La gorda bajo la higuera, un cuento de Amelia Beatriz Bartozzi
Al llegar a la casa, vi una señora muy gorda en el jardín, debajo de una higuera, estaba amacándose en una mecedora de esas de antes. Tenía la mirada perdida, parecía no verme ni escucharme; ni siquiera dijo una palabra.
Heriberto y el Mago Robaviento, un cuento de Jaime Arturo Martínez Salgado
Un repentino estruendo se escuchó entonces y por las puertas de la casa empezaron a salir los vientos adormilados. Cuando tuvieron conciencia de encontrarse libres, buscaron orientación, y como una tromba empezaron a salir del fondo de la laguna.
En el bosque, un cuento de Ryunosuke Akutagawa
¡Ah, ese silencio! Ni siquiera cantaba un pájaro en el cielo de aquel bosque. Sólo caía, a través de los bambúes y los abetos, un último rayo de sol que desaparecía… Luego ya no vi bambúes ni abetos. Tendido en tierra, fui envuelto por un denso silencio.
El vuelo del zeppelin, un cuento de Andrea Martínez Rodríguez
Monté en avión y vi las nubes. Son mucho más grandes de lo que parecen a lo lejos, son como inmensos copos de algodón flotando en el cielo.
Solos, Maluma y yo; un cuento de Daniel Moris
Nos quedamos solos, Maluma y yo, en aquella lúgubre contradicción de la medicina posmoderna, en aquella ventana de tiempo que parecía extenderse hasta los inconfundibles confines del desasosiego.
La manicurista, un cuento de Jaime Arturo Martínez
Me gusta mi trabajo. Allí, conozco gente nueva todos los días. Mientras les presto mis servicios, les escucho sus historias o les hablo de la ciudad. Disfruto este ambiente, limpio, adornado y elegante.
El mendrugo de Velamazán, un cuento de Eduardo Viladés
Cuando creció se trasladó al pueblo animada por la verdad que la panadera le había enseñado, la verdad de lo auténtico, la verdad del aire vivido por nuestros antepasados que, como un boomerang, se manifestaba de lleno en la muchacha.
Doctor Emilio, un cuento de Carmen Cecilia Morales
De inmediato lo llevó hasta la habitación de Rodrigo. ─ Les presento al doctor Emilio, gran curandero del Sinú ─. Los especialistas se levantaron del sofá, estrecharon su mano y uno de ellos le expresó: ─ Usted tiene la última palabra, doctor.
Califagia, un cuento de Jaime Arturo Martínez
La madre oyó el murmullo de la conversación. Oyó la risa de ella como una alta palmera meciéndose en el aire, oyó los suspiros, oyó los quejidos y el llanto de amor, oyó -luego– el silencio.
Las niñas malas no visten de gala, un cuento de Laura Barragán Arteaga
Soy cruel. Disfruto hacer llorar a los chicos, robarles un beso y partirles el corazón. Pero no son los únicos, hace un tiempo hicieron añicos el mío.