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Big Fish and Begonia

Todo está por ahí goteando, fluyendo o yéndose. Me dormí un par de veces, no por aburrimiento sino por el exceso de agua de la película y sus hilos surrealistas que invitan a darle pedal a la imaginación y derretir las paredes de la casa, del mundo. Si sueñas mientras la ves (la no-ves) casi podrías hacer un final alternativo, porque de hecho es una película donde no hay heroísmos impuestos, estructuras hipertrofiadas, ni propósitos sublimes. Estamos ahí nadando con Chun, de 16 años, cambiando, renaciendo, adaptándonos (ya intuyes los mensajes). Dos cosas impregnan de vida esta película: la mezcla de fantasía con la cultura y filosofía china (respeto al orden y a las leyes naturales, continuidad del espíritu) y un ímpetu que no se dobla, amable, libre, de emociones fuertes pero que no arredran a los personajes porque ya desconocen, de tantos saltos, lo que son los finales.

Da Yu Hai Tang, título original de esta película de animación china de fantasía, fue escrita, producida y dirigida por Liang Xuan y Zhang Chun. Su estilo se asemeja a los pasajes y paisajes de Studio Gibhli: irreales, ensoñadores, vívidos, de una estética abrumadora pero suavizada y dispuesta delicadamente hasta la perfección y muchas veces inocente, conmovedora y fugaz. Un sueño lento pero que se licúa rápidamente en la última luz y escena de la película. Personajes como los de Alicia en el País de las Maravillas, pero extraídos del inconsciente de alguien que durmió anónimo bajo un cerezo chino.

El Guardián de las Almas, personaje de la película, al tiempo sabio y astuto, cínico pero clemente, banal pero profundamente consciente, recuerda a la oruga que reta a Alicia y su personalidad confusa.

Al inicio yo tenía un poco de resistencia a la falta de orden o elementos humanos consistentes en la película, la magia inesperada y a la mano, los acontecimientos finales reciclándose continuamente como olas que se renuevan, que obligan a nadar entre tradiciones culturales chinas, fantasías mitológicas y mensajes de la más sutil metafísica.

Verticalmente a la deriva

Todo transcurre en un submundo al interior de los océanos terrestres, la tradición del año empuja a Chun a realizar un viaje en ascenso a aguas de dominio humano convertida en un delfín rojo. Sale temerosa a los océanos donde padece limitaciones e imposiciones que desconoce y donde casi muere por los peligros inmediatos a los que se expone, que nosotros vemos como habituales y necesarios para la supervivencia de nuestra especie. Lo que te pone a pensar un poco, en que este, nuestro mundo, es el infierno de la mayoría de animales vivos, solo que son inconscientes de otro tipo de mundo. No son creadores a gran escala, salvo Chun, que tiene su tiquete de regreso y planea revivir a quien la salvó de morir: un joven costeño, nadador, resuelto, pero que las grandes corrientes ahogan sin ningún esfuerzo (es donde termina de detallar el gran contraste con su vida submarina, aquí empieza el ocaso -será uno muy bello-). Luego empieza el juego de las almas, que, personalmente, me parece una apuesta arriesgada para venderla o transmitirla en el público occidental, pero es maravillosa desde el arte y la historia que se idearon después.

Muchos personajes entrañables (el abuelo de Chun merece tener el nombre de un gran árbol en Beiijng) van dejando su vida atrás, ofrecidas desinteresadamente para salvaguardar a otras, esta idea plantearía en un escenario normal caminos sin salida, pero no aquí. Podría sonar todo esto muy divagador y aleatorio sino fueran por los diálogos y escenas hechas con una filigrana casual pero que condensa sin ninguna pretensión lo sucedido en el trayecto de la historia “No importa cuánto cambiemos” “¿Cuántos ciclos de vida esperamos para la oportunidad de disfrutar este viaje?”. El tema de la posterioridad a la muerte es un tema que suele ser difuso, demasiado complejo para unos o totalmente sencillo de definir para otros, dibujado por cientos de culturas y personas. Lo cierto es que Big Fish and Begonia cruza en medio de todo esto con los ojos de Qiu, confiados, sencillos, tristes o alegres hasta los confines. Se ha ido y nos deja con algo afuera que no es nuestro cuerpo.

   Fotos cortesía: Netflix