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Érase una vez… la excepción en Hollywood

Como casi siempre que se estrena una película largamente esperada por la afición (sobre todo si quien la dirije es un tal Quentin Tarantino), se hace difícil que dicho lanzamiento cumpla y satisfaga todas las expectativas en ella puestas. Esto se intensifica aun más cuando dicho director forma parte de un pequeño y selecto grupo de cineastas que gozan de un núcleo duro y fiel de seguidores, muchas veces poco predispuestos a criticarlos.

Sin embargo, en un contexto donde el gran porcentaje de la plaza cinematográfica es dominado por la industria de superhéroes y revivals de viejos éxitos, Once Upon es un verdadero soplo de aire fresco.

El noveno film del estadounidense no es sólo una buena película, sino también un homenaje a la industria a la que él mismo pertenece y de la que tanto se nutrió. Sin embargo no es perfecta, y cuenta con algunos defectos tal vez conocidos de antemano, pero decididamente ignorados por el director.

Como tal, esta entrega rinde larga reverencia a una época muy particular del cine de Hollywood, la de fines de los 60, al tiempo que, fiel a su estilo, dispara con unas cuantas ironías y burlas justamente a lo mismo que pretende homenajear.

Nos muestra aquellos años donde las estrellas creían ser ajenas a cualquier tragedia, gozando de fiestas y optimismo, lejos, en apariencia, de cualquier problema real. Todo esto, mientras coquetea con el triste hecho de que el asesinato de Sharon Tate y sus amigos durante una noche de agosto, perpetrado por el clan Manson, quizás marcó el fin de aquel período.

Durante el desarrollo de la trama van haciendo aparición multitud de personajes y situaciones reales que se recrean enriqueciendo la historia aunque, como ya lo hiciese en Bastardos sin Gloria, y como cabía de esperar, Tarantino nos ofrece aquí su propia versión de ella.

Tal vez sea esta su película mejor rodada en cuanto a calidad técnica, recreando a la perfección al Hollywood de aquellos años, y logrando (aún en los que no nos tocó ser testigos de dicho período) hacernos sentir dentro de ella. Nada de lo que aparece en pantalla se encuentra puesto al azar. Forma parte de un vasto compendio de piezas musicales, publicidades y referencias al cine de la época. La fotografía, la música y la ambientación destacan aquí como sobresalientes, y llevan impreso el sello Tarantino.

Hay un gran cuidado en cada detalle y hasta se da el lujo de recrear íntegramente varias cuadras del icónico Hollywood Boulevard.

La clase de actuación que nos da Di Caprio encarnando a un Rick Dalton en el ocaso es (vaya sorpresa) de lejos la mejor de todo el film, consiguiendo un personaje con multitud de matices. Pese a esto, durante muchos pasajes, es la muy correcta actuación de Brad Pitt la que se lleve los mejores recuerdos, encarnando al doble de riesgo y único amigo de Dalton. Se suma un buen acompañamiento de Margot Robbie en la piel de una inocente Sharon Tate, lamentablemente relegada a un papel secundario, aunque no por eso sin destacar en algunos pasajes como en el que acude al cine a verse a sí misma en pantalla, atenta a las reacciones del público ante sus apariciones.

Completan el reparto algunos nombres importantes como por ejemplo el de Al Pacino, Damian Lewis o Dakota Fanning, con algunos minutos en pantalla.

Mencionadas varias de las mejores circunstancias que nos deja el filme, hay que aclarar que queda bastante lejos de ser la mejor entrega de Tarantino. En su afán de recrear y homenajear la época mencionada, el director nos sobrecarga de referencias y largos momentos de contemplación que afectan al desarrollo y ritmo de la trama. Por esto, tal vez, la duración total de la cinta se me antoja algo excesiva. No hay en esta obra un hilo conductor demasiado claro que vaya enhebrando las escenas.

Se podrá también criticar que este homenaje deje algo afuera, durante ciertos pasajes y por cuestiones generacionales, a un buen número de público joven (entre los que me incluyo), y que dicha decisión hará que no sea del total agrado de las grandes masas. Habrá referencias que no serán familiares para esas personas que no las vivieron entonces. Podría decirse que el guión falla en estos aspectos, pero conociendo al director es probable que, siendo consciente de esto, poco le importara. Parece ser una película en la que ha hecho lo que realmente tenía ganas él de hacer. Y bienvenido sea.

Al margen de ello, Tarantino nos regala momentos memorables como el encuentro entre Bruce Lee con Cliff Booth; la conversación de Dalton con la niña actriz, o la tensa escena del rancho atestado de hippies, hasta llegar a un voluptuoso y divertidísimo final que deja de lado cualquier sensibilidad políticamente correcta que por cuestiones de spoilers dejaremos sin mencionar.

Es durante este desenlace cuando el director libera finalmente esa violencia exacerbada y explícita, marca de la casa. Porque pese a ser tal vez su obra más personal, es justamente la que más se aparta de algunos de sus clásicos fetiches. Mantiene, no obstante, una poderosa habilidad para construir personajes carismáticos y diálogos envolventes.

Así, el verdadero talento de este cineasta queda al descubierto cuando notamos que, tras varias escenas que puedan parecernos demasiado largas o intrascendentes, hemos disfrutado de un buen momento, y hasta nos hemos reído a carcajadas en varias de ellas. Y aunque dichos pasajes quedan algo escasos a lo largo del corte final de la cinta, son, en conclusión, un válido motivo para volver a verla. Y es que, en lo personal, un segundo visionado, ya desprendido de las expectativas e ideas iniciales, me ha permitido disfrutarla de otra manera. Es entonces cuando uno se pregunta si ese dejo de decepción inicial no fue más producto de nuestros falsos preconceptos acerca de ella que (sin querer ser abogado suyo) fallas del cineasta.

Leí en estos días que la gran virtud de Once Upon es justamente el haber sabido contarnos nada en particular. Tal vez algo de cierto haya en esta frase, y tal vez otros directores debieran prestar más cuidado a ello, porque, como Tarantino nos ha enseñado, a veces la maestría no se encuentra sólo en saber contar grandes historias, sino de también lograr atraparnos en la fascinación y cuidado por los más mínimos detalles y frivolidades.

En conclusión, un ocho sobre diez quizás sea la nota más justa para esta penúltima entrega del norteamericano. Y tal vez lo más lamentable de esta cinta sea que, leyendo un poco entre líneas, probablemente Tarantino comienza con ella a despedirse de nosotros. Porque ese Rick Dalton, que mira con nostalgia su pasada gloria, puede que no sea más que una pista acerca de lo que el propio director sienta para sí mismo con esta entrega.

Y será tras ese triste día, cuando se retire, en que filmes como este cobren aún más valor.

Arquitecto de profesión y fotógrafo aficionado. Amante del buen cine, la filosofía y la literatura. También fanático de Boca Juniors.