Turandot, las adivinanzas de Puccini
Escrito por Eduardo Viladés
Historias, anécdotas, pequeños detalles, mentiras, verdades, la base de mi fraudulenta felicidad y de mi sustento como escritor y ser humano. Quizá es justo lo que te sucede a ti. Estás anestesiado, pero no te das cuenta. Te paras a leer estas líneas pensando en que tienes que recoger a los niños del colegio dentro de dos horas, limpiar la casa, contestar los correos del jefe e ir al supermercado a hacer la compra para tu pareja, a quien adoras pero te resistes a reconocerlo. No lo hagas. Piensa en ti por una vez; deja de pensar que el amor es lo menos fiable que existe y actúa como Calaf, derrumba los quijotescos molinos de la princesa Turandot porque, aunque cuesta creerlo, hay gente buena por el mundo.
Solía ser mi confidente. Pensaba que la auténtica verdad afloraba cuando te dabas cuenta de que no necesitabas el amor de nadie. En su opinión, en eso radicaba la libertad individual. No hablo de Turandot, sino de Bibiana López, experta en ópera italiana, mi acompañante esta tarde en el Teatro Bretón de Logroño. Ya no es mi confidente, de hecho pienso que jamás lo fue, no sé por qué he venido con ella, insistió en venir al recordarme que su tesis doctoral se centró en Puccini. López forma parte del entramado afectivo de la sociedad porque piensa que los demás necesitan de ella, un narcisismo teñido de entrega digno de estudio…
El amor vence sobre el odio. Hasta se me hace extraño escribir esto, me tiemblan las manos, acostumbrado a hablar de la ponzoña de esta sociedad y el veneno que corre por sus tuberías, habituado a perfilar dramas con final funesto porque mis lectores quieren morralla, porque se han olvidado de amar. Qué sensación más rara, en el fondo me gusta, hace años que no escribía algo bonito, adaptaba mi realidad al dolor que me circundaba para subsistir. Aparto la mirada de Bibiana, puede que tengamos derecho a ser felices; estamos en la mierda, pero controlémonos a la hora de salpicar al prójimo de modo gratuito…
Calaf consigue acertar los tres enigmas que Turandot, una Bibiana López oriental con regusto a sentimientos quemados por la desdicha, le propone. La esperanza, la sangre y Turandot, un nombre de origen persa que significa la hija del Turán. Turán es una región de Asia Central que pertenecía al Imperio persa. El origen de la historia de Turandot se remonta al poema titulado Las siete bellezas o Las siete princesas, obra de Nezamí Ganyaví, uno de los grandes poetas épicos de la literatura persa.
Estrenada en la Scala de Milán el 25 de abril de 1926, Puccini murió antes de terminarla. Fue su discípulo, Franco Alfano, quien la concluyó. Tras Turandot, Puccini se consagró como uno de los más grandes. Expresa todo el significado del amor en varias vertientes. Amor de pareja (Calaf y Turandot), amor entre padre e hijo (Timur y Calaf) y amor atormentado fruto del deseo platónico (Liú por Calaf).
¿Dónde permanece el tiempo perdido? Las palabras no dichas, las sonrisas escondidas, los te quiero guardados. ¿Existe algún rincón en el universo para ese tiempo? ¿Hay alguien que comercialice con él? Sucede lo mismo con las historias, como ésta entre Turandot y Calaf. ¿Cuántas quedan por el camino? Vivimos rodeados de ellas, aunque pocas veces nos damos cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor debido a las prisas y la obsesión con vivir el aquí y el ahora. Yo soy partidario de vivir instalado en el no-tiempo. Nuestra percepción temporal se basa en una línea compuesta por un pasado ambiguo, un presente indefinible y también ambiguo y un futuro de resultados proyectados que, a menudo, hace que nos sintamos inciertos y ansiosos respecto a nuestras vidas. Por eso quiero conservar la sabiduría de los niños, que viven eternamente en el aquí y el ahora y no en el mañana ni en el ayer, por eso debemos romper los gélidos muros que nos rodean y que, como sucede a Turandot, nos impiden enamorarnos, en primer lugar de nosotros mismos.
—¿A qué saben los besos?— preguntará alguien, puede que una Turandot que no quiere enfrentarse al mundo real porque no quiere deshacerse de la comodidad de vivir encerrada entre cuatro paredes. Sufrir es mucho más fácil que sonreír porque el patrón del sufrimiento es siempre el mismo.
