Poesía

Heredaréis la lluvia, no más; una antología de Rosa Iñesta

No resulta sencillo encontrar poemarios que nos inciten, a la vez, la ternura y el deseo incondicional, aquel al que se aspira pensando en una ida sin retorno, sin restricciones. La poesía de Rosa Iñesta aúna estas características de una manera sutil, como lo hacen las mujeres honestas.

ELLA SIN ELLA

OFRECIMIENTO

Y ella, como otras ellas, 
en cada madrugada, 
más nada tiene para ofrecerle a él 
que territorio dónde enterrar 
hastío, contrario y frío.

HERENCIA

Heredaréis la lluvia, no más.
Al igual algo escrito, una fusta de doma y tres curvas increíbles, arena en la garganta.
Heredaréis la lluvia, no más.
Ni tierras, ni volcanes, ni plata, ni cuarenta años.
Heredaréis la lluvia, no más.
Aquella que no quiso lloverse él y le guardó a ella.
Heredaréis la lluvia de una mujer; despierta, ávida y altiva, no más.

UN POETA

Un beso en cada esquina,
un vino con cada última cena,
un salto por cada ola,
un ‘te quiero’ en Navidad.
Y a saber también;
conductor de grúa torre,
vasco,
taciturno,
y caníbal.
Y se le añada a la niña, por favor, un poeta para cada desamor.

ELLA SIN ÉL

OPORTO

Pensaba en Oporto, 
en mañana durmiendo lejos.
En tu amigo dormido, 
cuando aún lo era.
Cuando aún lo hacía, conmigo,
en Oporto.
Pensaba.

ÚLTIMA

Hay una última noche
para cada agosto, 
para cada niña,
para cada verano, 
para cada virginidad,
para cada año, 
para cada embarazo,
para cada vida, tristemente, 
y para cada amor, afortunadamente.

ELLA CON ÉL

AMOR DE MEDIA TARDE

Cuando casi todo lo importante está ya hecho, o demorado para la luz del día, a él le queda no más que contemplar el sol de media tarde, y a ella cómo el amor da la media tarde de su vida.

LO QUE HACEN ELLOS

Ella escribía. Él fotografiaba sus gestos y se preguntaba si en la mezcla de sus letras habría agotamiento o temor o dolor o un ‘te recuerdo’, haciendo café, o igual sólo fuera una declaración de amor o no, o sí.

O sí, aunque no fuera para él.

PAN CON AZÚCAR

Mi abuelo no conoció Madrid, ni aviones, ni orgías.
Le gustaba el pan y el azúcar y mi abuela que era su sol.
De mi abuelo no conocí una queja, ni una palabra en francés, ni una bola de nieve.
De mi abuelo supe que amar es pan con azúcar.
Y ya.

ELLA CON ELLA

PERTRECHADA

Un jersey de lana, para el calor,
sin nada debajo, para el frío.
Una velita pequeña, para capear y 
tres lunares, para amollar al capitán.
Pertrechada, a falta de barca.

ALIENTO LIBRE

Ahora que él se ha llevado el pesebre, la mirada del bruto libre, 
el grito de la virgen, 
el granero con su vida embarrada dentro.
Ahora ella, aliento libre sobre su portaequipaje

Fotografías: Roicom8

Me llamo Rosa, como mi tía y como a la vez la suya. En la Universidad me decían que era nombre de señora mayor y eso hice, hacerme mayor y escribirlo. Escribo en línea, en elipsis, en redes, en alto y de bruces las más de las veces. Ahora también escribo aquí, en Otras Inquisiciones. Hago listas para deshacerlas, compro mantequilla para no comerla y amo a los hombres que saben a melón, como ellos. Soy más, pero eso ya, que lo cuente ella.

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