Todo tiene su final
Publicado por Alejandro García García
La voz de Lavoe me hace hacer las paces con la muerte. Recuerdo, en la casa donde viví mi niñez, ver tirado en el suelo un CD con una carátula separada en sus partes de tanto uso: el dibujo de Héctor, sentado en el suelo, con un traje blanco, saliendo de un cascarón de huevo. Recordar a mi padre haciendo un apunte ingenioso en mitad de “De qué tamaño es tu amor”. El mismo que quizá recordaría a su madre muerta unos años antes de yo nacer con “Todo tiene su final”, y de hoy recordarlo yo a él con la misma canción. Es que esta canción carga tantas cosas, que me propongo escribir sólo sobre ella, pues para comentar la vida musical total de Lavoe acotarán sus detractores y se deleitarán los melómanos de baúl abierto que lo han saboreado a sus anchas.
Esta presentación, según cuentan los fans más entregados del video, ocurrió en los estudios de TV 2 en Panamá en 1973. La orquesta, Willie Colón y Héctor Lavoe ya venían trabajando juntos hacía algunos años y se notaba el acople, para mí, en su máxima expresión. Habían armado un gigante musical que bailaba su autenticidad por América. Héctor rozaba los 27 años, pero poseía una potencia vocal entrenada, certera. La canción es un himno a la fugacidad de la vida y a mostrar que toda gloria es transitoria: “en la masa es otro más”, pero que no hay nada por lo cual amilanarse pues si se vive con entrega nada es en vano: “como el lindo clavel, sólo quiso florecer, enseñarnos su belleza y marchito perecer”. ¡Oigo una voz que me dice!
La magia de la canción está en esas escenas naturales: un grupo de jóvenes que están soltando todos los pedazos de verdad que tienen en el pecho, resilientes, armados de valor en sus ideas creativas y en su identidad latina. La voz de Lavoe es ese toque final: una flecha musical apasionada lanzada por el mundo. En el minuto 1:50 se ve como el coro (Juan Mangual Jr, Willie Colón) le da fuerza y complicidad a la canción, y apoyan la improvisación de Lavoe sobre su madre muerta (4:05), quien mira de reojo como percatándose de alguna presencia o quizá tan sólo sea por la reacción festiva de alguien en el público. Ahí estaba Lavoe, sobreponiendo su optimismo natural sobre el tema tabú de la pérdida (que puede ser incluso de un momento) y la muerte. Pues quizá ella sólo sea un espejismo, la puerta de algo mayor.
Un tema constante durante este periodo de la historia que, en países como el nuestro, Colombia, la muerte haya llegado a muchas familias a exacerbar sentimientos y a generar pensamientos en retrospectiva, por la, hasta ahora, casualidad del Covid-19. Me quedo con ese grito de Lavoe (1:40), con su risa gozándose el flujo de la música (2:32), el swing de ese niño (5:08), con la sonrisa partícipe de Mangual (5:29) y la enajenación mística de los trompetistas que sostienen con maestría una luz condensada de entusiasmo (5:37). Recuerdo un verso de un poema de mi padre:
“Vendrá la música y creeré que soy bueno, puro y eterno, mientras tanto”.
Jorge García Usta
Cada tiempo tendrá sus nuevos movimientos y sus propios finales, yo sólo espero que nunca muera la vida que nos brindaron los que ya no están.
Imagen: Archivo.
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