Una de piratas: la humillación de la flota inglesa que sitió a Cartagena
Doscientos ochenta y un años han pasado.
Corría el año 1741. A Cartagena de Indias se dirigía la mayor ofensiva militar naval inglesa jamás vista en aguas americanas, una operación anfibia no superada por la marina británica hasta el desembarco de Normandía en 1944. 186 navíos. El ataque se constituía en 22 fragatas, 2 barcos hospital, 29 barcos de línea, 80 transportes de tropa, 50 barcos mercantes.
“Primero que todo los antecedentes. Este episodio forma parte de la disputa que sostuvieron las grandes potencias del momento en el Caribe. España le había permitido en el siglo XVIII la navegación a los ingleses en sus colonias, ellos tenían permiso para llegar a negociar sus mercancías. Sin embargo, Inglaterra lo que hacía era contrabando. El episodio clave está en el momento en que un guardacosta español intercepta la embarcación inglesa de Robert Jenkins. A este personaje lo bajan y le cortan la oreja y le dicen que lo mismo le harían al rey británico Jorge II. Inglaterra le declara la guerra a España. Las hostilidades venían ya en camino, ya el almirante Vernon había emprendido acciones sobre Portobello en 1739”, indica Moisés Álvarez Marín, historiador y director del Museo Histórico Cartagena de Indias.
“En Jamaica se concentró la plana mayor de la fuerza inglesa más una columna de marinos norteamericanos, más los que traen de Inglaterra. La fuerza naval más grande conocida e integrada por 23.600 hombres en 186 embarcaciones. Cartagena tenía para la defensa alrededor de unos 5 mil hombres y 6 embarcaciones”, agrega Álvarez Marín.
Las primeras velas del enemigo fueron avistadas por Punta Canoa. Una balandra enviada desde Santo Domingo por los franceses confirmó la alarma de que se acercaba una enorme flota. Blas de Lezo pasó a residir a bordo del navío Galicia para disponer las medidas de defensa y se echaron las cadenas a Bocachica para esperar los movimientos del enemigo. El 15 de marzo se dejó ver toda la armada británica que fondeó entre Punta Canoa y La Boquilla. Durante días, el almirante y marino de guerra inglés Edward Vernon convocó varios concejos de guerra para establecer los términos del reparto del botín que esperaban conseguir en Cartagena. Mientras tanto, hicieron amago de desembarco en La Boquilla con el propósito de distraer la atención de la defensa de la ciudad colonial española.
“El comandante de la fuerza naval española era Blas de Lezo, pero justamente para hacerle frente a la flota inglesa, la corona española envía al nuevo virrey de Nueva Granada Sebastián de Eslava. Blas de Lezo era más partidario de hacer la defensa desde el fuerte de Bocachica y desde el mar”, apunta el historiador.
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Blas de Lezo dispuso situar los navíos Dragón y Conquistador en Bocagrande. La mayor potencia de fuego: los buques Galicia, África, San Felipe y San Carlos, los reservó para Bocachica. El fuego comenzó el 19 de marzo de 1741. Cuatro buques ingleses comenzaron el bombardeo del Castillo de San Luis de Bocachica. Otros tres lo hicieron contra las defensas de Tierrabomba destruyendo el reducto de la chamba y las baterías de Santiago y San Felipe. Batidos por el fuego de las baterías de Punta Abanico y Varadero, cuatro de los siete barcos del enemigo tuvieron que retirarse a remolque. El mismo día, al anochecer, se inició el desembarco por la playa de la chamba. Las tropas desembarcadas estaban continuamente hostigadas desde las baterías de Punta Abanico y Varadero. El día 30 de marzo, los ingleses atacaron las baterías perdiendo a 200 hombres por su exceso de confianza. Fueron reconstruidas al día siguiente.
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Desde el 2 de abril la artillería de Vernon comenzó a batir el Castillo de San Luis con el aumento de seis morteros de granada reales de una manera sistemática apoyados por el fuego de la artillería naval. Una bala de cañón arrancó las patas del taburete en que se sentaba el virrey reunido con Blas del Lezo en la embarcación Galicia y ambos resultaron heridos por las astillas. Navíos españoles fueron a rescatar a la guarnición de San José y destruir su artillería para privar al enemigo de esa ventaja. El Galicia cayó en manos de los ingleses con su capitán Juan Jordán y 30 hombres de su tripulación. El San Felipe embarrancó con su popa en el bajío de la batería de San José. Se le prendió fuego y por accidente se incendió con él, el navío África. Sólo se consiguió que el San Carlos se hundiese en el centro del canal de Bocachica.
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Tras despejar el canal, toda la tropa británica entró en la bahía. El día 6 de abril, a las 3 de la madrugada, el Virrey y Blas de Lezo decidieron enganchar todas las embarcaciones del comercio de galeones entre el castillogrande de Santa Cruz y Manzanillo, para bloquear el paso a la Bahía de las Ánimas. Se dispusieron los dos navíos de guerra que quedaban para hundirlos y así cerrar las dos bocas del puerto en caso necesario. Al mismo tiempo, se evacuó el castillogrande de Santa Cruz para unir su guarnición a las fuerzas de la plaza.
