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Marriage Story: el ocaso de una relación que nos lo ha dado todo

Las rupturas sentimentales son un tema del que casi todo el mundo cree haberlo visto todo. La misma vida, con su amplio abanico de eventos inevitables, nos va advirtiendo que después de la tormenta llegará la calma, también transitoria. Las rupturas son un tópico al que cualquier cantidad de personas se acerca con desconfianza, incluso aunque se trate sólo de la base de una película, porque para dramas bastan los propios.

Sin embargo, Marriage Story ahonda en la fatiga y el descenso de una pareja a todas luces compatible, pero lo hace de una manera visceral, a veces divertida, y no por ello menos devastadora.

Ya se ha dicho que no resulta sencillo hablar de un tema mil veces contado, pero la originalidad de la película la sostienen sobre todo Adam Driver (Charlie) y Scarlett Johansson (Nicole), desde una esfera profundamente honesta. Ambos actores ofrecen un par de roles no sólo creíbles, sino que fluyen ininterrumpidamente desde el minuto uno hasta la escena final sobre una calle de Los Ángeles. Dos actuaciones estremecedoras bajo la dirección de Noah Baumbach, un cineasta que está en la madurez de su carrera artística, capaz de interpretar el matrimonio sin cursilerías, más bien duro, recio, en lo inexplicable.

El gran mérito de esta película es precisamente ése: estamos siendo testigos de algo que no podemos entender del todo como la vida misma, que no podemos narrar con palabras, mitad absurdo mitad fatal y definitivo, como si alguien tomara un trozo de la cotidianidad de cualquiera de nosotros para mostrarnos que somos en gran medida irracionales y egoístas. La historia nos sugiere varios motivos que seguramente ocasionaron la separación, pero ninguno es concluyente, al menos no como se esperaría. Lo que no se nos narra es mucho más fuerte que las discusiones que atendemos. No se trata de un par de problemas o “diferencias irreconciliables”. Todo lo contrario. No lo sabemos, pero algo intuimos. Un dique se ha abierto sin que nadie haya sabido cerrarlo, una fisura que estaba desde mucho antes, entramada en ambas personalidades; la frustración que se reconvierte, a su vez, en inseguridad en cada uno de los múltiples niveles que soportan una relación sentimental. No basta decirse la verdad, no es suficiente la convivencia ni la buena voluntad. Bajo la alfombra de nuestra sala ha ido creciendo una discusión, postergada, ambivalente, donde no siempre somos nosotros el bueno, una charla difícil de encarar y llena de malentendidos. ¿Les suena familiar?

A simple vista, Historia de un matrimonio, podría leerse como un descreído y pesimista filme que tiene la injusta tarea de narrar el desengaño. Nada de eso. Varias escenas han sido matizadas desde una visión compleja, adulta y, sobre todas las cosas, actual. Baumbach ha dividido, y vuelto a fundir, con maestría, cada una de las capas narrativas que forman una puesta en escena por momentos hilarante y a veces cabalmente triste, obteniendo la mejor actuación de sus dos protagonistas, al menos la mejor que se recuerde.

Con Marriage Story recuperamos a una Scarlett Johansson extraída felizmente del mundo de los superhéroes de Marvel, recordamos que es una mujer vulnerable e inteligente hasta el último pliegue de su consciencia.

Dentro del catálogo previsible de películas navideñas y sin alma que ofrece Netflix, la de Baumbach (disponible desde el pasado 6 de diciembre), sin ser ni lo uno ni lo otro, resalta con una atronadora facilidad, lo hace desde su fotografía, desde el guión (escrito por el mismo Baumbach), y desde el montaje pausado, milimétrico. Habita una simpleza desde lo musical. Los silencios son los que se ocupan de acentuar la decadencia, el ocaso de una relación que nos lo ha dado todo, hasta un hijo, que parece no resignarse ante la evidencia.

Driver se ha probado en esta cinta como uno de los actores más singulares de su generación (hay que escucharlo cantar hacia el último tercio de la cinta). También es cierto que el actor de 36 años todavía tiene mucha senda por delante, pero algo en sus maneras y en su rictus serio nos habla de un descubrimiento desprovisto de solemnidad: el de un exmarine de los Estados Unidos que se fracturó el esternón, volcando su creatividad en el cine. No son muchas, pero el cine ofrece, como la vida, algunas, pocas, circunstancias alegres.