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Magias parciales de Orlando Fals Borda

Mencionar el nombre de Orlando Fals Borda (Barranquilla, 1925) es mencionar una vasta complejidad sociológica, es evocar una de las mentes más fecundas de las ciencias sociales latinoamericanas, cuyo reconocimiento internacional tiene que ver más con la empatía que con el postureo intelectual.

También es evocar a la creatividad, a la acción que le da piernas y brazos a la teoría académica para construir cambios sociales reales. Ninguna de estas evocaciones es falsa, pero todas corresponden a la noción de una ruptura con las ciencias sociales clásicas; es decir, el logro de Orlando Fals Borda, entre otros muchos, ha sido considerar al investigador como un mediador que ayuda a aflorar el pasado, un pasado colmado de tradiciones queridas, de luchas y experiencias que deben retornar a las personas que las han producido.

Este año se cumplirá una década sin el fundador de la sociología moderna en el país, quien además de adelantar sus estudios iniciales en varias universidades de los Estados Unidos (Dubuque – Minnesota – Florida), también fue profesor de la Universidad de Cartagena, la más antigua del Caribe colombiano.

En la Unicartagena pervive su legado incandescente y aquel modelo de investigación que lo hizo famoso: la Investigación Acción Participativa (IAP), además de un salón, situado en el Claustro San Agustín, que lleva su nombre para recordar a este profesor que falleció el 12 de agosto de 2008 en Bogotá, colmado de honores, y a los 83 años.

El docente de la Facultad de Ciencias Sociales y Educación de la Universidad de Cartagena, Javier Hernández García, tuvo la suerte de tener a Fals Borda como maestro, e incluso de acompañarlo y trabajar con él en algunas de las investigaciones que ocuparon los esfuerzos del sociólogo. Para Hernández, Fals Borda “era una maravilla de persona, era como el gran maestro, el educador; era un tipo de unas convicciones políticas y personales muy grandes, de una ética impresionante”.

De acuerdo con Hernández, el renombrado sociólogo hizo dos investigaciones, a principios de los años noventa, con los docentes y grupos de investigación de la Universidad de Cartagena, en donde desplegó la IAP.

— Fue el director científico de la participación de varios profesores de esta facultad—comenta el profesor Javier Hernández, autor de múltiples investigaciones de la Unicartagena—. Dirigió un proyecto de investigación financiado por el Estado en su momento, durante el gobierno de César Gaviria, que se hizo en los Montes de María (Bolívar), y en varias regiones de la costa: en el Magdalena, la Guajira. Él fue nuestro director científico. Físicamente pasaba un par de días con nosotros, pero estuvimos trabajando un año con él. Venía una vez al mes, o cada dos meses, pero manteníamos un contacto muy cercano con él.

¿Qué es la IAP?

La IAP tiene matices tan variados y delicados que apenas es posible formarse una imagen de su contenido y alcance, pero lo que sí se sabe es que los hechos, los datos y las realidades se mezclan con la emoción y el sentimiento.

Dicho de otra manera, y en palabras del propio Fals Borda, la IAP no es sólo una colección de técnicas para actuar, sino una filosofía de vida. Aquel que ejecuta la IAP es un ‘sentipensante’ que sabe combinar el corazón y la cabeza, y sabe también cómo ejercer la empatía (no sólo la simpatía) con los demás y con los otros. Para Fals Borda hace falta respetar las diferencias, incluso apreciarlas, para utilizar la IAP.

—En una época (años 60 y 70) donde primaban a nivel de la investigación sociológica y antropológica, metodologías de investigación positivistas, es decir distanciadas, donde el investigador y la investigación debían mantener una distancia y neutralidad personal, intelectual, metodológica, en relación con los asuntos que estaban investigando, se creía que era para no sesgar su mirada, se decía… en ese momento—dice Hernández García, experto en Métodos y Técnicas de la Investigación Social—aparece un grupo de investigadores, con Fals Borda a la cabeza, que plantea que la estrategia es inversa, es decir: que entre más cercanía se tiene con el asunto investigado y con los vectores sociales estudiados, hay más probabilidades de ser objetivos entre comillas.

Ese novedoso paradigma se llamó Investigación Acción Participativa (IAP), que según el antropólogo brasileño Carlos Rodrigues Brandao, “es una innovación en la educación en Latinoamérica, una de las experiencias más fecundas en la que se destina a invertir todo el sentido de la educación, no a practicar una educación como Paulo Freire llamaba bancaria: de arriba hacia abajo. Tampoco una educación de reproducción de toda la ideología de grupos y de clases hegemónicas, sino de crear una educación con el pueblo y a su servicio”.