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Los ingleses estaban atracados ya en Punta de Perico, dentro de la bahía, e intentaron un desembarco en Manzanillo que fue rechazado. Una de las embarcaciones atacantes se atracó a la popa de El Conquistador que estaba semihundido y se lo llevó arrastrando con lo que dejó expedita la entrada. A partir de ese momento entraron en la Bahía Interior y comenzó el bombardeo de la ciudad. El desembarco se realizó por tres partes formando tres columnas que, hostigados por los piquetes españoles y reforzados por los arqueros indígenas, se concentraron en el tejar de Gavala donde se fortificaron. El día 17 de abril tomaron el tejar de La Popa y también el de Lozano. Las tropas americanas del contingente de Vernon que habían desembarcado por La Boquilla tomaron por su cuenta el cerro de La Popa. Tras un intenso mes de campaña, la flota inglesa fondeada en Punta Perico soportaba los rigores del clima tropical y la incógnita de cuánto se iba a tardar en llegar a un desenlace.
“Los atacantes cometieron una serie de errores. Era difícil poner de acuerdo una fuerza tan numerosa. Intentan un ataque por La Boquilla y eso fracasa. Al final lo hacen por Bocachica. Toman Bocachica y bajan por lo que hoy es Mamonal y desembarcan muchos hombres. Las embarcaciones rodean la ciudad. Hay un momento en que suben y se toman La Popa”, explica el historiador.
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Blas de Lezo conocía el valor militar de esa demora. Si se conseguía resistir hasta la llegada de las lluvias, a final de abril, Vernon habría perdido. Las tropas británicas hacían avances demasiado discretos. Los oficiales de tierra se quejaban de que no tenían el debido apoyo artillero naval, mientras que los jefes navales, conocedores de las características de la bahía, se negaban a arriesgar sus naves estérilmente. A Vernon le atormentaba la idea de repetir el desastre de Portobello de 1727 sobre todo después de mandar emisarios a Londres anunciando anticipadamente su victoria. Esta noticia les llenó de orgullo y se acuñaron monedas conmemorativas. Para Vernon era de vital importancia aislar la ciudad. La pieza clave para lograrlo era el Castillo San Felipe de Barajas por su posición de dominio sobre Cartagena. Del 21 al 25 de abril aumentaron el fuero de las baterías de tierra contra el castillo sin conseguir abrir brecha. Ante la insistencia de Vernon se decidió realizar un asalto masivo contra el castillo. Fue planeado como un ataque nocturno.
“Estaban tan seguros de la victoria en Cartagena que mandaron a hacer tres medallas que anunciaban una victoria anticipada. Más o menos decía que el orgullo español había sido humillado por la fuerza británica”, resalta Álvarez Marín.
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Blas de Lezo, desde la batería de la media luna, junto a Sebastián de Eslava, atiende el combate y cursa órdenes y sostiene los suministros de munición de las unidades. A las tres de la mañana se inició el asalto desde la quebrada de El Cabrero, por el Norte, por la parte del cerro con menos pendiente. El factor oscuridad no sirve pues apenas se inicia el ataque, se hace de día. Blas de Lezo envió a 200 hombres de tropa de marina para reforzar el Castillo San Felipe de Barajas. Tras fracasar los intentos por los distintos flancos, los ingleses lo intentaron por el noreste donde fueron superados por la fusilería española. Desde el Castillo se produjo una salida a bayoneta calada que hizo cundir el pánico a los ya exhaustos soldados británicos.
“Sólo faltaba San Felipe y ahí fue donde cometieron el error garrafal, porque había un foso que había que saltar. Quedaban alrededor de 500 hombres defendiendo la ciudad y en una batalla campal, cuerpo a cuerpo, perecieron al amanecer unos 3000 ingleses”, advierte el historiador Moisés Álvarez Marín.
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El día 26 de abril los ingleses condujeron al capturado navío Galicia dentro de la bahía interior para intentar hacer brecha con su artillería en la muralla de Cartagena. Ante el fracaso de la acción, le cortaron las amarras a la embarcación y lo dejaron a la deriva. Sin mucha fe, este hecho era el aviso de que ya no confiaban en la posibilidad de la victoria. En un concejo de guerra en el buque de Vernon, con los otros jefes navales, decidieron desistir. A partir de ese momento los británicos comenzaron su retirada con buques averiados, insuficientes tripulaciones para las embarcaciones, con multitud de moribundos que acrecentaba el horror de las desmoralizadas tropas. Durante su retirada, aprovecharon para desolar las defensas que tenían en su poder. Acabaron de demoler el castillo de San Luis y el castillogrande de Santa Cruz. Cartagena estaba salvada. Vernon volvió a Londres, su desastre en Cartagena se silenció.
“Las enfermedades, el paludismo, las fiebres estaban haciendo desastres. Eso fue en marzo y duró al rededor de tres meses. Luego entraron las lluvias y comienza esa gente a morirse y eso desmoralizó tanto a Vernon que decidió a parar, bajar velas y salir. Se fue realmente humillado de Cartagena. Ahí él inició su declive. Participó sólo en un par de expediciones más”, concluye Álvarez Marín.
Imágenes: Archivo.