—Correrá lava por tus venas. Te quedarás sin respiración, como cuando te caes de bruces sobre el estómago— responderá un Calaf presuntuoso, altivo, lleno de orgullo, que vende una imagen hosca pero cuyo corazón está hecho de merengue.
—Gemirás y te desmayarás— puede que eso lo diga yo. Como buen artista, icono del teatro barato y la cultura de arrabal, el narcisismo es una de mis señas de identidad.
—Porque la sangre saldrá despavorida de tu cabeza y correrá desbocada por todas las arterias de tu cuerpo.
—Entonces serás incapaz de pensar o razonar.
—Se generará una explosión de emociones.
—Un estallido de anfetaminas en tu interior.
—Porque detrás de un beso se esconde la verdadera pasión— A mucha gente le lleva toda una vida darse cuenta de esto, hay demasiadas Turandot por el mundo.
¿Cuántos besos nos perdemos por el camino? Muchos, aunque el beso más importante que te pierdes es el que deberías darte todas las mañanas a ti misma. Es el beso primigenio, el origen del resto, el germen del que verdaderamente te enamorará. Bésate. Ahora, y sólo ahora, es cuando realmente puedes besar a los demás… Espero que hayas ido al baño y aprovechado el vaho del espejo para amarte.
Tras este inciso a lo Eduard Punset, absurdo pero necesario, debemos recordar que Puccini no sintió mucho afecto allá por 1909. Un escándalo le golpeó profundamente. Elvira, su mujer, acusó a una de sus criadas, Doria, de adulterio con su marido. Doria se suicidó envenenándose. En la autopsia se demostró que era virgen, por lo que Elvira había mentido y fue acusada de calumnia. Puede que el suicidio de Liu en Turandot hunda sus raíces en ese incidente.
Opera 2001 trae un montaje exquisito a Logroño, ahonda en la composición más importante de Puccini con elegancia; no hablamos de personajes de carne y hueso, como en La Boheme o Manon Lescaut, sino de símbolos enraizados en la cultura oriental con influencias del teatro de máscaras, una ópera moderna que bebe de la mitología y que, según algunos estudiosos, se inspira en Wagner.
Para crear buenas historias debemos disfrutar de nuestros congéneres. Aparearse, besarse, compartir fluidos, tocarse, sentirse, a él y a ella, a ella y a él, a uno mismo. Y soñar. Dicen que quienes sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan de noche. Yo sueño a todas horas. En mi mundo no existe el dolor ni la desigualdad. Es un paraje donde sus habitantes viven en paz y ayudan al que sufre por ser diferente. Se ponen en su lugar y asumen su diferencia como propia. Como Edgar Allan Poe, creo experiencias artísticas a partir de mis sueños, a pesar de que muchos de ellos se convierten en pesadillas cuando despierto y soy consciente de la porquería de sociedad que me ha tocado vivir. Pero no desespero y quiero cambiarla…
El cambio es posible, Turandot lo consigue, su carácter exánime e imperturbable se convierte en candoroso cuando descubre el amor. Nadie apostaba por ella, ni siquiera su padre, ni sus amigos, estaban convencidos de que era incapaz de mirar el techo y dejarse llevar. Pero se tumba, se concentra en un punto de ese techo de los te quiero guardados con la silueta de Calaf como sombra protectora, cierra los ojos, saborea algo que no logra definir. Fin de los enigmas, que no llevan a ninguna parte, de los verdugos, de las frases sibilinas, de los intentos de aparentar un poder que huele a naftalina, fin del mal, del odio. Triunfo de los besos, de los abrazos, teñidos de dudas y de miedos, porque las dudas y los miedos no desaparecen nunca, pero Turandot y Calaf se enfrentan al dolor con estoicismo y apuestan por las sonrisas como moneda de cambio…
De la memorable ópera de Puccini se ha dicho que todo lo que ha venido después son meros apéndices. Incluso hay voces que aseguran que si Puccini no hubiese muerto al dejar inconclusos los últimos quince minutos el final habría sido mucho más dramático. Reírse a la cara del sufrimiento y cargar con la pena, el dolor, la tiranía y la muerte no tiene nada de cómico. Un cuarto enigma que puede que desvelemos cuando nadie duerma…
Imágenes cortesía: Opera 2001