Opinión

El pseudo-feminismo no es igualdad de derechos

Crecí en una casa donde mi madre era mi mujer maravilla; mi mamá trabajaba, mantenía la casa. Revisaba mis tareas en la noche, después de largas horas de trabajo. Su tiempo libre lo ocupaba para estar conmigo y corregir mis deberes.

Quizá por eso el balance en la vida lo es todo para mí. El ‘camino del medio’ del que hablan los budistas. El Yin y el Yan del Siglo VI a.C.; del confucionismo y de Lao Tse, buena parte de la cultura de la China se basa en ese principio. Todos coinciden en mantener un justo equilibrio como disciplina y elección. Por tanto, nadie es completamente bueno o malo.

Este principio también se aplica al feminismo. Pero ese concepto de ser feminista encierra una generalidad muchas veces ambigua, contradictoria, no sólo como movimiento político, sobre todo ideológicamente hablando. Sus múltiples perspectivas sobre lo ideal en términos sociales, económicos, políticos y culturales se bifurcan en tantas direcciones como posibles modos de razonamiento.

De acuerdo con la Real Academia Española, la palabra feminismo, de raíz etimológica francesa y latina, en su primera acepción, denota el “principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre”. Quedémonos de momento con esa definición que también es general.

Camille Paglia, escritora, critica académica y profesora de la Universidad de las Artes, en Filadelfia, Estados Unidos, tiene una singular postura sobre el tema. En su libro Free Women, Free Men (Mujeres libres, hombres libres) sostiene que hasta cierto punto el feminismo instiga a culpar a los hombres por todo. “Yo nunca he sido débil con los hombres. Por eso yo no necesito juzgar a los hombres. Solo las mujeres débiles culpan a los hombres por todo”, apunta Paglia.

Esta y otras afirmaciones son en extremo controversiales, o lo son para algunos, pero en mi opinión no son descabelladas. Emergen de estudios de género hechos por Camille Paglia y se sustentan en amplios marcos teóricos y la contraposición de diferentes autores.

No es un secreto que la igualdad entre hombres y mujeres ha sido sesgada históricamente y en todo nivel mediante una evidente dominación masculina. No obstante, los tiempos han cambiado. Prueba de ello son todos los avances que las mujeres hemos logrado en apenas un siglo,el recién concluido Siglo XX. Ello debe valorarse aunque todavía no podemos decir que existe una igualdad total entre hombres y mujeres en términos de derechos y roles sociales, sí ha habido un cambio sustancial y para bien.

Pero la igualdad va más allá de un género, sea masculino o femenino. La igualdad de derechos va ligada al respeto, a la educación, a la tolerancia y la inclusión.

Paglia en su discurso habla de cómo el feminismo tiene raíces en la creencia que las mujeres no necesitan a los hombres en el mundo. Pero si hablamos de igualdad, deberíamos admirar a los hombres que deciden quedarse en casa a criar a sus hijos mientras su esposas salen a trabajar. Esas parejas que creen en la igualdad más allá de la teoría social y política. Las que valoran la oportunidad de crecer juntos.

En contraposición existen casos donde el hombre es abusado física y emocionalmente por su pareja, obligándose a esconder la agresión por miedo a que sus amigos y familiares se burlen o no le crean. Este tipo de circunstancias serían totalmente diferentes en una sociedad realmente igualitaria.

Además, como es sabido, el estado, la religión, la política e incluso el modelo económico juegan un papel fundamental a favor o en contra de la desigualdad. Un claro ejemplo de mutación social fue lo ocurrido como efecto del capitalismo, que impulsó la salida en masa de la mujer del hogar hacia el ámbito laboral, en donde había estado confinada. Fue una salida, como ya se dijo, masiva, provocada también por la revolución industrial y las dos guerras mundiales. Las mujeres ahora debían trabajar en todos los sectores económicos para demostrar que podían ser independientes y a falta de hombres que, en su mayoría, estaban en el frente militar y las trincheras.

Por otra parte, dice Paglia, el feminismo no habla de la infelicidad de muchas mujeres que lo tienen “todo”, o que dicen tenerlo todo. Tenerlo todo no garantiza de forma alguna la plenitud. Y esta sociedad moderna condena que una mujer independiente no sea feminista, y si lo es le impone que no exprese su vulnerabilidad.

Admiro a las personas que son fieles a su ideología y que buscan la igualdad en todos los campos, sin agredir a nadie a su paso. Sin embargo, el pseduo-feminismo moderno, como lo llamo yo, me aterra. La igualdad y la justicia no tiene nada que ver con que seas feminista. Me encantaría ver un mensaje de aquellas pseudo-feministas donde reprochen la injusticia y la desigualdad sin usar el feminismo como escudo o bandera.

Por ejemplo, existen mujeres independientes que son dueñas de empresas, madres de familia, que creen en la igualdad que trasciende; mas no por esto son feministas extremas. Pueden reír con un chiste sin caer en la trampa de pensar que “esas bromas son machistas”. No condenan a los que piensan diferente (o lo opuesto) a ellas.

Las mujeres entendemos nuestro poder desde la divinidad de nuestro ser; sólo necesitamos usarlo a diario y recordar que somos guerreras en todos los ámbitos si nos lo proponemos.

Muchas pseudo-feministas caen en la trampa de criticar día y noche a los hombres. Usan frases como: “todos los hombres son iguales”. Pero hacer ese tipo de generalizaciones sólo genera más intolerancia y nos aleja de la igualdad verosímil, abriendo una brecha de inexactitud. Conozco, por ejemplo, muchos casos en los que las mujeres han estafado a sus parejas, son malas madres o ejercen la violencia sin ningún reparo. Circunstancias que dan cuenta de que la gente hace cosas buenas o malas independientemente de su género.

Mi invitación es simple. Los invito a reír mas a diario, a no tomar nada a pecho y a trabajar desde donde estemos por una construcción verídica de igualdad de derechos para todos, sin importar el género, rompiendo con los paradigmas sociales que imponen etiquetas a nuestro pensamiento. Y como me decía mi madre: los extremos son nocivos.