Esta es la propuesta original que elevó a Fals Borda al firmamento de la comunidad científica internacional, hacia una disciplina que ahora se conoce como educación popular. Es decir, desde Colombia se inició otro tipo de investigación, “al revés”, en la que se que confía en que el pueblo, comunidades indígenas, minorías raciales y marginadas históricamente, sean capaces de producir sus propios saberes y conocimientos.

— La IAP—complementa el docente de la Unicartagena, Javier Hernández— ha derivado muchísimo en investigaciones sobre educación, pero muchísimo, lo que se llama ‘Investigación en el Aula’. Aquí, en nuestra institución, se emplea en Trabajo Social y en Comunicación Social, también en las maestrías de Conflicto y Convivencia y en la Maestría de Educación, que desarrollamos con y para los maestros del departamento de Bolívar, financiada por el Ministerio de Educación. La IAP para la educación, es la IAP irrigada a otras disciplinas.

Luchas sociales

Tomás Villasante, docente de la Universidad Complutense de Madrid España, ha dicho, en una entrevista concedida sobre el tema a la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, que el mérito de Fals ha sido crear una ruptura con las ciencias sociales más positivistas, una ruptura de fondo, epistemológica, rompiendo la relación sujeto-objeto para dar paso a la relación sujeto-sujeto, rompiendo la contemplación desde fuera de las prácticas, con una posición muy activa, muy transformadora hacia las comunidades, una posición muy comprometida con las comunidades. Esa ruptura, dice Villasante, ha venido muy bien desde los movimientos populares.

En este contexto también se pronunció el escritor Óscar Collazos en 2003. Para él, “el tránsito de la sociología a la política ha permitido que las obsesiones de Fals sean también carta de navegación para el cambio social”. Y añadía que “aquí (en Colombia) nos hemos empeñado en construir una nación colombiana viable; pero llevamos 192 años con patéticas ausencias de Estado y fallas éticas de gobierno”.

El cambio social, la lucha contra la desigualdad, y toda la violencia que de allí brota, fueron “obsesiones” de Fals Borda, como lo anota Collazos. Fueron algunas de las grandes preocupaciones del co-autor del libro La violencia en Colombia, obra cumbre de 1962 sobre el conflicto del cual a día de hoy todavía nos llegan esquirlas, y en el que se publicaron documentos que comprometían a las clases políticas del país.

Cabe recordar que siendo un estudiante en los Estados Unidos, Fals Borda regresó muy joven a Colombia en 1949, donde encontraría al país en medio de la ola de violencia que había acarreado el magnicidio de Jorge Eliécer Gaitán, asesinato perpetrado justo un año antes de su regreso, y que marcaría la historia del país.

Le interesaron sobre manera los problemas del uso y tenencia de la tierra. Su ideología subyacente fue la de la justicia económica y social, por ello publicó en varios de sus libros iniciales las bases para una reforma agraria. De ahí que hiciera afinidad con el también sociólogo Camilo Torres Restrepo, a quien invitó Fals a fundar la primera Facultad de Sociología de América Latina en la Universidad Nacional de Colombia.

En este sentido Fals Borda hizo que germinase toda una sociología crítica que promueve procesos reales de cambio. Y en Colombia se ha desarrollado una comunidad internacional en torno a estas “obsesiones” y en torno a la IAP, dejando claro que construir en comunidad es posible.

Por eso en una de las últimas intervenciones académicas, en Bogotá, Orlando Fals Borda decidió cerrar con la siguiente reflexión que resume, parcialmente, todo aquello en lo que imprimió su energía vital: “Mi invitación es a que sigamos andando por esta rica senda, que sigamos justificando la existencia de la sociología porque resulta vivencialmente fructuosa, seguir siendo ‘sentipensante’, porque ni la cabeza sola, ni el corazón solo, pueden hacer esta tarea, sino en tanto situaciones de este tipo que invitan al aprendizaje. Se puede hacer; yo les aseguro que vale la pena”.

Su actividad tuvo frutos en diferentes áreas. Fals fue, sobre todas las cosas, un creador de transgresiones, un hombre más latinoamericano que colombiano, y más internacional que latinoamericano.

Orlando Fals Bordan (1925-2008)