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Es el crepúsculo, sal y míralo: Cry Macho

Publicado por Andrés Pinzón-Sinuco

Más allá del evidente daño que surte el paso del tiempo, lo que impresiona es la sencillez.

No porque sea una característica infrecuente en su cine, sino por la voluntaria desaprensión de los sacrosantos cánones de la cinematografía de efectos especiales y de libretos rigurosos, ultra reposados en una meticulosidad tan delirante como fútil.

Nada de eso, Eastwood, de 91 años, pasa de toda la parafernalia. En Cry Macho, el director de cine, cuya carrera como creador casi ha sobrepasado en prestigio a su notabilísima etapa como actor, plantea una historia simple. La de un anciano con sentimientos de culpa, pero duro, como lo es el mismo Clint, que asume la responsabilidad de llevar a un niño (casi adolescente) desde la Ciudad de México hasta el estado de Texas de los Estados Unidos. Eso es todo. Allí se forja toda la película que, muy a nuestro pesar, tiene un tufillo a despedida.

Quienes admiramos a Eastwood esperamos que Cry Macho sea otro eslabón más en la prolífica vida del cineasta y no una esquela definitiva.

Decía que sorprende la sencillez. También aporta lo suyo la fotografía de la película, condición que ya es distintiva en su manera de narrar: las sombras y los azules, el espacio que da el aire a los personajes dispuestos entre los verdes campos y la tierra grana, los amarillos que se recortan ante la luz de un sol poniente. Aquel sol, en este caso, es el que alumbra sobre la frontera que divide a los dos países norteamericanos.

Eastwood apela a los silencios, no quiere asombrar a nadie, no le interesa sorprender o cautivar. El ego no se ha desvanecido, pero quizá también ha quedado atrás, tan atrás como su película Sin perdón (1992), ganadora de cuatro premios Óscar, catalogada, por algunos de aquellos que se creen expertos en obviedades, como el último gran Western.

No obstante, Cry Macho flaquea en algunas escenas que han sido hechas de forma deliberadamente cómoda o afortunada para un actor nonagenario. Pero ello no le resta valor descriptivo. No resulta un lastre sino una arruga más en un decorado frágil, casi patético. Se habla, en fin, de una película rápida en su argumento, lenta en sus actuaciones, pero deshojada entre boleros y un crepúsculo que invita a no hacerse muchas ilusiones ante lo que venga, pero tampoco a despreciarlo. Es el crepúsculo, sal y míralo. Incita a apostar por el presente, pues la vida no es más que un trozo más largo del presente, y por tanto pasajera, sutil.

Senectud, sí. Pero aquella también coexiste con una revisión de lo que significa ser macho. ¿Y para qué sirve? Según Eastwood, que no confunde aquel término en lo absoluto con la palabra valentía: para absolutamente nada.

Fotografía: Claire Folger / © 2021 Warner Bros. Entertainment Inc. All Rights Reserved. (“No copyright infringement is intended”).