Música,  Textos de autor

Frankie

La vida, esa fuga constante. Hasta hace poco supe que Frankie Ruíz, el cantante de salsa, estaba muerto (lleva más de 20 años de sólo su eco). Todo es tan rápido en este mundo; un saludo, un minuto. Ya con miles de canales de televisión, noticias y videos de Youtube, libros, canciones, comentarios; sólo nadamos esperando encontrar arena tibia, un lugar en el sol que nos inspire, una lluvia que nos lave, una verdad contada para todos.

Viendo y escuchando un poco la música de Frankie veo que tiene ese tipo de voluntad extravagante, que come más de lo que puede masticar, en muchos sentidos. Así como ese tipo de empuje que sabe perfectamente que va a morir, se reconoce solo ante el mundo, la vida, el universo; celebra todo eso, embistiendo su talento ante el tiempo como un caballo desbocado sobre las llanuras.

No escribo esto porque haya muerto, hay cosas que me causan mucha extrañeza de su música. Si leemos, nada más, la letra de La Rueda reconocemos esa pose de victimismo sin ambigüedades de alguien que, apenas, le es posible ver cómo se aleja un ser amado hasta perderse del todo en otra vida que no lo incluye en absoluto. Una resignación total ante su cuerpo y lugar en el mundo.

Pero si escuchamos su melodía se releva su verdadero fluir, conoce en específico el tipo de olvido que le ofrecen, algunas de sus motivaciones y lo agradece. Entiende los finales, los canta, su letra lo congela, pero su música lo empieza a revivir. La música de Frankie siempre está como en el filo de la navaja, pero es ligera, sabe desprenderse de ataduras, «Tu eres la rueda, yo soy el camino». Yo le diría: ¡Frankie! ¿cómo lo haces?

Frankie (sentado a la derecha) y Orquesta la Solución grabaron La rueda en 1980.

La mayoría de las canciones que he escuchado de él transcurren en contrastes románticos, en deseos cómplices, en emociones que superan realidades, en probabilidades de las relaciones. Yo qué sé, su mirada me recuerda al pícaro del salón que no se contiene. No es malvado propiamente pero sabes que está empujando el límite del placer demasiado lejos. Pero su carisma lo ampara, tiene un don y lo ofrece con generosidad.

En algún momento canté alguna frase de sus canciones como un talismán «¡mira que irónica es la vida!». Pero fue una canción que me empujó a escribir esto: luego de un altercado que encierra golpes a un auxiliar de vuelo, posesión de drogas, etcétera, fue a prisión. Todo va y viene. Compuso Mi libertad.

La libertad donde estamos todos en una postal, la abuela viva, el enfermo ya curado, el padre con tiempo, «los amorosos», la vendedora ambulante con dinero, los jóvenes acogidos por una sociedad coherente, la familia sin deudas, los amigos sin competencias, el mundo rodando a son de justicia; el país, el pueblo, las ciudades, los parques, esa escena que debería durar eternidades y consumarse en alguna latitud, aunque no sea física.

Mi libertad fue grabada en 1992.

«Quiero cantar de nuevo y caminar, y a mis amigos buenos visitar, pidiendo otra oportunidad. Bajo el farol del pueblo conversar y en una fiesta linda celebrar mi libertad», Frankie nos decía que lo más importante está más allá de nosotros mismos.

De hecho, la dedicatoria del disco con el mismo título dice:

«Dedico este disco a mi querida familia, a mi pueblo y muy especialmente a mi gente de adentro. A toda la juventud en general… debemos fijar metas en la vida y luchar con tesón para alcanzarlas. Se presentarán obstáculos pero con nuestra mente bien clara y positiva lograremos salvarnos y continuar hacia adelante. No dejen que nada tronche sus vidas. A los que por una u otra razón no hayan tenido la oportunidad de desarrollarse como ciudadanos de provecho a la comunidad, les exhorto a superarse. Piensa que hoy es tu día para luchar, vencer, reparar y amar. Les quiere, Frankie Ruiz»