Economía y Política,  Opinión

Algo más sobre Álvaro Uribe

Sobre la figura del señor Álvaro Uribe Vélez, expresidente de Colombia, para acortar al máximo los pergaminos vitales de persona tan conocida, se ha dicho muchísimo, escrito bastante, y creo que no hay manera de medir cuánto.

Soy de la opinión de que una de las características específicas de la política es crear, diseñar, dar sentido al futuro de la sociedad, comunidad. Tal vez sea su mayor valor. Lo que siempre ha hecho a la política imprescindible a los conglomerados humanos. De tal guisa, me interesa el futuro de Uribe, es decir, Uribe mañana o mucho después dejará la actividad política, con gusto, por su decisión o no, morirá como mis abuelos, como todo el mundo. Aclaro, no deseo su muerte. En un país polarizado, con tanta violencia recorrida, la vida es tan o más valiosa que en otros lugares donde se puede tener por más segura.

Se ha creado en torno suyo el “Uribismo”, un movimiento con miembros de muy diversos orígenes, desde industriales, empresarios, políticos de trayectoria, hasta de “trayectoria familiar”, hasta exguerrilleros, profesionales tecnócratas, en fin. Exitoso, al punto de ganar cuatro mandatos presidenciales, dos como mandatario, dos apoyando a ganadores, de los últimos cinco; además de abanderar la primera fuerza política en el senado de Colombia, para alegría o desazón es la figura política central hace ya veinte años. Este “Uribismo” es de derecha, a veces tanto, que ni los conservadores, partido antiquísimo, asumen las causas con tanto ahínco y violencia verbal, acentuada con la polarización tan presente.

Pero el asunto es lo que suceda después, cuando no sea Uribe el líder. Él cohesiona, une, hace marchar tras sus ideas, porque el carisma ayuda pero no suple el ser torpe o estar confundido, eso no se sigue dos décadas. Pero Álvaro Uribe no une sólo al “Uribismo”, casi por gravedad política, peso político real, junta también a todo el espectro de derechas, conservadurismo y hasta el statu quo, porque incluso es neoliberal respecto de la defensa de subsidios, en un país donde la pobreza es un problema palpable.

Sin él, como argamasa, se abren dos grandes escenarios. El acceso al poder de la centro-izquierda sería más llano, no inevitable, porque la dispersión generada provocaría, casi naturalmente, más dificultades para poner de acuerdo a los que hoy lo están con él. Es como el dique que evita el paso de las aguas, o que la mantiene en su sitio, según los puntos de vista de cada cual.

Es como si los que hoy se ponen de acuerdo, mañana no; eso aumentaría la fragmentación política colombiana, incluso podríamos ver acuerdos políticos más cuestionables, por las ideas contrapuestas de los involucrados que alcancen alianzas, sólo y siempre para tener el poder. Tratos entre partidos que ni se hablan hoy públicamente, menos sus representados.

El otro escenario, que puede ser paralelo al político, es el social. Algunos de esos grupos en pugna, en las figuras de sus líderes, perderán poder en la medida en que haya una disputa por suceder a Uribe, como el aglutinador, el punto de convergencia de los sectores que ocupan un espacio sociológico. Perderán poder, decía, sus intereses correrán peligro a sus propios ojos. Y si en paralelo son de tesis extremas, entonces tendremos debates en términos más ácidos, más abrasivos que los actuales. No creo que el trasunto llegue a generar grupos armados porque, con las guerrillas casi extintas, no hay justificación para la toma inminente del poder por manu militari de un enemigo del estado, además los tiempos de recrudecimiento del conflicto armado ya pasaron, nadie públicamente los quiere de vuelta.

Así es como yo lo veo, pero que esto cambiará lo prueba la inexorable historia, que nos recorre y un día nos dejará atrás de alguna manera.

 
     Fotografía cortesía: RFI. fr