Narrativa

Veinte gramos, un relato de Elkin García

Bueno, no voy a contar mi historia como empieza David Copperfield. Dónde nací, a qué hora o lo que estaba destinado a ser en la vida.

Tengo un gato negro (mis amigos dicen que llevo encima la mala suerte). Actualmente vivo en un apartamento que comparto con mi novia que es una exprostituta y ahora no le parece bien chuparme el pene porque se ha vuelto moralista. Ella además estudia en la universidad diseño gráfico porque yo le dije una noche:

—Mira, todos tenemos un don interior, puedes hacer otra cosa y dejar de acostarte con hombres.

Y bueno, a todas las mujeres les gusta dibujar, incluso a esa clase de chicas tristes también les gustan los ponys y tienen un color favorito y sueños por cumplir.

Tengo buen dinero en el banco porque trabajé en muchos lugares donde robé e hice muchos negocios torcidos, bastante peligrosos y delictivos. He hecho muchas cosas en la vida, pero prefiero no vender nada en la calle si puedo sobrevivir desde casa con mi propia oficina, en una habitación, como si fuera el gerente del periódico El Universal. Digamos que fui escritor antes (ese afán por registrarlo todo y querer buscar nuevas aventuras) y por eso escribo esto, pero ahora prefiero estar en mi cama relajado, en vez de leer, escuchar rock romántico , tirar con mi novia y luego pedir comida a domicilio y tener lindos sueños o no pesadillas, o sencillamente nada que recodar al día siguiente.

Hoy tengo que entregar 20 gramos de marihuana en el barrio Manga. Me llamó una voz fuerte y amable como a las 6 a.m., porque muchos adictos llaman a esa hora. Algunos despiertan y enseguida quieren ponerse en sintonía. Así que le dije que después de desayunar podría llevarle aquella yerba que da o promete excursión psiquíca.

Mi novia tiene una moto rosada que compró con sus ahorros, así que ella suele llevarme a donde sea que tenga que ir. Despues de llamar a la puerta, el hombre nos invitó a seguir. Era una grande casa de rico pensionado. Él era viejo, canoso y fornido, parecía serio y correcto. Según me dijo fue policía en Medellín. Su mujer tenia unos cuarenta y llevaba ropa de gimnasio. A los dos les gustaba trotar por las mañanas y para eso querían la marihuana. El se portó amable y quiso que fumáramos juntos en la sala. No le vi ningún problema. Mientras tanto, su mujer invitó a Alejandra al cuarto de spa que tenían allí dentro de la casa. Bueno, el viejo, después de fumar medio tabaco, se quedo callado y pensativo como recordando cosas y luego me llamó por otro nombre y volvió a quedarse muy callado.

—Tú trabajas para Pablo Escobar, tu vendes su mercancía rata asquerosa.

Le dije que no, que yo era independiente y que ahora eran otros tiempos, que nada más quería mi dinero y me iría.

—Lárgate ya de mi casa, antes que te mate, que igual a él lo atraparemos.

Alejandra volvió corriendo y agitada. Mientras salíamos cogí un gramófono de una mesa y salí de la casa. Lo vendería por cualquier cosa y recuperaría el dinero.

—¿Qué hiciste tú?—le pregunte a Aleja, mientras ella encendia la moto.

—La esposa del viejo me ha masajeado las tetas, ‘mor.

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