópolis (Madrid) y Viceversa (Nueva York). Compagina su labor como dramaturgo y director de escena con el periodismo, área en la que cuenta con más de dos décadas de trayectoria profesional en diversos países del mundo como reportero, editor y presentador de TV. Ha vivido en Reino Unido, Italia, Bélgica y Francia. Hoy en día trabaja también para la revista Actuantes, la principal publicación española de teatro, lo que le permite combinar el periodismo con las artes escénicas. También es experto en periodismo cultural y documentales de sensibilización social, un artista polifacético.