Poesía

Tierra de espejos, un poema de Víctor Laureano Vega

¿Qué es lo que hace de una casa un hogar?

¿Qué te hace querer abandonarla?

La sombra de los meses, las luciérnagas

que estaban detrás de la ventana

cuando tus labios eran negros, una mancha

de sangre en tus ojos, en tu silenciosa

forma, en el cielo negro que amanecía.

Esa ceniza. Un falso vapor grisáceo

lento y mortal, lentamente mortal.

Nocturno. Polvo. Azar. Rastros de cobre.

No eres valiente. No puedes ser nada.

No puedes ver otra cosa detrás de la ventana

sino el cielo que podría haber sido otro lugar,

un cero, un eje, una cifra de fantasmas,

gato etéreo de noche, de silencio,

donde pudiera escuchar tu cuerpo,

el aplastamiento de los charcos, de la luz.

El círculo de alguien que comienza en la soledad

y es acompañado de regreso a ella.


It might be time to go soon. Light like a gun.

Una catacumba de tonos graves,

instantes, ecos de cuervos.

Explosive to the eyes. It might be time to go.

¿Dónde estarás cuando el cielo se consuma?

Cuando el reloj se detenga, cuando la tinta no sea nada.

It might be time, so wake up

Las gotas de lluvia son una tinta de aire,

una lenta línea, un lento corte

de todo aquello que no vale nada,

que no es el rastro del amanecer,

migalas en las esquinas, una espalda,

la luz de las pantallas

que te ahoga en un mar de qué.

Una misma esquina, una misma ráfaga,

tantas mañanas que son sólo una,

eternidad, silencio, desesperación.

¿Qué esperas de ti?

¿Qué sucederá cuando caiga la última hoja?

Cuando desaparezcan las ratas, las ardillas,

las monedas que no pueden valer nada,

notas de un piano casi insonoro,

profundidad de un bosque de colores imposibles,

una tormenta de noche, una amenaza,

un propósito, miedo, gritos, abrazos

con que pudiera escuchar tu cuerpo,

la sombra de los árboles, las luces blancas.


It might be time to go soon. Light like a gun.

Una catacumba de tonos graves,

instantes, ecos de cuervos.

Explosive to the eyes. It might be time to go.

¿Dónde estarás cuando el cielo se consuma?

Cuando el reloj se detenga, cuando la tinta no sea nada.

It might be time, so wake up

No desconectes los cables, no te hundas en el agua,

en la lluvia de cielo, de azar;

en una cabaña, un bosque, una brújula,

una mañana que no es como la que imaginas.

So thou through windows of thine age shalt see.

¿Qué es aquello sobre lo que cruzan las luces?

El eco de tu muerte, una nube gris silenciosa.

So thou through windows of thine age shalt see.

Rastro de tus colores, momentos, ráfagas,

vaivenes, amaneceres, atardeceres: luz naranja.

Una cortina cerrada, un cable desconectado;

mancha de tu sangre, de tu sombra.

It might be time, so wake up


Se acelera la sangre,

se derrama;

una mañana oscura,

ráfaga de luces, ojos,

maldiciones

sábanas

aplastamiento de hojas secas,

un grito sin profundidad.

Una señal dulce,

llegada del amanecer,

tus botines, tus ojos

dentro de las mismas manecillas;

llevas tanto tiempo

dentro de las mismas cifras,

muerte del abismo,

pastillas y cabello negro,

luces amarillas,

mismas sombras,

mismas mañanas.

Y todavía no has encontrado a dios.

Aunque hay cuervos,

pesadillas,

nadie en el jardín,

árboles secos,

tumbas vivientes,

humo de ciudad,

humo de tiempo

cuando te acercas y miras el cielo,

las escaleras

por las que no ha subido nadie,

el solo deseo

de mirar tu cielo, tus ojos

que no ven nada,

que no sienten nada.

Ese otro lugar nunca llegó;

esa esperanza de comenzar en otro lado,

de dejar las mismas cuatro paredes

y tener un hogar,

un cuerpo a un costado,

un espejo

donde pueda reconocerte,

una secuencia de luces,

tierra de besos,

tiempo de algo,

tiempo de no volver

y ver la vida que no fue,

las cartas, la sangre,

la muerte.

¿Qué sabes tú de sangre?

¿Qué sabes tú de silencio?

Un pantano ajeno,

choque de metales,

repicar de gritos:

una tierra de espejos,

un segundo tuyo,

un instante,

un cielo,

una boca y su abismo,

tu cuerpo y mi tristeza.

Cuando llegues serán

sólo sangre,

un eco,

cuervos y fantasmas,

tiempo,

una voz, un grito,

imperio de hormigas,

agua entre los ojos.

¿Alguna vez lo has sentido?

¿Has querido sangrar?

¿Has querido ser silencio,

escapar, olvidar?

Entonces puedes ser

una noche de luces,

un abrazo y un momento,

un amanecer,

un cielo cálido de clima frío,

el brillo naranja de la mañana,

las sombras negras.

Una laguna,

un sentimiento

de lluvia, unos labios

negros,

presencia luciérnaga,

soles entre la niebla,

cámara de nadie.

Una visita al océano,

las nubes grises,

los mismos ruidos;

audífonos blancos,

rutina de postes,

marcas rojas en la cara.

Muerte.

Soledad. Tristeza.

Laberinto de días

y meses, años,

tiempo en forma de hielo,

de reflejos de luz,

dos edificios,

unas escaleras,

mañana oscura,

signos entre los cristales,

desgracia de tiempo,

máquinas sin propósito.

Eso es todo lo necesario.

No estoy quitándome mis culpas.

Si llegara a sangrar

un cuervo, algo,

alguien,

quedaría sólo un fragmento,

un pozo,

una fuente,

una cueva donde no hay nada.

Muerte silenciosa,

el fin del mundo,

la sombra en la esquina,

los cables,

la resignación,

una cabaña sin luces,

un bosque, árboles, neblina,

una mancha de sangre,

algo alejándose,

perdiéndose en la oscuridad.

De los fragmentos en inglés: 
Shakespeare, W. (1993) The Sonnets. Londres: Tiger Books
Zusak, M. (2016) The Book Thief. Estados Unidos: Alfred A. Knopf

        Imagen: El ataúd de Ikueda (nombre original: 郁枝出棺), de Yuko Tatsushima.